Descubriendo el Valle del Alagón: una de las comarcas culturales más intensas de Extremadura
El río Alagón se estrena en tierras de Extremadura de una manera sublime. El Meandro del Melero se ve de escándalo desde el Mirador de La Antigua. El río describe una curva cerrada que casi convierte en isla al cerrillo de Romerosa que en su condición cuasi insular se permite hasta tener una playa resultona. La Sierra de Francia va muriendo ya por estos parajes anunciando las llanadas del sur. Pero aún ofrece perfiles que apuntan de manera modesta hacia arriba y enormes manchones de bosque que acentúan la belleza del lugar. Estamos muy cerca de Las Hurdes, esa comarca de resonancias míticas que fue casi inaccesible hasta antes de ayer. Pero nosotros miramos hacia el sur siguiendo el cauce de un río que va buscando ya el abrazo de muerte que lo ata al Tajo. Los últimos pliegues de la sierra llegan justo hasta las orillas del Embalse de Gabriel y Galán, que hace de frontera. A levante, los pinos; al poniente los campos de cultivo y casi en una isla sobre las aguas la antigua Granadilla a la que hay que ir para ver su muralla, su imponente Castillo de Alba y el lugar espectacular que ocupa. Ya hace un buen rato que andamos en Extremadura.
Esta parte de España tiene muchísimo que ver. Siempre estuvo a trasmano este rincón de la Península. Y aunque eso tuvo efectos negativos en cuestiones relativas a los dineros y el desarrollo, también posibilitó que buena parte de sus pueblos y ciudades quedaran intactas a lo largo de los siglos. Y esto no siempre fue así. Aunque la cosa ha mejorado mucho, las infraestructuras de transporte aún son una asignatura pendiente por estos lares. Pero hace veinte siglos, por aquí pasaba una de las más importantes rutas de la Hispania romana. La Vía de la Plata cruzaba la región de sur a norte y fue una de las principales arterias comerciales de la Península durante siglos. Una calzada que canalizó la comunicación entre las regiones mineras del norte y las florecientes ciudades del sur e irradió las bonanzas de la romanización en la región. Riquezas, infraestructuras, villas y ciudades.
Cáparra (C-11.2; Tel: (+34) 927 199 485) fue ciudad de importancia. De aquellos tiempos de gloria apenas queda en pie uno de sus arcos (único en España por su configuración) y algunos muros que, poco a poco, van viendo la luz tras siglos bajo la tierra. Las excavaciones han dejado al descubierto unas termas, numerosas casas, tabernaes, edificios públicos y restos de las antiguas calles y calzadas de la ciudad. Según parece, el lugar quedó despoblado tras la invasión musulmana. Y se le perdió la pista durante siglos: centurias en las que por aquí no pasaba nadie. Un pequeño centro de interpretación te permite hacerte una idea de lo que fue antes de caminar por lo que queda de una ciudad que dejó de aparecer en textos y documentos en el siglo IX. Incluso dicen que una expedición de colonos intentó repoblarla un par de centurias más tarde y que, sencillamente, no la encontraron.
Más al sur el valle completa su transformación en vega. Grandes explanadas cubiertas de encinares, campos de olivo y cereal que se extienden por todos lados. Y cada tanto un pueblo. Algunos pequeños y casi anodinos. Otras verdaderas joyas. Como Galisteo y su impresionante muralla de origen medieval (almohade para ser exactos). Un pueblito que no parece gran cosa pero que sorprende por todo lo que ofrece en apenas un par de calles: un castillo calatravo; restos de la alcazaba árabe; una iglesia románico mudéjar; un puente del XVI; algunos palacetes notables…
PARADA Y FONDA EN CORIA.- Coria ejerce con justicia como capital del Valle del Alagón y rivaliza sin complejos con otros centros patrimoniales de la provincia como Cáceres o Plasencia. Ciudad antigua que fue posta de la Vía de la Plata romana y sede de la poderosa Casa de Alba durante la Edad Media: dos circunstancias que, por sí solas, explican lo que se encuentra tras las impresionantes murallas de la ciudad, herencia directa del municipum romano. En apenas un puñado de calles se apelotonan grandes edificios como la Catedral de Santa María de la Asunción; el Palacio de los Duques de Alba; el imponente Castillo de la Casa de Alba, el Monasterio Franciscano, el Convento de la Madre de Dios o su puente medieval que, como curiosidad, perdió su río hace bastante. La antigua Cárcel Real, un imponente edificio del siglo XV, reconvirtió sus celdas en museo arqueológico y es una buena manera de conocer la riquísima historia de la localidad y sus alrededores. Las piedras nobles se reparten por toda la ciudad, que murallas adentro forma uno de los conjuntos patrimoniales más impresionantes de la región. Las más vetustas son las de la propia muralla, que llevan ahí casi dos milenios como si nada. Las puertas monumentales rivalizan con la mole del Castillo, casa de los Alba en estas tierras y uno de los mejores ejemplos de arquitectura militar de la provincia.
Pero el punto fuerte de Coria es su situación a mitad de camino de casi cualquier lugar en la zona de influencia del Alagón. Como los Canchos de Ramiro, un paraje casi surrealista que es de los mejores lugares de la comarca para ver al Buitre Leonado y a su pariente Negro. Una pared de piedra rota por el río forma una especie de puerta de muros verticales que obstaculiza a medias el avance del Alagón y forma uno de los humedales más importantes del este peninsular; pliegue de piedra que avanza desde la cercana Monfrague y que forma otro paraíso para las aves. Si eres andarín puedes hacer la ruta de 10 kilómetros (ida y vuelta) que sale desde Cachorrilla y recorre la dehesa hasta el mismísimo pie de los Canchos. Otra opción es bajar hasta Ceclavín y tomar el Barco del Tajo, que recorre esta parte del Embalse de Alcantara en cruceros de dos horas y media (18 euros).
Alcántara y la Garganta del Erjas.- Alcántara es la última localidad del Valle del Alagón. Las aguas presas por el enorme embalse vuelven a ser libres poco después del pueblo. Aquí se encuentra uno de los hitos patrimoniales más importantes de España: el soberbio Puente de Alcántara, una joya de la ingeniería romana que se construyó en el siglo II para salvar el obstáculo del Tajo y conectar las vías que llevaban hasta Lisboa con la Vía de la Plata. La construcción es tan impresionante que los árabes llamaron al pueblo que hay en las inmediaciones Al Qantarat, que quiere decir ‘el puente’. Estamos ya a dos pasos de la frontera con Portugal. Otro puente de la época, aunque más modesto, une las dos naciones sobre el pequeño cauce del Erjas. El Puente de Segura no tiene la monumentalidad ni la fama de su vecino, pero ahí sigue aguantando el paso de los siglos y de los vehículos que aún lo cruzan a diario. El Río Erjas marca el límite entre España Y Portugal durante muchos kilómetros. Es poco menos que un río pero poco más que un arroyo. Lo suficientemente importante para excavar un cañón espectacular lleno de pozas, pequeños saltos de agua y hasta rápidos que atraen a los amantes del piragüismo de aguas bravas. El carácter fronterizo del lugar queda de manifiesto en lugares como Zarza la Mayor, que linda con el Castillo Templario de Peñafiel, una de las muchas construcciones militares que vigilaban los pasos del vecino en los dos lados. Hoy, con las fronteras abiertas y las desconfianzas en horas bajas, son sólo edificios notables que bien merecen una visita.
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