La manía de Soria de ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el difunto en el entierro, le acarreó este viernes un sonoro varapalo verbal de Antonio Morales, el adversario político más incisivo y toca-narices que tiene. No le invitó al acto, del que se enteró porque a algunos concejales le hicieron llegar una invitación el día anterior. El Ayuntamiento pone el suelo, su suelo, en su municipio, y no fue formalmente invitado su alcalde. Ni lo fue el Gobierno, pese a que aporta el 50% de la financiación de la obra. Una obra, por cierto, programada en la etapa de Marcial Morales como consejero y que ha sufrido un retraso de tres años gracias precisamente al Cabildo. El Gobierno se personó, por supuesto, para gran contrariedad del presidente insular, quien por cierto cambió su discurso y dijo que todo pudo haberse debido a un malentendido. Sin embargo, en la primera piedra, además de los periódicos, había una placa en la que sólo aparecía el nombre de José Manuel Soria. Morales acabó su discurso haciendo votos por la necesaria coordinación institucional porque, según dijo, todavía quedan muchas banderas por izar.