Lo venimos advirtiendo aquí de un tiempo a esta parte: estén atentos a sus pantallas porque presenciarán, señoras y señores, grandes acontecimientos dirigidos a enturbiar todas las investigaciones sobre corrupción que hayan tenido o vayan a tener que ver con el Partido Popular. Y hemos tardado escasamente un mes en leer en los periódicos impresos locales el primer episodio del nuevo culebrón. El abogado grancanario Alfredo Briganty, afincado en Madrid, ha puesto en marcha el ventilador de la conspiranoica del PP después de recuperar sus buenas relaciones de antaño con aquellos dirigentes que le dieron la espalda cuando fue detenido en la primera fase de la operación Eolo. Briganty y el PP coinciden ahora en los mismos objetivos, que no son otros que tratar de lanzar tinta de calamar sobre la investigación de aquella primera operación contra la corrupción en la que fueron detenidas una decena de personas, entre ellas un director general del Gobierno de Canarias que trabajó a las órdenes de Luis Soria entre los años 2004 y 2005 de nuestra era. Agarrándose a unos anónimos que no resisten el más infantil de los test de seriedad en los que se amenaza con la prensa madrileña (ya nos podemos imaginar cuál), Briganty ha empezado a aventar la doctrina que más gusta al PP, y dentro del PP, a la que fuera durante mucho tiempo pariente política suya, María Dolores de Cospedal.