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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Chano Franquis, fuera de la portá

Sebastián Franquis, diputado socialista. (EFE)

Era lo que le faltaba al PSOE canario tras la sucesión indecente de humillaciones infligidas por su querido socio, CC: soportar la injerencia de la Ejecutiva Federal en la elección de consejeros y consejeras que habrán de acompañar a partir del viernes a Patricia Hernández en su pacto con Coalición Canaria. Era lo que le faltaba para terminar de llenar de chapapote un cuadro multicolor de desplantes que parecían ya superados. Un propio de César Luena, secretario de Organización de Ferraz, telefoneó este miércoles a la inminente vicepresidenta, Patricia Hernández, para imponerle, así por las bravas, el nombre de quien tenía que ser la futura consejera de Obras Públicas. Hernández se quedó estupefacta, no podía creerse lo que estaba oyendo de boca del emisario que Luena mandaba a dar la orden. Lo de menos era en ese momento el nombre de la recomendada, Conchy Narváez, quien fuera fugaz alcaldesa de San Bartolomé de Tirajana, sino el gesto realizado por la dirección federal del PSOE, hasta ahora inédito. Patricia Hernández ha contado con plena autonomía para decidir su equipo. La dirección regional, con la que no ha tenido plena sintonía jamás, la ha respaldado en sus elecciones, ha sugerido sin imponer y ha manteniendo un respetuoso silencio en torno a los elegidos. El equipo que habrá de tomar posesión el viernes cuenta, por lo tanto, con el respaldo de la dirección regional socialista, aunque haya sido aprobado por el método del silencio administrativo positivo. Y si había alguna fisura, ha quedado plenamente sellada con la llamada del “funcionario”, apelativo a veces cariñoso con el que se conoce al correveidile que utiliza César Luena para mandar los recados al PSOE canario y devolver a su jefe los que provienen de Canarias. Y el recado que le devolvieron tanto Patricia Hernández como algunos otros dirigentes canarios fue contundente: “Antes rompemos el pacto con Coalición Canaria y nos vamos a la oposición”. Lo que en lenguaje costero común viene a ser “váyase usted a pulpiar, mentecato”.

Estaba en el WhatsApp

La pregunta inmediata que se hizo el periodista cuando le llegó la información era obligada: ¿y por qué se le ocurre a Ferraz imponer el nombre de una persona (da igual quien) para un puesto que -es norma- debe elegir la persona que va a dirigir el equipo del que formará parte? O dicho de modo más sencillo, ¿quién presionó a Pedro Sánchez y a su entorno para enchufar a Conchy Narváez en un puesto ejecutivo que evidentemente le queda grande por los cuatro costados? La respuesta no tardó en llegar, y de alguna manera la adelantamos en esta misma sección hace unos días, cuando comentábamos los textos transmitidos en el grupo de WhatsApp de la dirección del PSOE grancanario. Entre otros nombres como Dani, Molina, Onofre, Jesús Moreno o Cristóbal González, aparecía el de Conchy Narváez. Nadie se imaginó entonces que tal propuesta fuera para ocupar una consejería, pero al conocerse los nombres de las personas que tomarán posesión este viernes, el secretario general del PSOE de Las Palmas de Gran Canaria, Sebastián Franquis, activó al de la isla de Gran Canaria, Ángel Víctor Torres, para declararse en rebeldía. La designación de Carolina Darias como presidenta del Parlamento, la confirmación de Luis Ibarra como presidente de la Autoridad Portuaria de Las Palmas, y la candidatura de Jesús Morera a consejero de Sanidad parecían insuficientes a los dos dignatarios socialistas grancanarios. Ya habían advertido de que la concentración de poder en Tenerife por ser de esa isla el presidente (Clavijo) y la vicepresidenta (Hernández) obligaba a una compensación especial a Gran Canaria. Y no les bastaba con Morera, “al que no consideran de los suyos”, según resumía dramáticamente una fuente socialista del más alto nivel. Así que al no conseguir sus propósitos, Chano Franquis se plantó en Ferraz y montó una zapatiesta de las suyas, con la boca chica pero perretoso, advirtiendo con una crisis de enormes consecuencias si no se corregía eso que él llamaba desequilibrio. Sus quejas se escucharon también en el Congreso de los Diputados donde algunos de sus compañeros del PSOE canario le sugirieron que, ya que iba a quemarse en el intento, que al menos propusiera a una candidata mejor que Conchy Narváez, que no atesora ni capacidad ni méritos para alcanzar tan alta responsabilidad ejecutiva. Pero no, Franquis estaba desbocado y no paró hasta que “el funcionario” telefoneó este miércoles a Patricia Hernández, a tan sólo unas horas de que tome posesión el presidente Clavijo y a dos días de que lo haga ella y el resto del Gobierno.

Los brazos de palo de Franquis

Chano Franquis es el todopoderoso secretario general de la Agrupación Socialista Juan Rodríguez Doreste, de Las Palmas de Gran Canaria. Negado para cautivar a la ciudadanía (sus batacazos electorales son de antología), es sin embargo un eficacísimo dirigente orgánico gracias a su innata habilidad para captar a su alrededor a lo que en los partidos políticos tradicionales se conoce como “brazos de palo”. Se trata de una suerte de militantes que actúan en manada normalmente a las órdenes de quien les ha incorporado al partido previo pago del importe exacto de las cuotas y el aval del secretario general que habrá de beneficiarse de sus sinceros votos en el proceso orgánico generalmente en ciernes. En la agrupación Juan Rodríguez Doreste existen históricos desembarcos de brazos de palo, como el que a finales de los ochenta y principios de los noventa lideró el conocido como Conde Lecquio, en realidad llamado Francisco Hernández Vulcan, por entonces gerente de la cadena de supermercados Cruz Mayor, que apareció por allí con decenas de cajeras y reponedores de mercancías muertos de risa al descubrir de repente que eran militantes del PSOE. Hernández Vulcan venía acompañado de su esposa, Mercedes Roldós, que escaló puestos inmediatamente en la organización socialista hasta llegar a la Ejecutiva Insular del PSOE grancanario, puesto que abandonó en 1994 “escandalizada” por la corrupción, para pasarse sin solución de continuidad al PP, donde sigue tan a gusto sin escandalizarse por la corrupción. Más recientemente es paradigma de los brazos de palo lo que se conoce como “los del voleibol”, desembarcados en la agrupación local de Las Palmas de Gran Canaria de la mano de Manolo Campos y José María García Quer, un traidor que ahora pasa por ser un socialista cojonudo. Gracias a esos brazos de palo de antes y de ahora, a la tibieza de muchos, y a la inacción de la dirección del partido ante denuncias muy graves, Chano Franquis sigue siendo secretario general de la primera ciudad de Canarias. Su habilidad es indiscutible, pero exclusivamente para mantener su rango orgánico y su influencia, que fluctúa en función de si para una cosa o la otra lo apoyan los mayorales (los seguidores de Emilio Mayoral), los del voleibol o los viejos rockeros. Si le fallan los unos, siempre tiene un resorte para que le respalden los otros. Ahora es diputado nacional y tiene que mantener su poder orgánico impoluto hasta al menos la confección de listas para las generales. Porque como tenga la mala suerte de caer en desgracia en el PSOE y quedar fuera de un cargo público, no tendrá un sueldo que llevar a casa. Es de esa legión de políticos profesionales que no tendrían acomodo laboral en la sociedad que dicen querer mejorar para sus conciudadanos.

Una ofensa tras varias ofensas

Tiene toda la razón Patricia Hernández para rebelarse ante la intolerable intromisión de su partido en sus competencias. Tiene motivos de sobra para declarar a Chano Franquis compañerito nocivo para la salud, y por elevación, redomados inútiles a los que forman parte de la dirección federal de su partido. La intervención de Ferraz en todo el proceso de negociación de este pacto entre socialistas y nacionalistas ha sido un interminable disparate. Tenían más acceso a Pedro Sánchez el presidenciable Fernando Clavijo o la diputada Ana Oramas que la candidata Patricia Hernández o los negociadores Paco Spínola o Julio Cruz. Los desplantes y los feos, ora del secretario general, ora del de Organización u ora del “funcionario” fueron unos cuantos, y se convirtieron en apoteósicos cuando decidieron en Madrid que hasta allí había que desplazarse para firmar el pacto, soslayando el detalle de que la candidata socialista no puede volar por estar en avanzado estado de embarazo. Ferraz intervino también para obligar a sus compañeros en corporaciones tan estratégicas como La Laguna, Santa Cruz o el Cabildo de Tenerife a arrodillarse ante el socio nacionalista y soportar sus imposiciones y sus sometimientos hasta límites de la mismísima indignidad política. Y en ninguna de esas ocasiones se escuchó en ningún foro ni la voz de Patricia Hernández ni la de ningún miembro de la Ejecutiva Regional rebelándose seriamente contra esos desmanes, esas intromisiones y esas humillaciones. Todos (o casi todos) callaron y se sometieron. Y Ferraz entendió que así debía tratarlos.

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