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¡Cuídate, mujer!

Camy Domínguez

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Vamos a ver, doñita. ¿En qué idioma le puedo yo hablar y que usted entienda? Y que me entiendan los que están pensando que soy una feminazi de mierda por decir lo que voy a decir. Porque ni se les ocurre que puedo hablar desde la propia experiencia de mujer maltratada una y otra vez que quiere avisar a sus semejantes para que despierten de su sueño de princesas. Pues vale. A esos les doy la razón, si les hace ilusión tenerla: solo seré una alegre feminazi resentida que ataca injustamente a los pobres hombres, a los que hay que defender por sobre todas las cosas. Pero van a tener que leerme para afirmar tal cosa.

Estamos en la era en que corresponde dar visibilidad al maltrato para poder así erradicarlo de nuestra sociedad, que hasta ahora se ha regido por el patriarcado. Todo se ha hecho hasta ahora, después de miles de años de historia y de prehistoria, al gusto de los hombres, solo para que ellos puedan sentirse una raza superior, triunfadores sobre el sexo débil, sobre los floreros que nosotras hemos sido siempre.

Pues verá, querida mía. Los hombres no tienen ni más ni menos inteligencia que las mujeres. Encima se dice de ellos que solo tienen una neurona y son incapaces de hacer dos cosas a la vez, que se enferman de un catarrito y llaman al notario y a toda la familia para hacerles saber que su enfermedad es mortal y necesitan hacer testamento inmediatamente... Que no lloran porque eso es cosa del “sexo débil”, o sea, el de nosotras las mujeres, que llorar es de “nenazas”, despectivamente, como suena. Ellos son fuertes, su fuerza física es superior a la nuestra y son más capaces e inteligentes para regir en cargos de importancia que nosotras las mujeres. Por lo tanto, usted, doñita, usted que es mujer, tiene que darles la razón en todo esto y en todo de lo que su hombre se encapriche en tenerla.

Pero déjeme decirle que, si de razas superiores se trata, ya tan solo el hecho de tener un hijo dentro del vientre nos hace fisiológicamente superiores a ellos. Tan solo el hecho de no necesitarlos para criar a nuestros hijos solas nos hace ser más eficaces. Pocas veces he visto un perro o un gato macho ocuparse del parto y de las crías recién nacidas. También he visto hombres desentenderse de sus hijos y, sabiendo que son suyos, a veces los niegan injustamente al nacer y otras, cuando se separan de las madres. De hecho algunos hombres ni saben cambiar un pañal porque no soportan el asco, ni saben vestir decentemente a un pequeño, ni peinarlo, y tampoco hacen el mínimo esfuerzo por aprender... ¿de qué hablamos entonces?

Por mucha mutación que opere en la raza humana, esto tan sencillo nunca estará a la altura de los hombres, porque las que tenemos interiorizada la vida y el cuidado de nuestros semejantes somos las mujeres, y eso sí es superioridad. ¿Cómo va un hombre a cuidarte si a veces es incapaz de cuidarse a sí mismo ni a sus hijos? La única capaz de cuidarte como te mereces eres tú, mujer. Ellos, que a veces dicen que te cuidan, lo hacen por interés, les interesa tu dinero, tu sexo, tu tiempo, tus cuidados, tu capacidad de tener hijos... Cuídate a ti misma y cuídate de ellos si no tienes la suerte de que estén la altura de tu capacidad humana. A veces hay flores en los campos de minas, por supuesto. Pero en campos de maltrato no crece ni hierba.

Por el contrario, parece que lo único que tienen interiorizado los hombres, y cada vez se demuestra más, es precisamente la destrucción y la muerte, el mostrarse poderosos. Acabar con la vida, con todo lo que está vivo. De siempre los soldados son hombres, van a la guerra, matan, violan, destruyen, maltratan. Nosotras detrás, siempre dejándolos hacer y sufriendo su capricho, madres, novias, víctimas. Los que cazan y torturan animales indefensos por pura diversión y satisfacción de su ego casi siempre han sido hombres también. Los que cautivan esclavos, de todo tipo, sexuales también, los que van a los burdeles a sentirse más machos porque dominan a pobres mujeres necesitadas, los que violan en manada, los que abusan de menores son animalitos (ay, perdone usted mi vehemencia, los animalitos son siempre nobles y no dañan por capricho), digo, son hombres, en una palabra seres aparentemente inferiores, incivilizados.

Sí, me dirán que hay mujeres que también hacen todo eso, pero quiero números, estadísticas, porcentajes de maltratadoras, porcentajes de violadoras solas o en manada, de cazadoras de elefantes, de mujeres que lanzan perros por el balcón para vengarse de sus parejas... Porcentajes de mujeres que no pasan la manutención a sus hijos y torturan económicamente a los padres de estos. Y nombres y circunstancias que justifiquen todas esas aberraciones que hombres cometen cada día. Por cada uno que ustedes esgriman en que el hombre es la víctima, yo les esgrimiré cien en que lo es la mujer. No solo busquen en la prensa, que dirán que parece que claramente está de parte de las mujeres. Vayan a los archivos de los juzgados, a la policía, a las casas particulares donde todo se silencia para que esta vergüenza no trascienda a la vecindad, a los puestos de trabajo donde todo se aguanta para poder cobrar a fin de mes... Puede que se encuentren una sorpresa y es que las mujeres nos estemos callando y les estamos haciendo un favor a los hombres para que no estén en peor lugar del que ya están, que no ocupen el puesto de monstruos y engendros. Que no solo seamos superiores por ser capaces de estar del lado de la vida y el cuidado de los semejantes sino también del perdón de todas estas aberraciones.

Me pregunto para qué nos callamos tanto, si es porque tienen un pene que nos satisface y nos fecunda, si porque tienen fuerza bruta para ayudarnos a transportar la bombona de butano, o porque son capaces de llevarnos en su coche y pagarnos las compras... Cuando sabes que existen bancos de semen, juguetes sexuales tan sofisticados, bombonas de butano tan ligeras y mujeres que pilotan aviones, guaguas, taxis y tanques de guerra y dirigen empresas e instituciones como si nada, ¿por qué te callas?

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