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Perdiendo el juicio

Camy Domínguez

Santa Cruz de Tenerife —

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La actualidad informativa viene siendo cada día más abrumadora. Por todas partes salen casos de asesinatos y violaciones de mujeres. Lo último que acabo de leer es que un tipo que asesinó a su mujer unos pocos años más tarde ha matado a la abogada que lo defendió, con la que tenía una relación. Y pienso para mis adentros: ¿será posible que sigamos siendo tan ingenuos como para pensar que podemos corregir la actitud de un individuo por tan solo sancionarlo regalándole unos poquitos años de cárcel y dejándolo libre a la primera que veamos que hace las cosas bien? Hay un refrán que dice que “por el interés te quiero, Andrés”. Parece que para algunos gremios este refrán es una novedad, o peor aún, un desconocido.

En estos días he podido comprobar que las sanciones si no son duras, que duelan en el alma, o incluso en el cuerpo, no sirven para nada. Un alumno de esos que no aparece casi nunca por el instituto y que cuando viene es con la intención de reventar la clase ayer mismo me dio una lección al respecto.

Y es que en un momento dado, después de llevar un rato incordiando, el susodicho alumno llegó al punto de colmar mi paciencia y le esgrimí el clásico: “¿Quieres que te ponga un parte?”. A lo que él respondió muy ufano: “Ponlo, que no me importa. No me va a pasar nada. El año pasado me pusieron veintidós y tampoco pasó nada”. Como no pasó nada, ¿para qué cambiar?

A ver, señores políticos que hacen las leyes que rigen en este país. ¿Ustedes creen que es lógico que un tipo que mata a tiros a su esposa hace apenas quince años debería estar en libertad como para permitirse el lujo de tener una relación con otra mujer? Pues yo, siendo familiar de esta nueva víctima, culparía a los jueces por haber permitido esa insignificante condena y les haría pagar duramente ese error. La familia de la abogada asesinada estará contentísima de aquella sentencia que permitió al condenado pisar la calle tan pronto. ¡Como para tirar cohetes, vamos!

Me hablarán de que habrá salido antes por buen comportamiento, pero ¿qué buen comportamiento ni qué cuernos? Si se porta bien denle un terroncito de pollo o de azúcar como hacemos con las mascotas cuando las estamos entrenando. Así hace mi hija para enseñar a la gata a sentarse y a pedirá las cosas.  Que parece mentira que  hasta los animalitos aprenden lo que es buen comportamiento... Se supone que nosotros somos “seres superiores”. ¿Acaso en la raza humana hay también seres inferiores? Da la impresión de que así es. Y sobre todo de que cada día parecen ser más abundantes.

¡Que ese tipejo ha matado a una persona, hombre...! ¿A quién en su sano juicio se le ocurre premiar a un asesino dejándolo suelto por buen comportamiento para que acabe matando a más gente? ¿Qué hubiera pasado si, en vez de ser esa pobre abogada, hubiera sido la hija de uno de esos jueces? Matar personas, que yo sepa, no es buen comportamiento (aunque empieza una a dudar de si para recibir premios de esta sociedad va a haber que ir cometiendo crímenes por ahí. Espero que no).

No procede, en mi opinión, que se abrevie la condena de nadie por buen comportamiento. Revisen, señores políticos, esas leyes, que a los que nos comportamos bien normalmente nadie nos premia por ello. Ya debería ser un premio el poder tener la educación, la capacidad y el autodominio, si se quiere, para comportarnos bien. Pero ¿en qué cabeza cabe que por violar a una muchacha indefensa entre cinco tipos asquerosos les adjudiquen tan solo nueve años de condena y que todavía se estén pensando los jueces si los mandan a la cárcel o no? ¿Estamos perdiendo el juicio o qué?

Y no es que yo sea una inflexible ni una inhumana, no. Soy partidaria de la cadena perpetua, si es posible de la que huela lo más parecido al corredor de la muerte. Y la mía es una opinión tan valiosa como otras, como muchas otras, como la suya misma, señora, ¿o no? Estoy segura de que hay más gente opinando como yo, tal vez más de la que creemos. Si usted se porta mal, usted recibe un castigo bien ejemplar por ello. Y les escribe una persona que ha trabajado de voluntaria dando clases en la prisión y consiguiendo con ello que mis alumnos presos disminuyeran su condena en tres días por cada hora de clase que recibían. Eso fue así hasta que me enteré de ello. Ahí mismo abandoné mi labor de voluntariado por falta de convicción de lo que estaba haciendo.

Pero si las cosas se quedan como están, me pregunto cuál será la siguiente sentencia judicial que haga que nuestra mandíbula inferior roce el piso. A mí ya poco asombro me cabe en el cuerpo. Si no tomamos en consideración cómo se están haciendo las cosas, luego no nos extrañemos de cómo están cayendo violaciones en manada y asesinatos machistas día sí y día también. Es lo que estos señores jueces, con sus desmedidas ganas de protagonismo, han creado con tan descerebrado proceder.

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