Qué ver en Logroño: guía para visitar una de las ciudades más desconocidas de España

Skyline logroñés. El casco histórico de la capital riojana es una verdadera joya con edificios notables.

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Gol en Las Gaunas… Y poco más. Es una de las capitales de provincia más desconocidas de España. Muy poca gente se fija en Logroño. Anclada en mitad de verdaderas potencias del turismo de ciudad de España (Pamplona al norte y Burgos al oeste) la capital de La Rioja apenas destaca, para el gran público, como parada posible del puñado de valientes que empieza el ramal francés del Camino de Santiago desde Roncesvalles (Camino Navarro) o el mítico puerto de Soport (Camino Aragonés). Pero hay bastantes cosas para ver y hacer. ¿Acaso hay alguna otra ciudad española que pueda presumir de un cuadro del mismísimo Miguel Ángel? Pues no. Como parada obligada de la ruta jacobea, la ciudad tiene un puñado más que notable de arte; una historia que se remonta a los tiempos de Roma gracias a su condición de puerto fluvial en el Valle del Ebro –en el vecino pueblo de Varea donde se encuentran los restos de Monte Cantabria, un antiguo castro celta que fue, posteriormente, ciudad romana- ; una gastronomía de altura que tiene como máximos exponentes sus excelentes vinos y las tapas de la Calle Laurel (madejas, madejas, madejas…). Logroño es una ciudad pequeña. Bastan dos días para ver bien todo lo que hay que ver; pero los alrededores de la ciudad acumulan atractivos y a tiro de piedra hay verdaderas joyas de la talla de Nájera –con el Monasterio de Santa María la Real como imán para amantes del arte medieval-, Santo Domingo de La Calzada o la Sierra de Cebollera. Pero nos centramos en la ciudad. La pequeña y coqueta Logroño.

¿Por dónde empezamos? Como si fuéramos peregrinos. El Camino de Santiago entra en La Rioja por un paisaje marcado por las vides y las bodegas: El Coto; Marqués de Vitoria; Faustino… El Camino viejo de Viana (otra magnífica villa monumental a menos de 20 kilómetros) atraviesa una zona de viñedos antes de bajar, casi de golpe, el escalón que conduce a las orillas del Río Ebro. Y la ciudad aparece de sopetón. No es mala idea hacer los últimos kilómetros de la senda jacobea y atravesar el Puente de Piedra, la pasarela histórica que sustituyó en el siglo XIX al puente medieval anterior. Aún sirve para cruzar el Ebro y plantarse en las calles del casco histórico logroñés por la Rua Vieja, justo por el lugar por donde los peregrinos entraban en el antiguo burgo cuando estaba toralmente rodeado por murallas.

El Camino es un eje central para la ciudad. Y el ambiente de camino, que se diluye en ciudades más grandes como Pamplona, Burgos o León, aquí se deja notar muchísimo: los peregrinos, que antes eran un fenómeno de verano, se dejan ver todo el año y su impronta en la ciudad fue y aún es notable. Un ejemplo es la Concatedral de  Santa María de La Redonda (Portales, 14) que es desmesurada para el tamaño de la ciudad (aún en la actualidad). Aquí había una sencilla catedral románica que tuvo que ser ampliada a finales del XV para poder dar servicio a los peregrinos. Y el resultado es un templo mitad gótico, mitad barroco (exuberante en su portada retablo) en el que los guiños al Camino son constantes y que presume de esa Crucifixión que, según dicen los que saben de estas cosas, fue pintada por el mismísimo Miguel Ángel. El otro gran templo de la ciudad es Santiago El Real (Barriocepo, 8), que se encuentra en pleno camino. Aquí vas a encontrar otros dos elementos íntimamente relacionados con la ruta jacobea: la Fuente del Peregrino y un enorme tablero del Juego de la Oca instalado en una placita junto a la iglesia. Según muchos medievalistas este juego no es otra cosa que una representación del propio camino ideado por los caballeros templarios. El otro gran hito patrimonial que da cuenta de los primeros siglos de existencia de la urbe son los restos de la muralla en torno al Fortín del Revellín (Once de Julio, 6). Aquí se conservan los últimos lienzos de la fortificación medieval que sobrevivieron a la expansión de la ciudad. En otros lugares, como en el Camino del Norte y la Calle San Gregorio, se puede ver como partes de la antigua muralla quedaron integradas en las fachadas de las casas.

El tamaño de Logroño es ideal para ir y venir por sus calles e ir descubriendo otros edificios históricos y lugares de interés. La calle que articula todo el casco medieval es Portales (porticada y muy bonita), que sirve de eje longitudinal entre los dos extremos de la Logroño histórica. A dos pasos de esta calle se encuentra todo o casi todo lo que hay que ver: viejos palacios y casonas nobiliarias convertidas en bibliotecas o centros culturales, las iglesias que no faltan, las plazas… En algunos lugares, la concentración de patrimonio crea rincones de gran belleza. A nosotros el sitio que más nos gusta de la ciudad es la Calle de San Bartolomé. Aquí te vas a encontrar un par de joyitas que están, literalmente, pegadas pared con pared. La más bonita es la propia San Bartolomé, una preciosa iglesia gótica del siglo XII que no sólo es la más antigua de toda la ciudad: también es su propio germen ya que se construyó para dar asistencia a los peregrinos.

Pero hay mucho más. Otros lugares que merecen la pena son el Mercado de Abastos de San Blas (Sagasta, 1) o el conjunto que forman el actual Parlamento de La Rioja y la Biblioteca Almudena Grandes (Marqués de San Nicolás, 111), que ocupan las dependencias del antiguo Convento de La Merced. Este lugar fue desacralizado en el siglo XIX y, por suerte, siguió en uso (como fábrica de tabacos) lo que evitó su ruina. Hoy, la zona de la iglesia y sacristía se usa como sede del Legislativo riojano y sus claustros son la biblioteca. Ahí mismo hay otro edificio histórico del siglo XIV que se usa como centro cultural y de exposiciones (la Sala Amós Salvador).

La mítica Calle Laurel.- Una de las capitales del tapeo en España sin lugar a dudas. La Calle laurel (130 metros medidos) sirve de eje de una pequeña aglomeración de bares, tascas y restaurantes dónde se bebe bien, se come mejor y se pasa de maravilla. Los bares más celebrados por los locales son lugares como Soriano, El Muro, Páganos o el Jubera. Pero la oferta es amplísima y se han incorporado nuevos templos dónde se apuesta por la nueva cocina aunque sea en bocados pequeños (como el Tío Blas o el Gastrobar Torres). Cada cual tiene su especialidad: los champiñones del Soriano; los famosos cojonudos de El Muro; los pinchos morunos del Páganos o las papas bravas del Jubera… El catálogo de pintxos y tapas es enorme (estamos hablando de casi 70 bares en tres calles) y hay dónde elegir. Otro mítico logroñés es el Café Moderno (Francisco Martínez Zaporta, 7): este establecimiento está abierto desde principios del siglo XX y tiene el característico carisma de los cafés históricos.

De museos por Logroño.-  El más importante es el Museo de La Rioja (San Agustín, 23) que se encuentra instalado en el conocido como Palacio de Espartero (porque aquí vivió el general Espartero después de su retiro de la vida pública). Ya sólo por ver el palacio por dentro merece la pena ir a verlo, pero las colecciones arqueológicas, históricas y artísticas que se custodian aquí son bastante interesantes. Otro punto de referencia cultural de la ciudad es el Centro de la Cultura del Rioja (Mercaderes, 9), un museo dedicado al vino. Este lugar también está instalado en un antiguo palacio, pero ha sido transformado de manera muy audaz con una actuación arquitectónica que, de por sí, es una verdadera obra de arte. El otro gran museo de la ciudad se encuentra en la otra orilla del Ebro. La Casa de las Ciencias (El Ebro, 1) ocupa las antiguas instalaciones del matadero municipal y ofrece actividades de divulgación científica, exposiciones y talleres.

Disfrutar del Río.- El Ebro es un elemento fundamental de la trama urbana de Logroño y por eso ha quedado integrado a través de dos grandes jardines fluviales. El más tradicional es el Parque del Ebro que se encuentra junto al casco histórico y desde dónde parte el Puente de Hierro, una de las pasarelas tradicionales. Desde aquí puedes cruzar el río hacia la Casa de Las Ciencias. En una de las zonas de expansión de la ciudad está el Parque de La Ribera, una gigantesca zona verde con equipamientos deportivos y culturales dónde, además, puedes ver algunos restos históricos.

Fotos bajo Licencia CC: Santiago López-Pastor; Hans-Jakob Weinz; Assillo; Adam Jones; Ángela Llop; Ángel Muñoz 

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