Como las personas irrepetibles era llamado, según por quién, don Manuel, Manuel, Manolo o Manolito. Ingeniero de Caminos, pronto entendió que un espíritu como el suyo, a falta de vocación, era inmarcesible en el limitado campo de la Administración, y abandonó el entonces privilegiado estatuto de funcionario por el puesto de director de la empresa Agroman, donde las obras que ejecutó, por numerosas, se harían imposible de reseñar. Cualquier conversación con él se revelaba como un privilegio para su interlocutor. Sonriente, ameno y directo, tenía esa singular capacidad de contacto que sólo unos pocos disfrutan y que lleva a hablar igual a un operario que al presidente de su empresa. Imaginamos cuántas veces le fue propuesto ostentar un cargo público del más alto nivel. Pero sabemos que tras su breve paso por la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria, su respuesta habría sido siempre negativa. Su condición natural, unida a sus conocimientos, hiceron de él un líder social. Ese liderazgo lo ejerció en sectores estratégicos como en la producción de agua o en la agricultura. Fue siempre un activo de la sociedad civil canaria. Se nos fue con 83 años un sabio con el atributo de la distinción.