Un peroné del siglo XVI como símbolo de resistencia cultural aborigen en Fuerteventura

Una técnico de patrimonio del cabildo de Fuerteventura sujeta en sus manos el peroné.

EFE/Eloy Vera

Puerto del Rosario —

El hallazgo de un peroné humano en una cueva de Betancuria, datado en el siglo XVI, un siglo después de la conquista de Fuerteventura, ha abierto nuevas hipótesis en torno a la pervivencia de tradiciones aborígenes.

La historia del peroné comenzó en septiembre de 2017 cuando Alejandro Alonso y Yeray García encontraron por azar el hueso junto a algunos restos óseos de un pie humano en una cueva de Punta de los Caletones, en Betancuria. 

Los jóvenes avisaron a los técnicos de la Unidad de Patrimonio Arqueológico del Cabildo, quienes se trasladaron al lugar del hallazgo y hallaron una cueva de unos tres metros de altura y de unos ocho por doce de anchura en un lugar de difícil acceso, a unos 20 metros de altura del nivel del mar.

La arqueóloga del Cabildo de Fuerteventura, Milagros Estupiñán, explica a Efe que, tras llegar a la cueva, se encontraron con un lugar “colmatado por sedimentos, lo que hizo imposible presenciar visualmente si hubo niveles de ocupación humana durante la etapa aborigen”.

No encontraron material aborigen ni de época histórica, pero sí una cueva que, en su momento, “reunía las condiciones idóneas para ser habitada”, explica la arqueóloga quien aclara que resultaría “raro que estos huesos fueran llevados allí por alguien, en épocas posteriores, por lo recóndito que resulta el lugar”.

La cueva está en la zona de Betancuria, el primer asentamiento de los españoles tras su llegada a la isla a principios del siglo XV, pero cerca de la cueva no existen evidencias de poblados de época prehistórica ni histórica. 

El lugar estaría reservado a actividad pastoril o pesquera y no a la agrícola al no ser tierras idóneas para el cultivo. 

De la falange proximal del primer dedo izquierdo se extrajo una muestra a la que practicaron las pruebas de Carbono 14 y los resultados arrojaron que el individuo pudo haber muerto entre finales del siglo XV y el primer tercio del XVII, pero lo sitúa con mayor probabilidad a partir de mediados del XVI.

El estudio, realizado por la empresa especializada en arqueología Tibicena, también permitió saber que los huesos pertenecían a un individuo adulto con síntomas de osteoartritis, pero no su sexo ni edad. 

Por la longitud del peroné se estima que era una persona alta, que de ser mujer mediría 1,74 y si fuera hombre tendría una estatura de 1,76.

Estupiñán señala que la importancia del hallazgo de estos huesos es porque se datan con mayor probabilidad en el XVI, un siglo después de la conquista y aclara “ya no estamos en la época aborigen, sino en la histórica aunque el enterramiento obedece a patrones culturales de la época aborigen como enterrarse en una cueva y no en un lugar santo como es propio de la cultura católica”.

La arqueóloga propone que se puede tratar de alguna persona que pone en juego mecanismos ancestrales de resistencia cultural manteniendo tradiciones de la sociedad desaparecida, la de los “mahos”, como se llamaba a los antiguos pobladores de Fuerteventura.

Los investigadores que han realizado el estudio de los huesos también plantean la teoría de estar ante un enterramiento excepcional dentro de la estricta normativa del siglo XVI de castigo y ocultación.

Sobre la mesa también la hipótesis de que pudiera ser de algún morisco de los que vivieron en la isla, muchos de ellos como esclavos después de la conquista europea.

El catedrático de Historia Moderna de la ULPGC, Manuel Lobo, asegura a Efe que un tercio de la población que vivía en Fuerteventura en el siglo XVI era morisca, bien como esclavos o libres.

El historiador en el libro Los moriscos en Canarias hace alusión al informe del ingeniero italiano Próspero Casola, quien en su visita a las islas en el quinientos se sorprende de la cantidad de moriscos que había en Lanzarote y Fuerteventura y asegura que en ambas islas “había más de 1.500 moriscos”.

También alude al informe que hizo el beneficiado majorero Ginés Cabrera Bethencourt en 1595 que dice “_de sesenta años a esta parte poco más o menos se han ahorrado más de 300 casas de ellos que hay en estas dos islas que tienen en este día más de mil moriscos_”

Lobo no descarta que el peroné sea de algún morisco y recuerda cómo estos vivían en zonas despobladas, incluso al aire libre, como pastores, sobre todo “cuidando camellos”.

Los distintos visitadores, que recorrieron las islas más orientales por esas fechas, recogen las dudas de la veracidad de la conversión de los moriscos y las quejas de que hablaban algarabío y enterraban a sus muertos en el campo como si fueran infieles.

Milagros Estupiñán explica que se hará un sondeo arqueológico en la cueva para ver si hay suelo fértil que permita realizar una excavación que aclare las características del enterramiento, saber cómo murió, si se practicó algún ritual funerario y posibles enfermedades.

La arqueóloga insiste en la importancia de futuros estudios en el lugar, ya que es “la primera vez que se encuentran huesos de una época posterior a la conquista en la isla” y añade “siempre se ha estudiado la época prehistórica, pero hasta ahora no se ha hecho ningún estudio arqueológico, centrado en la etapa histórica”.

Por su parte, el consejero insular de Patrimonio Histórico, Juan Jiménez, subraya que un hallazgo como este “revela que aún vivimos con un grado de conocimiento ínfimo sobre siglos recientes en la isla, pues estos huesos humanos parecen indicar ritos no necesariamente coincidentes con lo hasta ahora conocido en los usos funerarios de la población local del XVI, fecha que ya estaba plenamente culturizada según los cánones castellanos”. 

Según Jiménez, “Fuerteventura está ante el descubrimiento en el futuro próximo de nuevas claves sobre determinados parámetros sociales de los mahos que hoy desconocemos”.

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