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El liderazgo estratégico

José Miguel González Hernández

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En las sociedades contemporáneas la incorporación de conocimiento a la vida cotidiana, tanto al trabajo como al ocio, introduce constantes cambios. De ahí que la combinación entre la cultura, la innovación y la formación sea clave para el desarrollo de cualquier región. De esta forma, la competitividad de un territorio depende de su predisposición a la innovación, así como de su grado de internacionalización. No obstante, se ve condicionado por el nivel de renta per cápita, la productividad de los factores y la propia estructura productiva, así como la relación socioeconómica respecto a otras regiones.

En concreto, una de las líneas de actuación debe basarse en los proyectos vinculados a la propia innovación, donde se trataría de desarrollar de forma conjunta las potencialidades novedosas regionales, pero también los elementos de la vida cotidiana, como es la vivienda, el ocio, la enseñanza y la formación, el paisaje, los transportes o el arte, entre otros. La idea es entender el entorno como un ámbito de medio ambiente en el que la creación sea un valor ejemplar, sobre la base de información de alto valor estratégico. Incluso no hace falta tener la primera ni mejor idea. Se trata de saber cómo ponerla a funcionar.

En las actuales circunstancias es necesario impulsar la vitalidad sostenida de la actividad económica para hacer crecer los datos de población activa ocupada a la vez que descender, aún más, los índices de desempleo, así como la desigualdad social a través de una mejora de la distribución de la renta.

De esta forma, se enfoca la actuación hacia el objetivo de consolidar la economía para que no sufra en el futuro los efectos de los vaivenes propios de los ciclos de la economía con la intensidad del pasado y del presente. En definitiva, cualquier propuesta debe ser consustancial a la disminución de la vulnerabilidad y de la dependencia de la sociedad.

Por ello se deben diseñar estrategias regionales que coordinen y ordenen las estrategias comarcales y locales. Es decir, se ha de considerar imprescindible el ejercicio de un liderazgo estratégico para abordar la innegable interdependencia de nuestras economías. Bajo esta premisa, la propia estrategia debe tener un doble objetivo interrelacionado, como es, por un lado, el de favorecer un desarrollo económico sostenido y, por otro, el de conseguir un mayor nivel de cohesión económica y social.

Es innegable que se hace necesario dotar a la estructura económica, tanto productora como distribuidora, de mayores cotas de competitividad, incorporando altos niveles de conocimiento, con la finalidad de competir en excelencia, de forma que el talento aplicado a las actividades de producción y distribución pueda tener tanto una finalidad defensiva, es decir, orientada a la superación de la vulnerabilidad que es consustancial a las economías alejadas de los grandes mercados y a la pequeña dimensión del mercado interior, como activa, en el sentido de tender a la mejora constante de los bienes y servicios producidos y de la forma de producirlos.

Combinar las limitaciones que se tienen con las posibilidades que ofrece la acumulación de conocimientos y los cambios que impulsan, requiere un nivel de reflexión sostenido por información y capacidades de alto valor estratégico. Así que tengamos altura de miras y obviemos la mediocridad porque mejor invertir en conocimiento que sufragar los costes de la ignorancia.

*Economista

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