Cazorla: una joya andalusí a las puertas del espacio natural protegido más grande de España

El Castillo de La Yedra apunta en el espectacular paisaje de Cazorla.

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Acercarse hasta Cazorla en coche es hacer un viaje de tintes casi surreales. Salimos muy de mañana para llegar pronto desde Linares, donde hemos visitado la vieja Cástulo, esa ciudad íbero-romana que poco a poco va saliendo a la superficie gracias al trabajo de los arqueólogos (sólo para ver el Mosaico de los Amores merece la pena la visita) poniendo de manifiesto la importancia del lugar desde varios siglos antes de que llegara Roma. El camino avanza entre suaves colinas cubiertas de filas interminables de olivos. Olivos por todos lados de entre los que, de vez en cuando, surge algún cortijo aislado o las manchas blancas de los pueblos de estas tierras. Pasamos junto a nombres ilustres: Úbeda y Baeza. Pero el objetivo del viaje es otro. Queremos llegar hasta Cazorla en una jornada que amenaza agua y que ya ha dejado manchas blancas en las cumbres de las sierras. Mientras uno se acerca al pueblo la silueta imponente del macizo que forman las sierras de Cazorla, Las Villas y Segura se va agigantando como si fuera una muralla. Los olivos se interrumpen abruptamente. La montaña surge casi vertical mostrando peñascos en los que vemos dar vueltas a los buitres.

Cazorla es uno de esos pueblos blancos típicamente andaluces que deslumbran por su belleza. En esta tierra tienen un gran respeto por lo que son. Y eso se nota en las casas encaladas, en las tejas, en los detalles de cerámica en las calles, en las filigranas de hierro forjado de las rejas de las ventanas… Cazorla es vieja. Mucho. En sus calles y plazas se han encontrado algunos restos romanos (estaban por la zona extrayendo plata) pero el pueblo actual empieza a esbozarse en época islámica y se termina de concretar tras la conquista cristiana y la creación del Adelantamiento de Cazorla. Pocos años después de la victoria cristiana en Las Navas de Tolosa (1212), el rey Fernando III cede al Arzobispado de Toledo un gran señorío en la zona para asentar la presencia cristiana e ir empujando la frontera con el Islam hacia el Sur. La primera consecuencia de este señorío eclesiástico es la construcción de fortalezas a lo largo de la sierra y el asentamiento de grandes contingentes de población llegada desde Castilla.

La visita a Cazorla suele empezar en la Plaza de La Corredera (más conocida como Plaza del Huevo) que sirve de entrada al precioso casco histórico de la localidad. Aquí tienes que ver la Iglesia de San José (La Corredera, 2) con sus curiosas réplicas de obras de El Greco y el precioso edificio neomudéjar del número 12 de la misma plaza. Es un buen comienzo, pero uno se encuentra por primera vez con Cazorla cuando camina por la calle Gómez Calderón y se topa con las vistas del Balcón de Zabaleta. Desde aquí puedes ver el tajo que corta la localidad en dos (Río Cerezuelo) y la mole imponente del Castillo de La Yedra (Camino del Ángel, sn), una fortaleza almohade del siglo XII que fue reforzado por los cristianos (con un interior típico del gótico militar). Esta fortaleza es hoy la sede de un pequeño museo histórico y antropológico (Museo de Artes y Costumbres Populares del Alto Guadalquivir). También desde el Balcón de Zabaleta puedes ver la mole tronchada de la Iglesia de Santa María (Hoz, 6) que nació con mala sombra desde que se puso la primera piedra. Una riada se la llevó por delante antes de que se culminara lo que iba a ser una de las grandes joyas renacentistas de España. Hoy puedes acceder a sus ruinas, subir a una de sus torres (con vistas brutales) y acceder a la enorme bóveda que se construyó para que el río pasara por debajo del templo (y la Plaza de Santa María).

Una vez vistos los grandes monumentos queda caminar por el laberinto de callejuelas que forma este pueblo blanco de maravilla. Desde la Plaza de Santa María puedes acceder a las dos riveras del Cerezuelo. Subiendo hacia La Yedra desde la Fuente de Las Cadenas (Plaza de Santa María) puedes ver lugares como el Camino de San Isidro, que es, con sus 40 centímetros, una de las calles más estrechas de España; la Torre del Reloj y la curiosa Caracolada de Cazorla (Castillo, sn) un lugar donde cada 14 de mayo se encienden unas lámparas de hierro forjado que soportan caparazones de caracoles llenas de aceite. Si vas para el otro lado del Cerezuelo puedes ir a visitar la Iglesia de San Francisco (San Francisco, 15) un bonito templo del siglo XVII o callejear hasta dar con la Fuente de la Cruz (La Torre, 25).

El sendero del Cerezuelo.- Una gozada. Este sendero circular de poco más de 5,3 kilómetros (salida y llegada en la Plaza de Santa María) se adentra en los límites del Parque Natural de las sierras de Cazorla, Segura y Las Villas) y permite pasear junto a las orillas del Río Cerezuelo hasta llegar a la Cascada de La Malena, un pequeño salto de agua que es muy bonito de ver. El camino está acondicionado con pasarelas de madera y puentes por lo que es muy cómodo de hacer y es apto para niños y niñas. A finales del invierno y principios de la primavera es cuando este sendero muestra sus mejores galas con el florecimiento de los cerezos que le dan nombre al río. Y en verano uno puede echarse un chapuzón.

Oleotur Cazorla (A-319, km 10,5 –Cazorla-).- La segunda cooperativa olivarera de Jaén se apunta al turismo con un complejo donde puedes ver cómo se extrae el mejor aceite de oliva virgen extra del mundo ahora y como se extraía antes. La vieja amlazara, convertida en museo, es la gran atracción de la finca, pero aquí también vas a poder visitar el propio olivar, hacer catas de aceite y conocer uno de los ejes culturales más importantes de la provincia.

Tres planes a pocos kilómetros de Cazorla.- Esta zona de la provincia de Jaén está llena de cosas que ver y lugares increíbles. Quizás el más significativo desde el punto de vista natural es el nacimiento del Río Guadalquivir (acceso por JV-7007 -26,3 kilómetros desde Cazorla). Para llegar aquí tienes que subir por una tortuosa carretera de montaña, pero el esfuerzo merece mucho la pena. La llamada Cañada de las Fuentes es un lugar de enorme valor ecológico con pequeños bosques de pino laricio y negral que alternan con fresnos, majuelos y arces. Este lugar abundante en aguas es muy bueno para ver gamos y ciervos. Y si tienes suerte a las nutrias que, poco a poco, van recuperando su espacio en los ríos de este imponente parque natural. Otro lugar interesante es el entorno del pueblo de Peal de Becerro, que atesoran uno de los santuarios íberos mejor conservados de toda España. Los mausoleos principescos de La Toya son dos hipogeos (La Toya y Hornos) que se encontraron intactos en 1908 y ponen de manifiesto el contacto cultural de los íberos con las culturas orientales (Egipto y Fenicia) y Etruria. En el pueblo hay un magnífico centro de interpretación de estos dos enclaves arqueológicos de primer nivel. La otra propuesta está, literalmente, a la vuelta de la esquina. El Castillo de La Iruela (Santo Domingo, sn –La Iruela-) que vemos ahora es almohade, pero sus cimientos puede que se remonten a los primeros años de dominación musulmana. Es una de las fortalezas más impresionantes de la provincia por su estado de conservación y su ubicación. Si sigues hacia la Ermita de la Virgen de la Cabeza (Acceso por Esperilla Alta) te vas a encontrar con un mirador desde el que puedes ver Cazorla y todo su entorno a pocos metros del vuelo de los buitres.

Comer en Cazorla.- Macorina (Plaza La Corredera, 2) Para darse un capricho. Muy buena cocina de autor y muy valiente. Platos y materias primas de la cocina tradicional se convierten aquí en pequeñas obras de arte gracias a un toque asiático muy audaz. Brutal la lasagna de cordero o las alcachofas confitadas con crema de queso idaizabal. Nunca pensamos que un rabo de toro podía convertirse en un sui mai acompañado de mole poblano. Brutal. El precio medio por persona ronda entre los 30 y los 40 euros. Pero merece mucho la pena.

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