Nada como dejarlo suelto, a su libre albedrío, con la soltura que proporciona una mayoría absoluta holgada, a escape libre, con los flancos cubiertos, especialmente por la derecha. José Manuel Soria no sorprendió este jueves en el Congreso de los Diputados a ninguna de sus señorías canarias, ni siquiera a las de su propio partido partido, por lo común acostumbradas todas ellas a sus habituales excesos. Como tampoco sorprendió a los periodistas isleños allí acreditados. A los que dejó verdaderamente boquiabiertos fue a los peninsulares dedicados a una u a otra actividad justo en el momento de defender, con ese ahínco que le caracteriza, el Real Decreto por el que se cambia el modelo de independencia de la Radiotelevisión Pública por uno intervencionista directamente dependiente del Gobierno de turno, o sea, el actual. Tenían referencias del sectarismo de Soria, de sus prontos soberbios y de su irrefrenable autoritarismo, evidenciado de manera palmaria en aquel vídeo de amenaza expresa a Argentina por la expropiación de la filial de Repsol. Pero no lo habían visto en vivo y en directo fluyendo tan naturalmente.