Soria ya tiene medio recompuesto el mapa de sus amistades, algunas de las cuales quedaron seriamente dañadas a partir de su mes horrible, el que se inició el 10 de diciembre de 2004, día arriba, día abajo. Fueron fechas fatídicas en las que descubrió la angustiosa levedad del acuerdo político en Canarias y la facilidad con la que podían venirse abajo proyectos tan laboriosamente urdidos en despachos, restaurantes y spa's (con perdón por el palabro). Soria jugó fuerte y perdió, pero ha ido reculando poco a poco, sin perder la compostura, sin que se notara su capacidad para transformarse en Clark Gable tras haber llegado bordar un Doctor Maligno de opereta. En El Sebadal ha ajustado cuentas y le han puesto el cuentakilómetros a cero, con la advertencia de que con los socialistas van a llevarse también de perlas. Y en el Iberia ha vuelto a rogar una entrevista dominical a dos planas y bajo palio para fijar posiciones veraniegas.