Un paraíso llamado Zanzíbar: qué ver en la isla tanzana

Travesía en un viejo Dohw, barco tradicional de Zanzíbar. Marc Veraart

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Zanzíbar es una pequeña isla situada a apenas 34 kilómetros de la costa de Tanzania. A menos de media hora de Dar Es Salam (la capital tanzana) en avión o apenas dos horas en barco. Y aún así es un mundo diferente. Con la costa continental comparte playas kilométricas de arenas blancas, un clima tropical que permanece más o menos estable durante todo el año y poco más. Zanzíbar tiene una historia próxima pero divergente debido a su condición insular y a las culturas que se asentaron aquí a partir del XV. Primero fueron los portugueses; después (casi dos siglos) los árabes que fundaron un sultanato sustentado en el comercio y en la integración de las culturas islámica y swahili. Y esta mezcla fraguó creando una civilización única. Especies, maderas preciosas, persal y esclavos. Estas fueron las columnas de un próspero negocio que se cerró en el XIX con la ocupación inglesa. Entonces llegaron una gran cantidad de emigrantes de La India y Sri Lanka que terminaron de complicar aún más el puzzle cultural.

El resultado es una geografía en la que conviven viejas fortalezas portuguesas con casas árabes de amplios patios, mezquitas e iglesias anglicanas. Un batiburrillo que se pone de manifiesto en las calles blancas de Stone Town, la capital que se construyó en piedra de coral (de ahí su color blanco) y madera que forma parte del exclusivo club del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Y a eso hay que añadir unas playas alucinantes con impresionantes arrecifes coralinos repletos de fauna marina, restos de bosque lluvioso en el que viven especies animales como el Mono Colobo Rojo y plantaciones de especies, base de la economía local hasta la llegada de un turismo cada vez más masivo –por desgracia-. Pero aún así, la isla es un destino atractivo para el viaje ideal para compaginar con un par de días de safari en el continente o para descansar después de ascender al mítico Kilimanjaro..

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La ciudad blanca

Stone Town es el mejor lugar de la isla para ver esta mezcolanza de culturas tan habitual en las rutas del Índico. La Avenida Benjamin Mkapa sirve de frontera entre la nueva ciudad y la vieja: un laberinto de callejuelas que desemboca en playas de arena blanca y fondos turquesas repletos de peces de mil colores. Un paraíso para el viajero de nuestros días, pero un verdadero infierno para los cientos de miles de hombres y mujeres que esperaron su suerte en el Mercado de Esclavos (Tharía Street), un lúgubre conjunto de celdas en las que se encerraba a la mercancía humana antes de las subastas. Los terrenos del antiguo zoco esclavista sirvieron para levantar la Catedral Anglicana, una especie de intento de borrar de cuajo la infamia de siglos de tráfico humano. Pero así es la historia.

Aquellos esclavos construyeron Stone Town sacando del mar grandes bloques de coral blanco y talando los bosques. Y crearon algo insólito y hermoso, pese al abandono de los últimos años. La piedra blanca y la madera son la seña de identidad de la ciudad. Madera labrada en complicados diseños que convierten marcos y puertas en verdaderas historias de las familias que habitaron las casas durante los últimos tres siglos y medio. Dicen que la mayor puerta del África oriental se encuentra en la Casa de Las Maravillas (Sokoku Street; Tel: (+255) 754 710 807), antigua residencia del último sultán de la isla y hoy sede del Museo de Historia de Zanzíbar. Piedra y madera que sirvieron para construir decenas de mezquitas, baños árabes (como el Hammam Persa de Soko Ya Mohogo), templos budistas, iglesias y mercados e ir sepultando, poco a poco, la vieja herencia portuguesa de la isla, hoy reducida a los cimientos del Fuerte viejo y poco más. Y después está el mar. Desde los Jardines de Forodhani las puestas de sol sobre el Índico son sublimes.

El Mercado de Darajani y el Puerto de los pescadores son la mejor manera de zambullirse en la vitalidad de la antigua medina y ver cómo se desenvuelve la población local. Las playas cercanas al puerto son todo un espectáculo; sobre todo cuando parten y llegan los dhows, barcos de madera tradicionales que a{un se utilizan para ir a pescar o para transportar cosas desde la isla principal a los pequeños islotes que se desparraman junto al socaire y resguardo de Zanzíbar. Desde aquí parten los barcos que te llevan hasta la Isla de Changuu (isla de la cuarentena), también llamada la Isla Prisión, por la cárcel que se construyó y no llegó a usarse. En esta isla, donde antiguamente pasaban la cuarentena preceptiva los esclavos que llegaban desde el Continente antes de pasar al mercado, hay una reserva natural de tortugas gigantes ( como las que vimos en Galápagos como las que vimos en Galápagos ) y una playa ideal para lanzarse al mar con gafas y tubo. También cerca de Stone Town está Bawe Island, con una playa brutal y muy buenos fondos para hacer snorkeling.

Las mejores playas de Zanzíbar .- Hay dos zonas principales. En el extremo noroeste se encentran las playas más tranquilas pero, también, las más turísticas de la isla (lamentablemente la costa se ha convertido en una sucesión de resorts). Estas playas dan al canal que separa Zanzíbar del continente y están protegidas de las corrientes del Índico. Kendwa y Nungwi son las playas más populares y más accesibles de esta parte de la isla. En los dos casos estamos ante aguas someras protegidas por arrecifes de coral que son auténticos acuarios naturales repletos de peces de colores. En el extremo sur se encuentra la playa de Kizimkazi, repleta de locales y punto de partida de las excursiones de avistamiento de delfines. En la fachada este de la isla también hay una buena colección de playas aunque estas están más expuestas a las corrientes y al viento. Aún así, la existencia de barreras de coral crea paisajes marítimos increíbles. Las mejores playas de esta zona sonJambiani (buena para hacer esnorkeling),Pongwe, Kiwengwa y Matemwe (ver mapa). Un consejo: llevar unos escarpines de agua para evitar cortes con el coral y problemas con los erizos .

En busca de los monos colobos rojos.- El Colobo Rojo es una rareza zoológica exclusiva de la isla de Zanzíbar que hoy ha quedado recluido a los bosques de Jozani, último refugio de una especie que se encuentra en extremo peligro de extinción. Hoy, la Reserva Natural de Jozani se ha convertido en una de las atracciones turísticas más importantes de la isla. Un bosque de más de más de 2.500 hectáreas que cuenta, además de grandes manchas de bosque nativo, una de las mejores reservas de manglar del Índico africano. Y como guinda del pastel está la posibilidad de ver al Colobo Rojo, que se mueve entre la espesura en grandes grupos que pueden superar los 50 individuos. Las visitas al parque se realzan a través de senderos guiados por agentes locales.

CUANDO IR A ZANZÍBAR : La mejor época para viajar hasta la isla entre los meses de julio y septiembre coincidiendo con el ‘invierno’ local. Las temperaturas medias de este periodo se mueven entre los 26 y los 30 grados centígrados y, lo más importante, es la estación más seca del año. La única pega es que es temporada turística alta y que hay turistas por todos lados. Otra posibilidad es viajar entre octubre y diciembre. Las temperaturas son más altas y hay lluvias esporádicas. Entre marzo y mayo llueve mucho.

CÓMO IR : En avión en vuelo directo desde Dar Es Salam –unos 75 euros-, Arusha, Kilimanjaro, Mombasa o Nairobi, entre otros aeropuertos de la zona. Hay barcos que parten desde Dar Es Salam. Los más rápidos tardan unas dos horas y cuestan unos 35 euros por trayecto; los más lentos demoran hasta 4 horas y cuestan en torno a los 15 euros.

MOVERSE EN ZANZÍBAR .- El transporte público conecta las principales localidades de la isla a través de los dalla-dalla, pequeñas combis que viajan abarrotadas de gente con horarios no muy bien definidos y otras sorpresas típicamente africanas. Eso sí, los pasajes rondan los dos euros. Otra posibilidad es el taxi. Una excursión de un día ronda los 50 euros. Alquilar coche o moto es poco recomendable. Precisas tener permiso internacional y armarte de paciencia. Se conduce por la izquierda, las carreteras están en un estado infame y la policía local te parará cada pocos kilómetros bajo cualquier excusa para pedirte alguna propina. El costo del alquiler ronda los 70 euros por día. También hay combis privadas que conectan Stone Town con los principales resorts. A regatear toca.

Fotos bajo licencia CC: Andrew Moore ; Mussi Katz ; Marc Veraart ; world wide ; alistair.pott ; Olivier Lejade ; David J

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