Bueno, quizás mecer puede ser un verbo demasiado suave para definir los meneos que en el Partido Popular están propinando a la silla donde sienta sus reales Cristina Tavío, presidenta insular de los populares en Tenerife. Su caída en desgracia no se ha frenado ni un solo momento a pesar de sus denodados esfuerzos por captar adeptos de aquí y de allá, ora prometiendo cargos imposible de otorgar, ora tirando de viejas amistades en Génova que le ayuden a hacer entrar en razón a un crecidito José Manuel Soria. Salvo milagros, que en política siempre son posibles, Cristina Tavío será desplazada el próximo viernes, en el congreso nacional que el PP celebrará en Sevilla, de su puesto de privilegio en el cada vez más influyente y atractivo Comité Nacional, donde hasta ahora es vocal. Para sustituirla suena con mucha fuerza el senador Antonio Alarcó, sin que se descarte que tenga sus pretensiones Manuel Fernández, secretario general del PP canario. Pero no será lo único malo que le pase a Tavío los próximos meses, porque todo apunta a que también resulte desplazada de la presidencia insular acto seguido, y vuelve a sonar para tal afrenta el nombre de su querido Alarcó, al que ella fichó allá por 2005 después de los paseos universitarios y liberales del insigne senador.