Y eso de los inmigrantes que se quedan, que no son precisamente los que llegan en cayucos o en pateras, los que más ruido mediático arman por lo espectacular y escalofriante de su aventura y desventura. La integración a la que dan la espalda las instituciones canarias es a la de los inmigrantes que han regularizado su situación y cuentan con los papeles necesarios. Necesitan socializarse aquí y nadie hace nada por evitar fenómenos de rechazo como los que se dan a menudo y a los que tanto contribuyen algunos titulares de prensa cuando, por ejemplo, un venezolano mata a una venezolana que fue su pareja. Los otros inmigrantes, los que vienen en cayucos o en pateras, o son repatriados o son enviados a las comunidades autónomas que los acogen con convenios en vigor entre sus gobiernos y las ONG. “Ninguno de ellos ha pisado jamás una acera de cualquier pueblo de Canarias”, explicó graficamente el delegado del Gobierno.