Un viaje por la Garrotxa: pueblos medievales, volcanes y bosques de cuento en el oeste de Girona

Las piedras de una vieja masía se recortan sobre el verde de prados y bosques. En La Garrotxa, las viejas casonas sirven para enaltecer el paisaje. Xavi

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Tierra áspera, rota y de mal pisar. Esta definición tan poco alentadora no le hace nada de justicia a este rincón catalán: dicen que el término sólo alude al norte de esta comarca a caballo de las imponentes masas boscosas de La Selva y las primeras alturas serias que anticipan la cercanía de Los Pirineos. Porque basta un simple paseo en coche entre la bellísima Girona (una de nuestras ciudades preferidas del mundo mundial) y Olot, población que ejerce de capital de la comarca, para darse cuenta de que estas tierras no son ásperas, ni rotas y se hace daño uno al pisar sobre ellas. Porque estamos ante uno de los trozos más bonitos de Cataluña, que ya es decir; una pequeña porción que atesora extensos campos de volcanes extintos, quebradas, montes, viejas ciudades con piedras con muchísimo pedigrí y esos campos catalanes que alternan masías con trozos de bosque prácticamente impenetrable. Un lugar digno para hacer una escapada desde la propia Girona o la más lejana Barcelona (apenas 112 kilómetros hasta Olot por la C-17 y la C-37).

Hay muchas maneras de empezar. Pero nosotros recomendamos partir desde la capital gerundense por la carretera C-66; haz la primera parada en Banyoles y asómate a su famoso Lago. Aún no andamos por las tierras ásperas, rotas y de mal pisar, pero te vas a encontrar con uno de los elementos más importantes y que definen la zona: el agua. Aquí llueve mucho; bastante más que en otras comarcas vecinas, hasta el punto de que hay un dicho que dice que si no está lloviendo en Olot no llueve en ningún lado. La primera parada tradicional en la comarca es Besalú, una de las muchas joyas medievales de las tierras catalanas. Deja el coche en el aparcamiento público y date el gustazo de entrar al pueblo pasando sobre el río El Fluviá a través de su magnífico Puente Viejo, una obra maestra de la ingeniería medieval (las piedras más añejas datan del siglo XI) que es, a la vez, puente y fortaleza.

Lo que vas a encontrar en las calles de Besalú te va a encantar. Girona se caracteriza por la enorme belleza de sus pueblos y ciudades (es uno de nuestros destinos preferidos desde siempre), y éste no es una excepción a la regla. Por sus calles no pasaron los siglos y en apenas un puñado de vías y recodo se acumulan verdaderas joyas medievales. La más notable es el Monasterio de Sant Pere (Plaça del Prat de Sant Pere), que está ahí en pie desde el siglo XII y es un buen ejemplo de románico catalán. Pero casi en cada rincón hay cosas que ver y se apelotonan la judería y su sinagoga en la aún puede verse un baño ritual –mikvé- del siglo XI (Baixada de la Mikweh), un puñado de pequeñas y grandes iglesias –como la gótica Sant Vicent-, palacios nobles como la imponente Casa Llaudes (Carrer del Forn, 1), los restos de un castillo (sus muros pueden verse junto a la preciosa y semi derruida Iglesia de Santa María) y mil y un detalles que bien valen un paseo detenido y tranquilo. Para amantes de las curiosidades queda el Museo Micro Mundi (Plaça del Prat de Sant Pere, 15), un curioso lugar dónde se exponen miniaturas que, en algunos casos, hay que ver a través de potentes lupas. Aunque Olot ejerce, como decíamos, de capital comarcal, no es mala opción hacer base aquí si tu intención es pasar más de una jornada por estos parajes.

A Olot se llega en apenas un par de minutos por la A-26, la autopista que atraviesa media comarca de oeste a este –en Olot se transforma en la Nacional 260 que lleva hasta Ripoll-. Antes de llegar a la cabeza de la comarca desvíate un poco para ver la increíble Castellfullit de la Roca, una población medieval encaramada al borde de un escalón de columnas de basalto sobre El Fluviá y visitar la Colegiata gótica y el puente medieval de San Joan les Fonts. La capital comarcal ocupa un espacio de centralidad que permite ir y venir en poco tiempo y visitar los muchos atractivos del lugar. La ciudad no cuenta con la monumentalidad de algunas de sus vecinas pero se deja ver. Hay buen número de edificios notables como el claustro renacentista de El Carme (Plaça Verge del Carme), la barroca Iglesia de San Esteve (Plaça Rector Ferrer, 1), el Palacio de Can Trinchería (Carrer Sant Esteve, 29) y su imponente belén napolitano monumental del siglo XVIII y los más que buenos ejemplos de modernismo que se desparraman por todo el casco histórico (sobre todo en el preciosoPasseig de l'Escultor Miquel Blay donde está la Casa ). A Olot la llaman la ciudad de los volcanes. El más cercano de los más de 40 conos que se levantan por toda la comarca apenas dista un centenar de metros del centro. Subir hasta el Volcán de Montsacopa, que no sólo ofrece muy buenas vistas sobre Olot y sus alrededores sino que también tiene algunos edificios históricos bonitos de ver.

LA GI-524: VOLCANES, BOSQUES ENCANTADOS Y PUEBLOS MEDIEVALES.- Buena parte de los volcanes de La garrotxa se concentran en los alrededores de Olot y la carretera GI-524, que serpentea hasta Banyoles (34,2 kilómetros). Este pequeño tramo de carretera comarcal, que atraviesa bosques y prados mientras sortea las faldas de los antiguos volcanes extintos siguiendo las modestas aguas del río El Ser es uno de los trozos de camino más intensamente bonitos que vimos jamás. A apenas un par de kilómetros de dejar atrás Olot nos topamos con la Fageda D’en Jordá (Acceso por GI-524), una de las joyas botánicas del Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrotxa. Este hayedo impresionante crece en las coladas del Volcán del Croscat y es una buena oportunidad para dejar el coche y echar el pie a tierra por un buen rato. A dos pasos del cono del Croscat (párate a ver su sección cortada en al que puedes ver sus capas internas ´Taludes del Croscat’) se encuentra otro de los volcanes emblemáticos de la zona: el Santa Margarida no sólo es bonito por los bosques que cubren el cono o por el pradillo que ocupa su cráter perfecto: también alberga una preciosa ermita románica del siglo XII. Es una pasada.

Santa Pau es una de las paradas estrella de esta parte de la ruta. Las calles de este pequeño pueblo medieval se cuentan con los dedos de una mano, pero dan para mucho. Hay un viejo puente medieval; un castillo del siglo XI, una iglesia gótica, un antiguo corral que sirvió como mercado durante siglos y unas vistas estupendas sobre la práctica totalidad del valle de El Ser. Desde aquí, la ruta hasta Banyoles alterna pequeños tramos de colinas repletas de bosque y áreas en las que el valle se abre dejando hueco para enormes prados y pequeños pueblos: El Torn; Mieres y el diseminado de San Miguel de Campmajor. Entre este punto y el final de la carretera se extienden los bosques de Can Ginebreda, repletos de sorpresas como la Torre de Can Ginesta o el campo de esculturas de Can Ginebreda, totalmente integradas en la naturaleza.

EL NORTE DE LA COMARCA.- Como te decíamos con anterioridad, dicen que el apelativo de Garrotxa como tierra difícil se refiere al extremo norte de la misma, cuando la montaña empieza ya a picar hacia arriba adelantando las cumbres de unos Pirineos que, en esta parte, ya se encuentran muy adentro en territorio francés. Aquí, el paisaje se convierte en una sucesión de riscos, picos y quebradas cubiertas de densos bosques en los que mandan el roble y el hayedo. Un lugar difícil para ir y venir que siempre necesitó de grandes esfuerzos para domar. Como el que supuso la construcción de la Calzada romana de Capsacosta, ramal de la mítica Vía Augusta que, desde Figueras, se internaba en Los Pirineos conectando esta parte de la vieja Hispania con el sur de La Galia. El estado de conservación de este tramo de la antigua Vía Annia es asombroso y ayuda a comprender como se construyeron estas auténticas autopistas con más de 20 siglos encima. Este tramo de camino entre Sant Pau de Seguries y Sant Salvador de Bianya se ha musealizado con paneles informativos y mapas que ayudan a entender el espacio.

Las montañas dejan poco espacio para las casas que se agrupan en pequeños montoncitos como Oix, que pese a ser poca cosa en lo que respecta a los números, cuenta con puente medieval, castillo e iglesia románica. Lo mismo sucede en el rosario de pueblecitos que van apareciendo a lo largo de las rutas que sube hasta la frontera francesa y que hay que incluir, sí o sí, en el cuaderno de viaje: Beget, Rocabruna, Sadernes… Y así hasta que llegamos a Camprodón, ya en la Comarca del Ripollés y a dos pasos de la marca de Francia. Esta zona del prepirineo es una clase de románico popular; y también un buen lugar para perderse por los caminos y explorar los bosques y prados pirenaicos en los que nos sorprenden viejas ermitas románicas como Santa María d’Escales,Sant Miquel de Monteia o Sant Aniol d'Aguja.

Fotos bajo Licencia CC: Alex Alishevskikh; SBA73; VRoig; Jordi Domènech i Arna; Xavi; Enric Rubio Ros; Andrew Moore

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