Espacio de opinión de Tenerife Ahora
Modos de partir
La manera de partir es una característica más de otras tantas que tiene una persona. Yo, por ejemplo, siempre me fijo en varias:
- El tiempo que deja pasar entre un libro y otro.
- Su mayor miedo.
- Si utiliza bolígrafo azul o negro.
- Su modo de fumar.
- Su concepción sobre lo sencillo y lo simple.
- Su ortografía.
Esas serían las fundamentales, los pequeños detalles que nadie pregunta hasta que no han pasado varias cervezas o toda una vida. Pero a partir de ahora he añadido a mi lista la forma de decir adiós. No únicamente el modo de marcharse, sino la manera que tiene alguien de despedirse aun a sabiendas de que el próximo encuentro se producirá pasadas 24 horas. Quienes no te recuerdan que te verán mañana es porque saben que tal vez no lo hagan, porque existen con calma en la incertidumbre. Y quienes te lo recuerdan; bueno, supongo que ellos aún mantienen la esperanza.
Para mí, de entre todas, la peor forma de decir adiós es sin despedidas. La razón es que no solo te abandonan, sino que su silencio significa que ni siquiera han tenido el tiempo y las ganas de ofrecer una explicación. Como si no la merecieras, como si no la necesitaras. Esas son las personas que después de la despedida sonríen con indiferencia, quienes pretenden abrirte en canal tras meses de mutismo, cuando ya habías conseguido dejar las heridas muy adentro (solo por si acaso). El problema de este tipo de huidas es que se produce, para ti, de manera progresiva; que te engañas hasta que de repente te encuentras ante un acantilado en línea recta, en un océano encerrado en una habitación de diez metros cuadrados y casi ahogado.
Además de estas, sin embargo, existen las separaciones que duran toda una vida. Las que provocan el tiempo y la distancia, pero que ni siquiera esos elementos pueden vencer. Las que se alargan durante días hasta que las dos partes se dan cuenta que tal vez es mejor no pronunciar la palabra adiós, sino simplemente disimular, mantener el silencio y las ganas intactos por si los kilómetros se acortan y los segundos desaparecen.
Después de todo, entiendo que lo malo de partir es qué hacer con tanta duda. Preguntarse si los recuerdos le pertenecen a uno mismo o son regalos que les dejamos a los demás. Puede que solo sean condenas y aquellos que pregonan que el pasado visto desde el hoy siempre parece mejor tengan razón por una vez. También deduzco que en realidad la peor despedida de todas es con uno mismo; enfrentarse al final con miedo y repetirse: “Que no cunda la calma. Hoy no”.
0