Espacio de opinión de Tenerife Ahora
Innombrable
Decir mi propio nombre me produce vértigo
Kase.O
Cada tiempo de dudas necesita una palabra para curarse. Huir en contraposición a amor. Amor en contraposición a cobardía. Cobardía en contraposición a futuro. Futuro en contraposición a vértigo. Cada tiempo de dudas necesita un amigo para recomponerse. Alguien que diga: “Hoy, que se respira un miedo insalvable, estoy aquí”.
Cada duda necesita su tiempo y es mejor aceptar la inexistencia de ese alguien que dice, ese alguien que rescata y que brilla. Hoy, que solo hace dolor mezclado con cerveza, no hay nadie que grite alto: “Haré el esfuerzo de no tener que imaginarte”.
Las noches de reconciliación siempre vienen con sudor frío alrededor del cuello y esperanzas muertas tras varios conciertos de desconocidos. Desconocidos lo eran para ti hasta que aquella tarde de febrero pasaron a convertirse con sus letras en una parte más de tu memoria. Entonces piensas en algo a lo que le das vueltas hace días. Te consume saberte inmerso en un mundo de elitistas amantes del prójimo que cuando giran la calle miran cada esquina con entre desprecio y asco. No vaya a ser que se encuentren con lo que -de manera obvia- ellos no serán jamás.
Le das vueltas hace días porque hace algún tiempo que no distingues entre el bien y el mal y por eso bebes traguitos de incertidumbre cada noche. Dormir con el peso de los años apretando la conciencia es bastante más jodido después de un abandono. Y quién sabe cuándo te van a volver a dejar el vacío como único recuerdo.
Lo más probable es que no lo hagan porque ya no lo vas a permitir. Quien se pusiera de acuerdo para aquello cometió el error de pensar que confiarías de nuevo en lugares que no existen más allá de un par de cartas. Utilizaría cualquier argumento para comprar las mentiras con todo lo peor que se me pudiera ocurrir, pero me parece tan innecesario como explicar las bondades de un amor -si es que existe- puro.
Cada tiempo de dudas necesita una palabra; a mí ahora, que no tengo ninguna duda de la fugacidad de todo lo que existe, necesito, más bien, un poema por minuto. Que alguien me devuelva mi futuro y me diga: “Hoy, que solo entra sombra por tu ventana, te regalo todo lo que serás”.