Pequeña guía de Innsbruck. Instrucciones para visitar la capital del Tirol austriaco

Patrimonio y montañas. Tejados de Innsbruck.

Viajar Ahora

20 de mayo de 2022 22:58 h

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Basta media hora de paseo para ir de una punta de Innsbruck a la otra. La capital del Tirol austriaco es un pueblo grande encajonado en el fondo de un profundo valle cercado por alturas en las que reinan las nieves perpetuas. El Rio Eno (Inn en la lengua local) excavó aquí una verdadera trinchera. Y ahí está la ciudad rodeada de picos enormes en uno de los escenarios más bonitos de Europa. Una población que no llega a los 150.000 habitantes pero que da para mucho más que para servir de acceso a las pistas de esquí. Innsbruck es, también, la capital de esta parte de Austria. Y como tal atesora una historia que queda plasmada en piedra en las calles de su precioso centro histórico, todo un ejemplo de la arquitectura barroca austriaca. Una verdadera delicia concentrada en un par de cuadras que se puede conocer bastante bien en una jornada bien aprovechada. Aunque pasar aquí una o dos noches es más que recomendable.

Qué ver en Innsbruck.- El casco histórico de la ciudad se concentra entre la estación de tren y el río. Son apenas diez o doce manzanas que se organizan en torno a la calle María Teresa, arteria peatonal que cruza el Innenstadt –centro- de norte a sur. Si llegas en tren, la mejor manera de iniciar la visita es ir desde la estación hasta Maria Theresien por Salurner Strasse. Aquí podrás ver el Arco del Triunfo, una puerta ornamentada del siglo XVIII que sirvió para marcar el nuevo límite de la ciudad cuando esta sobrepasó las estrecheces del Burggraben, antigua muralla medieval. Aquí te vas a topar con la primera imagen monumental del Innestadt. Y te va a sorprender lo mucho que hay en tan poco espacio. Lo mejor de Innsbruck es la sensación de armonía. Uno se va a topar con elementos singulares, como la Columna de Santa Ana (Maria Theresien Strasse, 18), un monolito erigido para dar las gracias por la expulsión de los bávaros en 1703. Pero uno hace una panorámica de 180 grados y puede ver que nada desentona. Todo parece estar en su sitio. Como si fuera un escenario.

En el entorno de la calle María Teresa hay varias cosas que se pueden ir a ver. El Taxispalais (Maria Theresien Strasse, 45) es un soberbio palacio barroco que alberga un museo de arte contemporáneo. Aún si no eres muy amante de este tipo de lugares, merece la pena poder ver el edificio por dentro. Justo en frente está la Iglesia de San José (Maria Theresien Strasse, 42), otra joya barroca de la ciudad célebre por su elegante campanario de toques orientales. Otro lugar interesante es el Museo Estatal del Tirol (Museumstrasse, 15) en la que puedes rastrear el pasado de la región a través de sus colecciones arqueológicas (las prehistóricas y romanas son excepcionales) y artísticas. Como sucede con el Taxispalais, este centro ocupa un palacio imponente que incrementa el valor patrimonial de las colecciones.

Para ver el famoso Tejadillo de Oro (Herzog-Friedrich-Strasse, 15) hay que adentrarse en el pequeño laberinto de callejuelas del Burggraben. Más allá de Marktgraben, la fisionomía de la ciudad cambia y las calles rectas desaparecen. Lo primero que sorprende del antiguo burgo medieval es su frente de casas abigarradas que encierran el conjunto. Los edificios, literalmente, se comieron las murallas creando un baluarte de ventanales, arcos y tejados. Es precioso. Dentro hay bastantes cosas que ver más allá del célebre tejadillo, un balcón medieval del siglo XV que fue decorado con más de 2.700 azulejos de color cobrizo que le dan ese aspecto dorado. Este voladizo prodigioso adorna la que fue residencia del Emperador Maximiliano, padre de Felipe el Hermoso y abuelo del emperador Carlos. A dos pasos de aquí puedes ver el Hofburg (Rennweg, 1) un conjunto palaciego y defensivo que ocupa el lugar del antiguo castillo medieval. Ni que decir tiene que se trata de un lugar suntuoso que pone de manifiesto el gusto de la antigua familia imperial austriaca por el lujo extremo. En los anexos de la Hofkirche o Capilla Real (una iglesia gótica brutal dónde puedes ver algunas tumbas reales como la del Emperador Maximiliano) se encuentra el Museo de Arte Popular del Tirol (Universitätsstrasse, 2); dicen que es el museo más bonito de Europa. No dejes el Burggraben sin pasarte por la Catedral de Santiago (Domplatz, 6). Por fuera no dice mucho, pero por dentro es bonita de ver. Cruza el río para verlo todo desde otra perspectiva.

El Palacio de Ambras (Schlosstrasse, 20).- Las piedras más antiguas de este lugar datan del siglo X, pero del castillo medieval que sirvió durante siglos de residencia de los señores de Merania, dinastía que controló la zona hasta la llegada de los Habsburgo. Maximiliano I lo usó como pabellón de caza pero su nieto Fernando II lo convirtió en uno de los alardes renacentistas más esplendidos al norte de Los Alpes. El castillo queda un poco lejos del centro de la ciudad, pero se puede llegar en autobús público (línea 4134 con parada en la estación de tren) hasta la puerta. Este lugar es fastuoso. De su interior hay que destacar el llamado Salón Español (hay que recordar que Fernando II era bisnieto de los Reyes Católicos) una de las cumbres del renacimiento centroeuropeo. Hoy este conjunto palaciego alberga un museo que muestra buena parte de las colecciones artísticas de los Habsburgos austriacos.

El funicular Nordkette (Estación central: Rennweg, 3; Tel: (+43) 512 293344).- Este antiguo cable se inauguró hace casi cien años (concretamente en 1927) para conectar el fondo del Valle del Eno con las cumbres de Hafelekar (a 2.269 metros sobre el nivel del mar) y las pistas de la estación de esquí de Innsbrucker Nordkettenbahnen. Y es una de las cosas que hay que hacer sí o sí si se visita la ciudad. Aquí lo hacen todo a lo grande y el Nordkette es un ejemplo magnífico de lo que supone invertir en instalaciones. Que hay que darle un lavado de cara al funicular, pues se llama a una de las mejores arquitectas del mundo y ya está. Subir hasta lo alto de Hafelekar es una experiencia buenísima. Las vistas desde allá arriba son geniales y puedes planear una jornada de senderismo por las alturas o simplemente subir, hacer un par de fotos brutales, tomarte un chocolate caliente y volver a la ciudad. Ver las estaciones diseñadas por Zaha Hadid es un aliciente más para darse el garbeo hasta las alturas. El billete ida y vuelta hasta el tope de la montaña cuesta unos 45 euros. Un poco ‘salao’, pero merece la pena.

El Museo de la Fundición (Zeughausgasse, 1).- Esta antigua fundición-armería del siglo XV queda un poco apartada del centro pero es otro de los lugares que hay que ver sí o sí si se visita Innsbruck. El Tirol es una de las regiones mineras más ricas de toda Europa y el cobre es uno de sus grandes tesoros. Así que una vez instalado en la región, el emperador Maximiliano ordenó construir esta fundición para aprovechar esas riquezas naturales y apuntalar poderío militar de su dinastía fabricando cañones a cascoporro. Hoy, la fundición es una de las sedes del Museo Nacional del Tirol y alberga colecciones de carácter histórico. El edificio es una maravilla.

El Tyrol Panorama Museum y una de las pistas de saltos más famosas del mundo.- Los deportes de invierno son una de las señas de identidad de esta parte del mundo. Y entre ellos destaca el salto en esquíes. Puede que ir a ver uno de estos trampolines no te ponga nada, pero el Bergisel Ski Jump es especial por varias razones. La primera es que es otra de las contribuciones de la arquitecta Zaha Hadid a la grandeza contemporánea de Innsbruck. La segunda es que las vistas desde su torre son más que notables. Ahí mismo está el Tyrol Panorama Museum (Bergisel, 1-2) un curioso centro cultural que muerta, a través de un mural de 360 grados, el desarrollo de la Batalla de Bergisel. Este episodio fue uno de los eventos decisivos de la rebelión tirolesa contra la ocupación napoleónica y aún hoy se le considera clave en la identidad nacional local. Es interesante.

Fotos bajo Licencia CC: Bernd Thaller; Aleksandr Zykov; Dr Bob Hall; flightlog; Helge Thomas; Markus Rauscher-Riedl; Luigi Mengato; Alejandro

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