Un paseo por Rimini: de Julio César a Fellini

Casas de Il Borgo, uno de los barrios históricos de Rímini.

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La Piadina romañola es un simple bocadillo pero con mucho estilo; a lo italiano. La masa de harina fina y abundante sal se amalgama con agua y grasa de cerdo lo que da como resultado una tortilla sabrosa. La Piadina más tradicional viene rellena con queso scuacquerone y rúcula. Pero desde este punto de partida hay numerosísimas combinaciones posibles que incluyen los jamones locales, esas berenjenas escabechadas que quitan el sentido, ricota con cebolla caramelizada, tomates secos… La gastronomía es uno de los platos fuertes de cualquier visita a Italia. Cada región, cada ciudad y hasta cada minúsculo pueblo tiene su especialidad que esgrime con orgullo como patrimonio. Y el de la costa de la Romagna, una región bañada por el Mar Adriático con capital en la preciosa Bolonia, es la Piadina. Y ahí está Rímini, una ciudad poco conocida por el turismo internacional que, sin embargo, es una de los balnearios de verano más populares entre los italianos. Su punto fuerte es la playa: una interminable extensión de arenas rubias que alcanza los 15 kilómetros de longitud literalmente tomada por balnearios privados cuajados de sombrillas e hileras de hamacas (los bagnos y clubes que, por ejemplo, también han invadido las playas de Argentina).

Pero nosotros pasaremos de soslayo por las playas. Y si tienes ganas de darte un chapuzón sin tener que pagar hay algunas zonas ‘libres’, esto es, públicas. Como la que se encuentra junto a la desembocadura de la espectacular Dársena, un canal que servía para que el mar entrara tierra adentro hasta el pie de las murallas de Rímini y que en sus tiempos era el cauce del río Marequia (que fue desviado hacia el norte). En esta antigua zona portuaria hoy florece la ciudad más top con restaurantes, clubes nocturnos y hoteles. La Arena del Lido sirve de nexo entre la ciudad y la playa y, también, es el centro dónde se encuentra la pequeña Rímini de arquitectura de vanguardia que se arremolina junto a la Marina. Para encontrarnos con la vieja ciudad hay que ir tierra adentro. Y la mejor manera es paseando junto a la dársena que culmina en la Piazza sull'acqua. Al norte del canal queda Il Burgo y al sur Rimini. Para ir de un lado al otro hay que cruzar el Puente de Tiberio, una construcción sobria del siglo I que nos indica la importancia que el lugar tuvo hace veinte siglos. No es más que la primera de las grandes joyas históricas de la ciudad. Antes de cruzarlo callejea un rato por Il Borgo y no dejes de visitar San Giuliano Martire (Via San Giuliano, 16; Tel: (+39) 0541 25761), una pequeña iglesia del XVI que en cualquier país sería excepcional pero que en Italia es una más. Este barrio a extramuros de casitas de colores y calles estrechas fue durante siglos el lugar de residencia de los pescadores y marineros de Rímini –también se le conoce como Borgo di San Giuliano-. Un barrio pintoresco que fue muy especial para uno de los personajes del que hablaremos un poquito más adelante.

Nosotros descubrimos Rímini de casualidad. Llegamos hasta el lugar por nuestra manía mitómana. Queríamos ver el lugar exacto en el que Julio César cruzó El Rubicón, el río que servía de frontera entre la Itálica, territorio metropolitano de Roma, y la provincia de Galia Cisalpina. En tiempos de la República romana. Ningún ejército podía cruzar este lugar sin permiso del Senado. Y aquí fue donde el ‘ejecutor’ de la República pronunció la famosa frase ‘alea jacta est’ (la suerte está echada) antes de lanzarse hacia Roma y precipitar el inicio del proceso que desembocaría en el Imperio (les recomendamos el libro Rubicón del historiador Tom Holland). Y gracias a eso, aunque nadie nos pudo decir por donde pasaron las legiones de César, nos encontramos con Rímini, una ciudad que tuvo un papel fundamental en la red de comunicaciones de la vieja Roma. Aquí concluía la Vía Flaminia, que llegaba desde la capital para conectar con las calzadas que se internaban en el centro y el este de aquella Europa latina (la Vía Suscirana que culminaba en Carnuntum –este de Austria- y la Vía Aeminia que servía de ramal primario de los caminos que se internaban en la Galia y Germania).

La calle Viale Tiberio pasa justo por el trazado de la antigua calzada y, tras pasar el puente, se interna en el casco histórico de Rímini por el Corso de Augusto, antigua Cardo Maximus, la calle principal que recorría la ciudad de norte a sur. Esta calle sirve de vía rápida de conexión de algunos de los grandes monumentos que hay que ver sí o sí en la ciudad. En la Plaza Cavour, por ejemplo, están el Ayuntamiento, la Vieja Pescadería (un precioso edificio en galería de principios del XVIII), los ‘palazzos’ Garampi, dell Arengo y la Podesta, la Fontana de la Piña y el Teatro Amintore Galli. Un poco más adelante está la Piazza de los Tres Mártires, lugar donde se cruzaba la otra gran calle de la ciudad romana, el Decumanus Maximus (calle principal en el eje Este-Oeste que hoy se llama Vía 4 de Noviembre). Aquí estaba el foro y justo en el centro se erigió en el siglo XVI la Columna de Julio César, un sencillo monolito que recuerda el paso del Rubicón. También hay una estatua de bronce del insigne general romano copia de un original de la época.

Pero Tres Mártires es también otro centro monumental importante. En un entorno de edificios de planta noble (y pintados de colores pastel, otra de las señas de identidad de la ciudad) hay algunos lugares notables como el Monumento a los Caídos por la Libertad o la Iglesia Dei Paolotti. Justo enfrente de esta iglesia hay un pequeño templete en el que se bendicen animales. Aquí hay que detenerse para pensar en otro de los grandes personajes vinculados a la historia de la ciudad. Aquí nació y pasó su juventud el gran Federico Fellini y espacios como Tres Mártires y Plaza Cavour fueron escenarios, por ejemplo, de esa gran obra de arte que es Amacord (yo recuerdo en el dialecto romañés), una película que se teje a través de los recuerdos de infancia y juventud del propio Fellini. Ya volveremos a hablar del cineasta más adelante. Nosotros estábamos en la Piazza de los Tres Mártires. A dos pasos por la calle Cuatro de Noviembre está el Templo Malatestiano (Via IV Novembre, 35; Tel: (+39) 0541 51130) que pese a estar inconcluso, es una buena muestra del Quatroccento italiano. Esta iglesia sencilla ejerce de Catedral de Rímini desde 1809 tras la destrucción de Santa Colomba por las tropas napoleónicas. Salimos del casco histórico por el Arco de Augusto, una de las puertas monumentales de la ciudad romana. El arco se construyó en el año 27 AC para celebrar el fin de las obras de ampliación de la Vía Flaminia.

Durante los tiempos de Roma, Rímini (Ariminum) fue una de las ciudades clave en la Península itálica. Ya te hablamos de su función como cruce de caminos de importantísimas vías de comunicación. También era un puerto clave en el Adriático y su conexión directa con Roma también la convertía en un punto estratégico en la política de expansión y defensa de la capital (la primitiva Vía Flaminia se construyó en el 220 AC y Ariminum fue la primera ciudad con derecho latino al norte de Los Apeninos). Una buena manera de ver cómo era el lugar en sus buenos tiempos es visitar la Domus del Cirujano (Piazza Ferrari; Tel: (+39) 0541 793 851) una antigua casona que recibe su nombre por una caja con instrumental médico que se encontró en el lugar. El tamaño de la casa, que quedó destruida por un incendio en el siglo III, y la calidad de sus mosaicos ponen de manifiesto la posición de sus propietarios. Siglo III. Este momento va a ser clave para entender este lugar. Durante este siglo, el Imperio vivió una crisis sin precedentes que provocó, entre otras desgracias, las primeras invasiones bárbaras. Y las ciudades italianas tuvieron que levantar costosas murallas de defensa. Entre ellas Ariminum que sufrió un saqueo.

El tramo entre el Arco de Augusto y la Porta Montanara es el mejor lugar para ver los antiguos muros. De la urgencia de las obras da testimonio el uso del Anfiteatro romano (Via Roma, 86) como parte integrante de las murallas. Bastó con cegar los arcos que dan hacia el exterior de la ciudad para que buena parte de su estructura se convirtiera en torre de defensa y atalaya de vigilancia. Castel Sismondo, justo en el extremo opuesto al Anfiteatro, es el otro gran símbolo de las defensas de la ciudad. Los cimientos son romanos pero su configuración actual data del siglo XV y de ahí sus muros inclinados diseñados para amortiguar los daños de la recién estrenada artillería. Esta fortaleza servía también de residencia palaciega a los Malatesta, la familia que rigió los destinos de la ciudad entre los siglos XII y XVI. Hoy el castillo se ha convertido en un museo dedicado a la vida y obra de Federico Fellini.

La figura del genio cinematográfico se desparrama por toda la ciudad. Pero hay un lugar imprescindible para cualquier amante del séptimo arte. El Cinema Fulgor merece una visita por varios motivos. El primero es que se trata de un cine clásico precioso que ha sido restaurado con mimo y nos devuelve el esplendor de los años dorados de las salas. Y el segundo, y más importante, es que aquí descubrió el cine Fellini (según el propio cine la primera película que vio el genio en este lugar fue la fantástica ‘Maciste all’inferno’ una verdadera joya del cine mudo italiano). Il Borgo también tiene una conexión importante con el director italiano (la ciudad de Amacord, aunque es claramente Rímini se llama Borgo) y hoy murales inspirados en el cine lo recuerdan y celebran. El otro gran espacio felliliano por excelencia es el Grand Hotel Rimini (Viale Giovanni Battista Ramusio, 1), una maravilla de la época art decó que fue la ‘segunda casa’ del director en la ciudad. Obviamente, el gran parque que se encuentra junto al hotel se llama Federico Fellini.

Otros museos en Rímini.- El Museo Comunal de la Ciudad (Via Luigi Tonini, 1; Tel: (+39) 0541 793 851) ofrece un recorrido por la historia de la ciudad a través de colecciones artísticas, históricas y arqueológicas. Tiene algunas obras de arte notables y un buen número de maquetas que explican el desarrollo urbanístico de Rímini a lo largo de los siglos. El Museo Degli Sguardi (Via Delle Grazie, 12) ofrece una interesante muestra de artes indígenas de diversas culturas americanas, africanas y de Oceanía. Este museo está instalado en un espectacular convento situado a las afueras de la ciudad. El Palazzi dell’Arte (Plaza Cavour, 26) es otro de los imprescindibles. Guarda una muy buena colección artística con joyas del renacimiento al arte más contemporáneo. Pero lo mejor es que te permite ver un palacio renacentista por dentro. Un lugar para ir con niños es el parque Italia en Miniatura (Via Popilia, 239; Tel: (+39) 0541 736736) donde se reproducen muchos de los grandes monumentos italianos a escala.

Fotos bajo Licencia CC: chachasarra; Sergio Conti; Thomas Fabian; Albino Di Lieto; Richard Mortel; Puntin1969

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