Vigo. La ciudad del mar. El mar en la ciudad

Vigo desde las alturas.

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Minusvalorada hasta el extremo. Vigo se nos presenta a primera vista como una ciudad industrial y gris. Cuando la visitamos por primera vez, apenas nos dio el paseo para comer una de esas famosas mariscadas viguesas, ir a ver un partido al mítico Balaídos (Av de Balaídos) y volver a Santiago de Compostela, base de aquel viaje que, y miren el contrasentido, tenía como principal objetivo esos 90 minutos de fútbol en la casa del Real Celta de Vigo (un equipo al que tenemos especial cariño). Fue ir, ver y volver. La segunda vez ya nos tomamos un poco de tiempo y pudimos ver que la ciudad es mucho más que su puerto, sus cuestas interminables y su fantástico Monte do Castro. Pero también hay que reconocer que ese viaje rasgo apenas la superficie de lo que Vigo es. Una ciudad vibrante en todos los sentidos. No tiene el lustre patrimonial de la vecina Pontevedra (una ciudad bellísima que se pasea con gusto gracias a que tuvo la valentía de expulsar al coche privado de sus calles más lindas), pero tiene un algo en el que, también se asoma la historia y las piedras ilustres. Y el mar… el mar. Siempre el mar.

Vigo no se entiende sin la presencia del mar. El mar no sólo configura de manera decisiva el espacio geográfico en el que se asienta; también es un elemento fundamental que marca la propia vida de la ciudad a través de su puerto. Hoy, la Ría de Vigo es uno de los epicentros de la pesca artesanal e industrial que trasciende a Galicia y a la propia España. Pero hay lugares que ponen de manifiesto que la importancia de este lugar es muy anterior a la explosión de la industria pesquera. ¿Sabías que en Vigo se encuentran las únicas salinas romanas descubiertas hasta el momento? Pues sí. Salinae (Rosalía de Castro, 21) es un yacimiento arqueológico único en Europa y está aquí. Porque la vinculación con el océano de la ciudad viene de muy antiguo (más que las propias salinas) y por eso aquí está el Museo do Mar de Galicia (Av. da Atlántida, 160), justo al lado de la Playa de Samil, famosa por sus arenas blancas y elevada al estatus de mito ochentero gracias a Siniestro Total (otra institución de la historia local).

El Monte do Castro y el origen de Vigo.- La ciudad primitiva se construyó en torno al Monte do Castro. En una estrecha franja entre lo alto de este cerro y la orilla de la Ría se encuentran las piedras más antiguas de la ciudad. Algunas muy antiguas. El Castro de Vigo (Paseo Cronista Xosé M. Álvarez Blázquez, 16) es testigo de las primeras centurias de historia de la ciudad y en sus muros puede verse la evolución desde su origen como poblado fortificado celta (siglo I aC) hasta sus primeros tiempos como germen de la ciudad romana. El otro gran hito de esta pequeña acrópolis viguesa es el Castelo do Castro (Paseo Rosalía de Castro, 5), una vieja fortaleza de origen medieval (aunque seguro que antes fue romana) que fue transformándose a lo largo de los años para proteger la ría de visitantes indeseados (como los vikingos en los siglos IX y X o los ingleses durante los tiempos de gloria y decadencia del Imperio). Desde aquí las vistas son brutales. Vigo en los días de sol es un lugar glorioso. Desde el Castelo hay que bajar hasta el Areal (pasando por el Castelo de San Sebastián -Subida Barranco, 16-) para explorar el casco histórico vigués.

Primero, la ciudad se quedó tras las antiguas murallas que seguían el curso de la calle Elduayén encerrando el puñado de calles laberínticas del casco Vello Alto (aquí puedes ver lugares de interés como la Mina de Neptuno (Segunda República, 14), un depósito de agua del siglo XVI o el Pazo Arias Taboada (Rúa Abeleira Menéndez, 8), un antiguo palacete que hoy alberga la colección pictórica de Francisco Fernández del Riego. Ya hacia el mar la ciudad se desparrama en callejuelas y plazas donde abundan las casas solariegas y algunos grandes edificios (como la Concatedral de Santa María –Igrexia, 10- , la Casa Torre de Ceta y Arines –Almeida, 2- o el Palacio de los Pazos Figueroa –Almeida, 1-). El casco histórico es pequeño, pero lindo de ver. Y de disfrutar. En las calles Rúa Real y Rúa Teófilo Llorente (dónde también puedes visitar el Mercado del Berbés que es un espectáculo a primera hora de la mañana) se apelotonan las tabernas y los bares de tapas. La Alameda da Praza do Compostela adelanta el típico ensanche burgués de finales siglo XIX donde puedes encontrar algunos edificios interesantes y centros culturales como el MARCO, el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo que ocupa una antigua cárcel (Rúa do Príncipe, 54).

Bouzas, de pueblo a barrio marinero.- El otro punto patrimonial de Vigo es Bouzas. Hace 100 años, este lugar era un pueblo independiente, pero el crecimiento de Vigo como puerto literalmente lo engulló y hoy es una parte más de la ciudad: y muy bonita. De Bouzas destacan las calles de su casco antiguo, el parque de La Alameda y la bonita Iglesia Parroquial de San Sebastián (Rúa de Sebastián Elcano, 24), que data del siglo XVII y merece la pena ir a verla. El puerto se ha comido el litoral de Bouzas; pero yendo hacia poniente hay un rosario de pequeñas playas (Adro, Fontoura, Bouzas y Santa Baia) que, Museo do Mar mediante, anticipan las arenas kilométricas de Samil. En Bouzas también hay un par de buenos bares para comer pescados y mariscos de la zona.

Una excursión hasta las Islas Cíes.- Los primeros pasos por las Cíes hay que darlos en el centro de Vigo ya que el Centro de Visitantes está junto a la Concatedral (Rúa Palma, 4) en un viejo palacio reconvertido en museo y oficinas del Parque Nacional de las Islas Atlánticas. Las excursiones que van hasta las Islas Cíes salen desde Vigo, Cangas de Morrazo, Portonovo, Sanxenxo y Baiona. El cupo de visitantes al día es limitado, por lo que conviene sacar los billetes (y el preceptivo permiso) con antelación. Las islas son un verdadero paraíso natural que bien merece una visita; pero si vas a Vigo en agosto o principios de septiembre prepárate para lidiar con una verdadera horda de turistas. El permiso para acceder a las islas se saca con 30 días de antelación a través de un formulario web de la Xunta de Galicia. Tener el permiso es imprescindible para poder comprar el billete de barco.

Fotos bajo Licencia CC: Pedro; J. Carlos Nesta; Juan Antonio Segal; Sergei Gussev; elchicogris; Alain Rouiller

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