Tossa de Mar: un paseo hasta uno de los pueblos más espectaculares del Mediterráneo ibérico

El Castillo de Tossa de Mar desde el Camí de Ronda.

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Hablar del litoral de Girona es sumergirse en uno de los paraísos mediterráneos más imponentes. La Costa Brava catalana es una sucesión constante de maravillas. A cada playa bonita le sucede una cala que lo es aún más y después te topas con un bosque que llega al mar en otra playa aún más impresionante. Los pueblos son verdaderas joyas en los que se combinan un legado histórico apabullante (con viejas ciudades griegas, restos romanos, castillos y abadías medievales…) y un patrimonio antropológico y etnográfico en el que se suman la arquitectura tradicional y muestras de una cultura única (pesca, trabajo en el campo, artesanía, una de las gastronomías de mar y montaña más completas del mundo…). No es de extrañar que el genio de los artistas se potencie en lugares como éste. Catalunya es un tesoro; y esta comarca mágica, que empieza en Blanes y se prolonga (por afinidad cultural e histórica) más allá de la frontera francesa, es una de sus más preciadas gemas.

¿Dónde está Tossa de Mar? Por carretera a apenas 105 kilómetros de Barcelona y a 39 de Girona (otro de los lugares de esta tierra al que adoramos y volvemos cada vez que podemos). El tren no llega hasta aquí, por lo que la única manera de viajar hasta esta localidad en transporte público es el autobús. La empresa Moventis Sarfa conecta Barcelona Nord y Tossa del Mar con varias frecuencias al día (y paradas en las localidades costeras del camino). El trayecto dura una hora y media y el precio del billete es de 12 euros. Desde Girona hay que tomar un autobús hasta Lloret de Mar operado por Sagalés y ahí tomar el bus de Moventia Sarfa hasta Tossa de Mar. La estación de tren más cercana de la empresa pública Rodalies es Caldes de Malavella (línea s RG1 y R11 desde Barcelona y Girona). Esta población está a 25,8 kilómetros de Tossa de Mar. Ahí deberás tomar el bus de la empresa Transports Elèctrics Interurbans hasta Llagostera y el servicio de Moventis Sarfa hasta Tossa de Mar.

Una vez allí te vas a dar cuenta de que no sólo es un lugar con unas playas más que bonitas. Es un destino mucho más complejo que eso que demanda al menos dos días para poder disfrutarlo de verdad y poder combinar los chapuzones, los paseos entre pinares y las visitas a los muchos atractivos históricos y artísticos de la localidad. El más obvio de todos es el imponente sistema de murallas y torres que protegían la Ciudad Vieja (Vila Vella). El Castillo se construyó en el siglo XII para aislar la ciudad de un eventual asedio desde tierra o un desembarco en la Playa Grande aprovechando un promontorio rocoso de difícil acceso. La mejor manera de admirarlo es desde la playa y desde el arranque del Camí de Ronda sobre la Cala Codolar. La importancia de esta fortificación es especial ya que Tossa de Mar es el único pueblo fortificado medieval que queda en la costa catalana. Todo lo que queda de muros adentro es un magnífico ejemplo de ciudad medieval (la Vila Vella) con un revoltillo de casas de piedra que forman un pequeño laberinto de callejas que desembocan en los restos de la antigua Iglesia de de Sant Vicenç (gótica del siglo XV) y la explanada que formaba la Plaza de Armas del castillo. Aquí te vas a topar con una estatua preciosa de la no menos bonita Ava Gadner, que llegó a Tossa para rodar ‘Pandora y el Holandés Errante’ y quedó enamorada del pueblo. Antes de bajar hacia la ciudad camina hasta el Faro de Tosa, desde dónde hay vistas muy lindas sobre los cantiles y bosques que se extienden desde acá hasta las vecinas Canyelles y Lloret de Mar. Y si eres de los que gustan de esas cosas, aprovecha que justo antes de dejar las murallas se encuentra el Museo Municipal (Plaça Pintor Roig Soler, 1; Tel: (+34) 972 340 709), que ocupa el impresionante Palau del Batlle de Sac (siglo XV) y cuenta con una colección de obras de arte que gira en torno a la fascinación que Tossa ha ejercido sobre multitud de artistas de los más diversos lugares del mundo. Pero sólo para ver este palacio medieval por dentro merece la pena la visita.

Tossa desbordó el perímetro de sus murallas a través del Barrio de Sa Roqueta, que junto a la Vila Vella forman el casco histórico de la población. Es aquí dónde se encuentran las típicas postales de calles blancas llenas de flores, escalinatas y pasadizos. Antiguas casas de pescadores que hoy se han convertido en pequeños hoteles, tiendas, galerías de arte, talleres de artesanos y restaurantes y en las que uno se puede encontrar pequeñas sorpresas como la Capilla del Socorro (Plaza de Espanya, 1), un oratorio del siglo XVI construido por varios pescadores para dar gracias por salir vivos de un naufragio, o grandes edificios como Sant Vicenç (Carrer Pou de la Vila, 6; Tel: (+34) 972 342 325), una bonita iglesia barroca del siglo XVII y XVIII con algunos tesoros medievales que se trasladaron desde la antigua iglesia de la Vila Vella.

Otras joyas históricas de esta zona son la Can Ganga (Codolar, 4), una casa del siglo XV –de las primeras en construirse fuera de los muros- que se ha convertido en el Museo de la Mujer y, la Mas Rabassa (Carrer la Guàrdia, 61), una masía fortificada del XVI y, aún con mayor pedigrí histórico, la Villa Romana dels Ametllers  (Pelegrí, 5,), una antigua casona rural del siglo I AC  que según los expertos era la cabeza de una explotación vinícola. Aquí se pueden ver las zonas dedicadas al trabajo bodegas, cisternas de salazón y almacenes) y las zonas residenciales, en las que hay algunos mosaicos notables. Justo en frente del yacimiento se encuentra el Hospital de San Miguel (Pelegrí, 8; Tel: (+34) 972 340 108), un edificio del siglo XVIII que se levantó gracias a las donaciones de Tomás Vidal Rei, un vecino del lugar que hizo una fortuna en América y es considerado el primer indiano español.

Calas, playas y piratas.- A un lado y al otro, Tossa de Mar se encuentra rodeada de una sucesión de cantiles y pequeñas playas que sólo se da un respiro en Playa Grande, justo el hueco que ocupa la localidad. Los caminos de ronda salen de la población y se aúpan a los riscos conectando las diferentes localidades de la costa en un verdadero espectáculo. Al norte de Playa Grande se inicia uno de estos caminos que, en poco más de hora y media, conduce hasta Cala Bona, Cala Pola y Cala Giverola. El camino de Ronda fue todo un alarde de ingeniería. La función principal de esta ruta, que hoy es un atractivo turístico de primer orden en la Costa Brava, era vigilar el litoral y evitar, a partes iguales, el ataque de piratas y las actividades de los contrabandistas. El paseo ida y vuelta hasta Giverola demora unas tres horas, pero no vas a poder evitar darte un par de chapuzones así que lo mejor es dedicarle, al menos, media jornada. En cala Bona casi no hay arena, pero en sus paredes de roca se acumula la vida y es ideal para ir con el tubo y las gafas.

Fotos bajo Licencia CC: Mike Mirano; Josep Maria Viñolas Esteva; Jorge Franganillo; Speed Kore; Albert Torelló; Esther Westerveld; Eneko Bidegain

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