Tres días en Uyuni: un mundo de sal en el altiplano boliviano

La bandera boliviana ondea en lo alto de la Isla del Pescado, en el Salar de Uyuni. VIAJAR AHORA

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Por las noches hace frío. Mucho frío. En estos días de junio, el termómetro puede bajar desde los quince grados del medio día a los menos diez de la madrugada. Salir del hotel a intentar hacer algo es un verdadero suplicio. Aún más cuando tras apenas una hora de camino tranquilo uno se da cuenta de que ha pasado por el mismo sitio dos o tres veces. Aún así, en la pequeña ciudad hay movimiento. Una oleada continua de viajeros de toda ralea. Abunda el mochilero que anda haciendo las Américas, pero también el turista de posibles que se aloja en alguno de los escasos establecimientos de categoría del pueblo. Eso sí, esas noches gélidas y multitudinarias son memorables. A más de 3.600 metros de altitud, sobre este punto del altiplano boliviano parecen brillar todas las estrellas del universo y aún más. Cielos oscuros y profundos. Una mirada hacia arriba hace hasta que te olvides del frío. Uyuni: apenas un par de cuadras y unos 20.000 habitantes que, sin embargo, es uno de los destinos más codiciados de Bolivia.

Nudo de comunicaciones ferroviarias, la ciudad se fundó a finales del XIX como posta de descanso de la ruta que comunicaba el altiplano con la costa del Pacífico. Lugar de unión de varios caminos; como su propio nombre en quechua señala. No es de extrañar que por ello, y pese a lo extremo de su clima, los hombres y mujeres se movieran por sus inmediaciones desde hace ocho o nueve milenios. De los rastros de aquellas gentes, y de todas las civilizaciones que las sucedieron, quedan huellas hoy depositadas en el modesto Museo Arqueológico y Antropológico de Los Andes (Dirección: C/ Arce esquina Colón; Horario: LV 9.00 – 18.00), en el que, además de cerámicas, puntas de flecha y otros restos, hay varias momias. Esto y el reloj que se erige frente al edificio del Ayuntamiento son los máximos atractivos de una ciudad anodina.

Antes de llegar al Salar más grande del mundo, los viajeros suelen visitar el Cementerio de Trenes. Bolivia es un país extraño. En los últimos tiempos ha experimentado un progreso económico y social sin precedentes pero sabe explotar la decrepitud como uno de sus atractivos. Al cementerio de trenes se llega a través de la Avenida de Potosí. La línea férrea que llega desde el norte se divide aquí en dos; a la derecha, rumbo a la costa del norte de Chile; a la izquierda, hacia la lejana frontera con la Argentina. A lo largo de la vía de la costa, hoy en desuso, se amontonaron los trenes que ya no dieron más de sí. Y el tiempo los convirtió en cadáveres oxidados; algo así como una metáfora del lugar hasta hace muy poco. Porque el Uyuni de hoy mira con optimismo el futuro; nada que ver con el pasado de olvido y decadencia.

Pero más allá de trenes, momias y relojes, los viajeros llegan hasta aquí buscando la experiencia intensa del salar. Hace unos 40.000 años, el lugar estaba bajo las aguas de un gran lago prehistórico que fue secándose poco a poco. El proceso fue depositando en el lecho una costra de sal que promedia los diez metros de espesor; bajo la sal, una especie de caldo salado donde se mezclan barro, magnesio, potasio y las mayores reservas de litio del mundo (más de 85% de las conocidas); el mineral del futuro, lo llaman. Y Bolivia lo atesora para sí; sin malvenderlo. Como una promesa de prosperidad para las generaciones que están por llegar. “Esto no nos lo van a robar como la plata de Potosí”, nos dijo Anselmo, nuestro conductor, mientras el 4X4 avanzaba a toda velocidad por la ruta 30 junto al gigantesco espejo de sal.

Unos 60.000 turistas al año visitan el lugar para dejarse atrapar por el magnetismo de la explanada de sal más grande del mundo (10.852 kilómetros cuadrados). Sólo se debe entrar con guía autorizado. Quedarse sin combustible o perderse en medio de este enorme desierto de sal es sacar todos los números en la tómbola de la parca. En la pequeña aldea de Colchani, a orillas del salar, todo gira en torno a la sal; muros de sal; restaurantes de sal, vendedores de recuerdos de sal y, no podía ser de otra manera, salineros expertos que, de la manera tradicional, extraen el maná blanco que se distribuye por todo el país. Más allá de Colchani, sólo blanco. Blanco por todos lados.

El paisaje sobrecoge. Es uno de esos lugares que no se olvidan. La sensación de nada absoluta se rompe al mirar hacia el horizonte y ver los picos nevados de la cordillera. Después del Hotel de Sal (uno de esos caprichos para turistas con buena cartera) el coche vuela kilómetros y kilómetros sobre un lecho totalmente plano formado por planchas de sal de forma exagonal. Los tours más sencillos se limitan a visitar las Islas de Incahuasi y Del Pescado, dos colinitas rocosas repletas de cactus que sobresalen unas decenas de metros del lecho salado creando un paraje irreal. El viajero llega, se sumerge en la inmensidad del paraje y vuelve a la ciudad para seguir camino hacia otros destinos. Los más atrevidos pasan dos o tres días recorriendo los rincones más impresionantes del lugar en viajes organizados. No es mala idea: Pasar una noche en este lugar, con el cielo estrellado más impresionante que puedas imaginar, es un plan a tener muy en cuenta.

Las otras recompensas de quedarse un par de días es acercarse a la Cordillera, casi a tiro de piedra de la frontera con Chile, y visitar los espectaculares campos de geiseres, bañarse en las aguas termales, subir hasta el Volcán Thunupa, ver lagunas de colores imposibles cuajadas de flamencos,internarse en la Reserva de Fauna Andina Eduardo Avaróa o alucinar con las caprichosas formas que la geología dejó en el paisaje: como el famoso Árbol de Piedra . Si lo de la sal es surrealista, el trozo de tierra que media entre el salar y las cumbres más altas de la cordillera es, simplemente, de otro planeta. Por eso conviene tomarse un tiempo ir sin prisas. Y si hay posibilidad de pasar la muralla de volcanes y visitar la espectacular San Pedro de Atacama, ya en Chile, mejor que mejor.

COMER EN UYUNI

Sal Negra (Dirección: Avda Potosí; Tel: (+591) 7793 0663; E-mail: cotex6@gmail.com) Una de las mejores opciones para comer o cenar en Uyuni. Variedad de platos, precios moderados y algunas especialidades locales.

La Locomotora (Dirección: Avda Potosí; Tel: (+591) 2693 3105) Cocina internacional, pizzas y algunos platos tradicionales andinos. El filete de llama con ensalada de quinoa está muy bueno.

Donna Isabella (Dirección: Avda Ferroviaria; Tel: (+591) 7375 9824) una grata sorpresa. Muy buenas pizzas a más de 3.650 metros de altitud. Las hechas con base de harina de quinoa, un cereal local, son espectaculares.

CUÁNDO VIAJAR A UYUNI

Entre los meses de junio y noviembre se extiende la época seca. S también el periodo con temperaturas más bajas. Durante las noches, el termómetro puede alcanzar, sin ningún problema, los diez grados bajo cero. Entre los meses de diciembre y marzo (verano austral) las temperaturas son más suaves pero es época de lluvias (febrero es el mes con mayor promedio de precipitaciones). Eso sí, el espectáculo de ver el salar inundado es imponente.

LLEGAR A UYUNI

En Avión: La compañía Amaszonas vuela directamente a Uyuni desde la ciudad de La Paz con una tarifa base de 150 euros por trayecto.

En Bus: Todo Turismo conecta la ciudad de la Paz y Uyuni (12 horas) con una frecuencia diaria por unos 35 euros el trayecto (consultar horarios). Otras opciones más económicas son Panasur (18 euros semi cama y 25 euros cama) o Trans Omar. Desde Potosí hay varias empresas de transporte locales. Los precios rondan los 10 euros y el trayecto dura unas cinco horas.

Desde San Pedro de Atacama (Chile): Las compañías chilenas Atacama y Frontera ofrecen servicios desde San Pedro de Atacama hasta el paso fronterizo de Ollague con la posibilidad de enlazar con empresas de transporte bolivianas hasta Uyuni; el viaje dura unas ocho horas (precio medio 20 euros). Preguntar en la Estación de Autobuses de San Pedro de Atacama (Dirección: C/ Domingo Atienza esquina Lincancabur).

En tren: Empresa Ferroviaria Andina conecta las ciudades de Oruro y Uyuni y permite seguir camino hasta Villazón, en la frontera con la Argentina. El trayecto hasta Uyuni tiene una duración aproximada de siete horas y se pueden comprar pasajes que van desde los 18 euros en clase ejecutiva a los 9 de la turista.

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