Tres millones de euros para una depuradora en La Graciosa que no funciona

La Graciosa

Natalia G. Vargas

Caleta de Sebo, La Graciosa —

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La imagen de La Graciosa apenas varía de un verano a otro. Cientos de personas desembarcan cada hora de los barcos que llegan desde Lanzarote, los visitantes se acumulan en las terrazas, el calor se pega a la ropa y el silencio solo lo rompe el sonido del mar. Sin embargo, dentro de las calles de arena y de las casas blancas que adornan la octava isla canaria crece la preocupación. ¿Está La Graciosa preparada para seguir creciendo y recibiendo turistas? Una de las cuestiones que lleva a los vecinos y visitantes asiduos a hacerse esa pregunta es la gestión de las aguas residuales.

La mayoría de las viviendas cuentan con pozos negros. Matías González, profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, explicó a esta redacción en 2021 que en La Graciosa “no debería favorecerse un incremento adicional de visitantes antes de contar con soluciones para la gestión de las aguas residuales y los residuos sólidos”. Por las calles gracioseras, aún se dejan ver los restos de una imponente obra prometida a los residentes en 2016: una depuradora.

“Pusieron las calles patas arriba, levantaron todas las aceras y ahora no funciona”, recuerda un canario que desde hace 20 años intenta descansar anualmente este pequeño paraíso canario. Prefiere no dar su nombre. “Aquí nos conocemos todos”, justifica. Aunque están censadas 700 personas en la isla, cada año son miles de visitantes los que se trasladan hasta allí.

La historia de la depuradora se remonta al último mandato de Coalición Canaria en el Ejecutivo regional. El 27 de enero de 2016, Nieves Lady Barreto, la entonces consejera de Política Territorial del Gobierno de Canarias, anunció en Lanzarote que su área destinaría tres millones de euros a la construcción de una estación depuradora en La Graciosa. El objetivo era poner fin a la “amenaza inminente” que las aguas residuales domésticas del núcleo de Caleta de Sebo suponía para los sebadales de esta reserva marina europea.

Los sebadales son las praderas submarinas presentes en el Archipiélago que sirven de refugio y hábitat para miles de especies y organismos marinos. Los sebadales son el hogar de peces como besugos, gueldes y viejas y junto a las sebas viven caracolas, babosas y caballitos de mar, entre otros.

Una obra paralizada en 2018

El Servicio de Biodiversidad exigió que la obra se declarara de emergencia por la importante afección que las aguas residuales estaban generando en los sebadales de La Graciosa. Según un documento al que ha accedido esta redacción, el 18 de marzo de 2016 se declaró la tramitación de emergencia para la contratación de la ejecución de la obra “Depuradora y sistema de saneamiento en la isla de La Graciosa”.

El 4 de abril de 2016, se adjudicó a la empresa Canaragua Concesiones S. A. la ejecución de la obra por un importe de 2.560.200 euros y la explotación del sistema durante un año desde la puesta en servicio por 190.000 euros. En 2017, se aprobó la ampliación de la emergencia y se adjudicó la ampliación de las obras de nuevo a Canaragua por 2.274.648,44 euros, tal y como recoge el documento del Gobierno de Canarias consultado por esta redacción.

Esta segunda adjudicación se presentó como una medida para “paliar la situación persistente de grave peligro que supone la amenaza inminente de daño ambiental sobre el hábitat de interés comunitario de bancos de arena cubiertos permanentemente por agua marina poco profunda”. Un hábitat que al mismo tiempo es objeto de protección de la Zona de Especial Conservación de la Red Natura 2000. Los sebadales estaban viéndose dañados por las floraciones de la cianobacteria Lyngbya majuscula.

En febrero de 2018 se paralizaron las obras. Fuentes de la Consejería de Transición Ecológica del actual equipo de Gobierno regional han explicado que la Intervención ordenó el parón porque la obra “no encajaba en el concepto de obra de emergencia por no representar un riesgo para la salud de las personas”.

El año pasado, el viceconsejero de Planificación Territorial y Transición Ecológica, Leopoldo Díaz, aseguró que el Gobierno actual había retomado el proyecto con el objetivo de finalizar las obras de depuración y saneamiento de La Graciosa, que tuvieron que ser sacadas nuevamente a licitación pública con un nuevo expediente. Entonces, el viceconsejero adelantó que el proceso administrativo de redacción de proyecto se encontraba en fase de adjudicación y pendiente de la formalización del contrato.

Asimismo, Díaz señaló que el procedimiento de licitación de las obras se iniciaría en 2022. Desde el área que dirige José Antonio Valbuena apuntan que “se está acompasando con el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales del Archipiélago Chinijo”.

Los sebadales siguen en peligro

Desde el año pasado, un equipo de investigadoras de la Universidad de La Laguna (ULL) ha desarrollado el proyecto Seastore con el objetivo de conservar y restaurar las praderas de sebadales en Canarias. El propósito es llenar los vacíos que existen en el Archipiélago en la conservación de esta especie que sirve de refugio y sustento para miles de especies de organismos marinos, desde microorganismos hasta tiburones.

A pesar de la importancia de estos bosques marinos para la salud de la biodiversidad canaria, el proyecto de la ULL alerta que sus poblaciones están en declive y que al menos se ha perdido un tercio de ellas.

En el caso de Tenerife, tal y como explica el graduado en Ciencias del Mar y documentalista marino Felipe Ravina, los emisarios ilegales son el principal problema. En esa isla, el 65% de los vertidos no está autorizado. “Hay un emisario en Abades, en el sur de Tenerife, que va a dar directamente a un sebadal”, relata. Ravina, que conoce bien los fondos marinos de las islas, señala que por ese emisario han salido también residuos como toallitas o papeles.

Para el científico, uno de los ejemplos más graves de la contaminación del océano por las aguas negras es el caso de Güímar. La Unión Europea tiene en la actualidad un expediente sancionador abierto contra Canarias por la contaminación del Valle de Güímar, que supone a España una multa de diez millones de euros cada seis meses. Este enclave de Tenerife es, según el portavoz de la Asociación Tinerfeña de Amigos de la Naturaleza (ATAN), Eustaquio Villalba, un “desierto biológico”. “No encontramos ni una lapa, ni un cangrejo o un pulpo”.

El profesor de Biología e investigador de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) Fernando Tuya explica que el problema no es el emisario submarino, sino lo que vierte. ''Si se vierte agua con un nivel de depuración inferior al deseable se produce una entrada de nitrógeno y fósforo que va a facilitar el crecimiento de organismos epífitos sobre la planta. Estos chupan toda la luz. Si los sebadales no reciben luz, se produce una degradación de la actividad fotosintética que va mermando la capacidad fisiológica de la planta'', detalla.

Tuya subraya la particularidad de la pradera de sebadal situada en la zona de El Río, que separar el norte de Lanzarote y el sur de La Graciosa. ''Es particular porque de manera natural no encontramos sebadales en las caras norte de las islas o en zonas de oleaje. En este caso, se produce una excepción porque La Graciosa actúa como una especie de dique natural y gracias a ella el mar es mucho más tranquilo y protegido del mar de fondo'', señala.

De acuerdo con el investigador, ''todas estas praderas son oasis de vida''. ''Son lugares que se consideran una guardería para muchas especies de peces como la vieja, un icono de la gastronomía canaria que desarrolla sus primeros estadios de vida en estas praderas''.

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