ENTREVISTA Roberto Ontañón, director del Mupac y arqueólogo

“Nuestra idea y nuestra ilusión sería celebrar en 2026 el centenario del Mupac en su nueva sede”

Cuando todas las comunidades autónomas buscaban una imagen característica que las representara ante el mundo, Cantabria ya contaba con una desde hacía decenas de miles de años atrás. La riqueza patrimonial prehistórica de la región, que alberga la Cueva de Altamira y otras nueve cuevas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, ponía en bandeja cuál era la idea no solo para construir en torno a ella un marketing propio sino para poner en pie una industria cultural con ramificaciones sociales y económicas. No obstante, los sucesivos gobiernos cántabros han ido dejando pasar la oportunidad de abonar presupuestariamente este huerto. La construcción de la nueva y definitiva sede del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (Mupac), en Santander, y del Centro de Arte Rupestre de Cantabria, en Puente Viesgo, hace que por primera vez se tenga la percepción de que la Prehistoria como industria cultural va en serio y que Cantabria y su capital siguen los pasos de otras ciudades como Málaga y Burgos que han hecho de la oferta museística, la primera, y de la museística vinculada con yacimientos arqueológicos, la segunda, una apuesta de futuro.

Roberto Ontañón (Santander, 1965) es el arqueólogo e investigador que dirige el Mupac y es también el responsable de cuevas prehistóricas del Gobierno de Cantabria. Su principal labor al frente del museo es precisamente prepararlo todo para disponer de una sede en consonancia con la importancia de sus fondos. Su labor en la segunda actividad consiste en proteger, conservar y poner en valor la riqueza rupestre de Cantabria. Además, como investigador, es uno de los codirectores de la excavación de la Cueva de La Garma, la cual, desde hace 25 años, no hace más que deparar descubrimientos sobre sus ocupantes ancestrales, en un abanico temporal que abarca desde entre 400.000 y 16.000 años. El último descubrimiento, huellas de juegos infantiles en una de las cámaras más recónditas, la ha vuelto a poner de actualidad.

Según declara Ontañón en esta entrevista, en un ejercicio de realismo, el Mupac abrirá sus puertas coincidiendo con su centenario, es decir, en 2026, aunque se procurará acelerar el proceso. Se pondría fin así a décadas de precariedad y nomadismo en donde el Mupac, que se inauguró en lo que ahora es un instituto, pasó por los bajos de la vieja sede de la Diputación, que hubo que descatalogar como BIC (Bien de Interés Cultural) antes de derribarla. Actualmente se encuentra alojado en los bajos del Mercado del Este, mientras sus fondos se almacenan en un polígono industrial y sus oficinas se ubican en la Biblioteca Central de Cantabria. Tras los proyectos frustrados de Tuñón y Mansilla de nuevo museo en Las Llamas, o la construcción de la nueva sede en la antigua sede del Banco de España o sobre el parking anexo al Palacio de Festivales, parece ser que la solución definitiva volverá a Puertochico, a esos solares de la antigua Diputación Regional. Con la conservación del patrimonio, Ontañón demanda un mayor esfuerzo inversor, al tiempo que reclama una mayor clarificación del papel de las administraciones y sus departamentos para evitar situaciones como la de El Juyo, en donde las obras de una junta vecinal pudieron haber afectado gravemente en el futuro a la conservación de la cavidad. Hoy, la cueva, no corre peligro, tras el argayo de febrero.

Me gustaría saber cómo llegó a ser director del Mupac y de las cuevas prehistóricas de Cantabria.

Me gusta denominarme un trabajador de la cultura porque llevo desde que comencé mi carretera universitaria vinculado al patrimonio cultural, sobre todo al arqueológico. Tuve una vocación temprana, siempre me gustó mucho. Mi primera actividad profesional con la arqueología fue curiosamente con la subacuática. Fue en el Museo Nacional de Cartagena, en donde estuve casi dos años. Luego los derroteros de la vida me llevaron a la arqueología terrestre, y primero empecé una carrera académica con una experiencia postdoctoral en París, luego tuve un contrato Ramón y Cajal, volví a la Universidad de Cantabria y en 2004 me ofreció el Gobierno de Cantabria organizar el departamento de Arqueología. Después de ver los pros y los contras, me decidí a dar el salto. Y de esa manera acabé siendo director de cuevas primero y después del Mupac. Además, me puedo dedicar parcialmente a investigar, digamos, toco todos los palos.

Además colabora en varios comités científicos de ámbito internacional.

Trabajo mucho con el Ministerio de Cultura de Francia y en la cueva de Lascaux.

¿Es distinto trabajar en su ámbito en España y en Francia?

En Francia les gusta tener gente de fuera, colaborar con ellos. En España hay estructuras más cerradas. Yo, si puedo colaborar, voy donde me llamen.

Usted codirige junto a Pablo Arias las excavaciones en la cueva de La Garma y ahí tienen arqueólogos internacionales.

Cuando empezamos a excavar a finales de los 90 tuvimos resultados espectaculares y parte del equipo era de fuera. Ahora, también, tenemos gente de Francia, Portugal y Australia, por ejemplo.

Relataba antes sus inicios como arqueólogo subacuático. ¿No es verdaderamente bajo el agua donde está el tesoro de los restos arqueológicos, ya que la retirada del mar con la última glaciación posibilitó que la especie humana habitara a kilómetros de distancia de donde ahora está la costa?

De hecho estoy metido en un proyecto junto a mi colega Pablo Arias para explorar la plataforma costera cantábrica a la búsqueda de sitios arqueológicos. El resultado más inmediato será la reconstrucción de la línea de costa y de los ámbitos litorales en la última glaciación. Y si tenemos mucha suerte, porque será como buscar una aguja en un pajar, tal vez encontremos alguna cueva sumergida y que esa cueva esté en condiciones de conservación.

¿Se retiró mucho el mar en el Cantábrico?

No tanto como en el litoral occidental de Francia o en el Mar del Norte con aquel continente que desapareció [por Doggerland] con la subida del nivel del mar en el Holoceno. Aquí no fue tan extendida pero en el Máximo Glaciar, hace 22.000 años, la línea de costa se llegó a retirar hasta 12 kilómetros y ahí podía haber muchos sitios habitables y buena parte de la actividad se desarrollaría ahí.

La Garma contiene vestigios de ese período, sin embargo estaba bastante más al interior.

Eso es relativo. La ocupación del territorio no tenía por qué estar pegada al mar. De hecho, los recursos marítimos se aprovecharon de forma complementaria en esa época. La fuente de nutrición fundamental era la caza y frutos silvestres. En Cantabria tenemos grandes sitios arqueológicos con ocupaciones larguísimas en el tiempo como son Monte Castillo y La Garma, que ahora está a cinco kilómetros del mar cuando en la época del máximo frío glaciar pudo estar a 15 kilómetros... Era gente que recorría grandes distancias en un día.

¿Por qué la riqueza arqueológica de Cantabria?

La riqueza arqueológica de Cantabria se circunscribe a un período concreto. Descuella sobre todo en el período final de la última glaciación, lo que llamamos el Paleolítico Superior, entre hace 40 y 45.000 años. En ese momento se instalan en el Cantábrico una serie de grupos humanos, atraídos por una franja que se asoma al Mar Cantábrico con una cordillera detrás que hace que el clima sea más templado que en otros sitios, como por ejemplo el interior de la Península Ibérica, y por ello hay muchísimas cuevas. Era un sitio bueno para vivir porque el clima no fue demasiado duro y había numerosas cuevas que también han permitido que se conserven sus restos. Las cuevas son trampas de sedimento que conservan los testimonios de la vida y la muerte de esta gente. Esa doble condición nos ha permitido encontrar un registro maravilloso, de primera línea, comparable con pocos sitios del mundo. Con la llegada del Holoceno, las sociedades humanas se sedentarizan, empieza la ganadería y la agricultura y ahí Cantabria no va a ser una zona de innovación, sino que pasa a ser una zona receptora de novedades como la metalurgia. El desarrollo de las edades del hierro y del bronce en Cantabria no son comparables al de la meseta.

Usted ha declarado en diversas ocasiones que la Cueva de La Garma es un cajón de sorpresas continuo desde que se iniciaran las excavaciones hace ahora más de dos décadas. ¿Queda mucho por saber?

Queda mucho. Gracias a La Garma sabemos, por ejemplo, cómo vivían los primer habitantes de esta región. En la única entrada practicable hoy, a una cavidad pequeña, hace miles de años era un abrigo enorme. Por el camino a la cueva vimos que había unos huesos brechificados, que quedan adheridos a la roca por carbonatos porque caen gotas igual que se forman las estalactitas. Para que pase eso tiene que caerle agua encima, luego ahí había cueva. Hicimos un sondeo y encontramos que en toda la zona de la ladera que está a la entrada de la cueva actual hay un gran yacimiento que en su día estuvo cubierto por una visera que se fue desmoronando. Hemos excavado esos niveles de ocupación, que actualmente son exteriores, y que en realidad fueron la base de ocupación de esa cueva, lo que tenemos datado en casi 400.000 años. Los encontramos prácticamente intactos, lo que nos permite conocer los animales que cazaban y los instrumentos que utilizaban.

Luego han excavado los niveles más antiguos fuera y los más recientes dentro de la cueva.

Lo que era una cueva sepulcral cuando empezamos a excavarla de la Edad de Bronce ahora tiene niveles mucho más antiguos. Hasta ahora los primeros niveles de ocupación humana eran los de El Castillo, de hace 90.000 años, pero nos hemos retrotraído hasta hace casi 400.000 [en La Garma]. ¿Quién era esta gente? O bien, neanderthales muy arcaicos o preneanderthales. Probablemente dentro de la cueva encontremos más de neanderthales porque es del Paleolítico Superior. En La Garma tenemos un panorama completo de la ocupación de esta región desde los primeros habitantes prácticamente hasta la Edad Media.

Además, es una cueva cuya entrada se selló por un desplome y hemos encontrado en la galería inferior los restos de uno o varios campamentos del Magdaleniense Medio, de hace 16.500 años, en un estado prácticamente intacto, como ellos lo dejaron. Sabemos dónde tenían la cocina, dónde tenían el dormitorio, hay pinturas y grabados en las paredes: es una cápsula de tiempo. Es un período de gran florecimiento cultural de la última glaciación, en el que estamos reconstruyendo cómo vivían estas comunidades y establecer paralelos muy precisos con otros grupos que vivieron en Asturias por el este, y hasta los Pirineos y la Dordoña, por el oeste. Había una comunidad cultural muy estrecha.

La Garma es una cápsula de tiempo

Habría intercambios continuos...

Circulaban las ideas y los objetos. En La Garma hemos encontrado conchas de moluscos marinos utilizadas como colgantes que vienen del Mediterráneo, con total seguridad. Las ideas viajaban. Hay ejemplos del arte mueble que se hacían exactamente igual aquí y en La Dordoña.

¿Es emocionante comprobar cómo los niños de hace 16.000 años jugaban en el barro como acaban de descubrir en La Garma?

Hemos pasado de un extremo al otro. Se consideraban a los hombres y las mujeres de la Prehistoria, sobre todo a los neanderthales, como desastrados, vagando exangües, y sin embargo cuando contrastamos los restos vemos que era gente que tenía una capacidad para la técnica y para la estética y un tiempo suficiente como para desarrollar obras que podemos calificar de arte como las pinturas en las paredes y los objetos en asta. Es muy probable además que las actividades cinegéticas y de recolección les permitieran no tener que desarrollar unas jornadas tan esclavas como las que tuvieron que asumir los humanos cuando empezaron a vivir de la agricultura y de la ganadería. La mejor prueba de que consiguieron salir adelante es que nosotros estamos aquí. Es la prueba de que esta gente tuvo 'éxito' en la supervivencia.

Dataciones tan antiguas, ¿no las hay en más sitios de Cantabria?

Se ha retomado la excavación en la Cueva de El Castillo, en Puente Viesgo, y uno de los objetivos es reprofundizar en los niveles de base. Es un sitio clave para sumarse a los vestigios más antiguos de La Garma.

Luego Puente Viesgo también puede dar sorpresas...

¡Claro! Es que en la Cueva de El Castillo, hasta la roca madre, se calcula por radar que hay hasta cuatro metros de sedimentos todavía y ahí pueden aparecer testimonios interesantes. Ahora mismo las fechas más antiguas están entre 90.000 y 120.000 años.

Me imagino que esté impaciente por ver hechos realidad tanto el nuevo Mupac como el nuevo Centro de Arte Rupestre de Puente Viesgo. ¿Contempla con envidia sana todo el complejo montado en torno a Atapuerca con el Museo de la Evolución Humana en Burgos? ¿Es algo similar lo que se pretende hacer aquí?

Es a lo que aspiramos nosotros. Cuando Atapuerca 'explotó' llevaban veintitantos años investigando bajo la batuta de Mariano Aguirre, primero, y luego de jóvenes investigadores que le tomaron el relevo como Carbonell, Arsuaga y Bermúdez de Castro. La Junta de Castilla y León creó el 'sistema Atapuerca' para que el yacimiento tuviera un valor científico pero también un valor social importante. Crearon el Museo de la Evolución Humana y el Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, así como la creación de una fundación y el sistema de dinamización de las visitas al yacimiento con lanzaderas desde el museo. Los rendimientos están siendo estupendos. En Cantabria, sin hacer algo exactamente igual, sobre todo desde que conseguimos la declaración de Patrimonio de la Humanidad para Altamira y nueve cuevas más, tenemos que intentar que funcione de una forma similar. Para ello hay tres patas fundamentales, que son el Museo Altamira, el futuro Mupac y el Centro de Arte Rupestre de Cantabria.

¿Cómo van a ser los laboratorios del Mupac?

El museo va a ampliar sus instalaciones y va a haber muchos metros cuadrados de laboratorio y equipamientos de primera línea para que también la actividad investigadora se pueda hacer desde el Museo. Tampoco pedimos la luna ni conseguir algo que no sea procedente, sino ponernos al nivel. Lo que pasa en esta Comunidad Autónoma es que a los responsables políticos les cuesta mucho apostar por este tipo de cuestiones.

¿Sigue costando ver que la imagen de Cantabria ante el mundo es la Prehistoria?

Eso tiene que reflejarse en los presupuestos. Hay que empezar a trabajar en una serie de actuaciones y poner dinero ahí. Pero, claro, aquí yo recuerdo que cuando se empezó a hablar del nuevo Mupac y de millones la gente se echaba las manos a la cabeza... No es dinero que vayamos a tirar a la basura: es una inversión productiva.

¿Eso hay que seguir explicándolo?

Sí, sí. La historia del Mupac es la plasmación de lo que estoy diciendo: cómo una Comunidad Autónoma con un legado como este no ha sido capaz de apostar decididamente por fomentarlo. La historia es curiosa: durante la República se propuso crear un Museo Nacional y se abandonó en los primeros años del régimen de Franco. Y luego el Mupac ha ido de sede en sede de forma inopinada hasta acabar aquí [por el Mercado del Este] la exposición, las oficinas en otro lado y los almacenes en un polígono industrial. Lo último es que tendremos un museo en Puertochico, el Museo de Puertochico, del que tenemos ahora el anteproyecto.

¿Cómo está la situación a día de hoy?

En este momento se está redactando el proyecto básico, que es el que necesitamos para arreglar todos los papeles con el Ayuntamiento de Santander porque tiene que haber una licencia de obra y demás. Sobre la base del proyecto básico se ha de desarrollar el proyecto de ejecución y la dirección de obra. Esperamos que estos documentos se puedan redactar en el curso de un año, en el que habría que obtener los fondos suficientes para sacar la licitación.

Estamos hablando de los fondos europeos.

Es la táctica por la que ha optado el Gobierno regional. Hemos recibido buenas palabras pero eso tenemos que verlo luego convertido en realidad.

La financiación europea está vinculada al cumplimiento de los plazos de ejecución del proyecto. ¿No tiene miedo de que el proyecto pueda quedar empantanado? ¿Hay plan B si, por lo que fuera, los fondos europeos dejan de llegar?

2020 lo hemos perdido... La idea era 2023, que me parece ya totalmente imposible. Si todo fuera bien, nuestra idea y nuestra ilusión sería celebrar el centenario del museo en su nueva sede. El museo se inauguro en julio de 1926 en el instituto Santa Clara y nuestra idea es trabajar para que el centenario sea en la nueva sede... o antes.

El historial de Mupac es bastante frustrante a ese respecto.

Yo actúo como un optimista bien informado. Tenemos que trabajar por sacar el museo adelante y si eres pesimista es imposible. A mí me hicieron director para hacer una sede nueva del museo. Mi trabajo fundamental es ese.

¿Cree que, en el caso de Santander, siguiendo el modelo de otras ciudades como Málaga, los vientos están soplando en la dirección de generar una oferta como ciudad vinculada a los centros expositivos?

Totalmente de acuerdo y la ocasión es ahora. Porque tenemos un Gobierno regional que apuesta por el asunto, un Ayuntamiento de Santander que está en la misma línea, un Ministerio que aparentemente está por la labor. Estamos en la fase de las buenas intenciones, pero también podrían haber dicho que nos olvidáramos, por lo que hay que valorar esa voluntad.

Aparte de proyectos estrella como el Mupac, ¿se está invirtiendo lo suficiente en proteger las cuevas?

Pienso que no. Con las cuevas prehistóricas pasa que las damos por supuestas, que van a estar ahí siempre, pero hay muchísimo trabajo que hacer. Hay un trabajo arduo de gestión y conservación que requiere personal. Cuando planteamos la candidatura de Patrimonio de la Humanidad, uno de los planteamientos era dotar a la administración de personal responsable y cualificado porque hasta entonces estaban en manos de los guías, que hicieron un trabajo muy meritorio. Han sido los que han tirado de las cuevas durante muchos años. Y en la época en que [Javier López] Marcano fue consejero de Cultura se crearon en 2005 los puestos de trabajo de director y conservador de cuevas prehistóricas, aparte de los puestos técnicos. Existen medios que derivan del presupuesto del Servicio de Centros Culturales, pero creo que habría que dotar con más dinero las tareas de conservación de las cuevas. Igual que hay presupuesto para el acuario del Museo Marítimo, las cuevas, que son naturales, no un edificio en el que puedes controlar las condiciones ambientales, deberían tener un presupuesto estable que permitiera trabajar. Estamos, en todo caso, sacando las cosas adelante.

¿Qué criterio mantiene en la relación de las cuevas con el acceso del público?

Ahora tenemos conocimiento científico y técnico suficiente para saber cómo hay que gestionar una cueva con arte rupestre abierta al público. Entonces, lo que tenemos que hacer es mantener las cuevas abiertas, incluida Altamira, y en las condiciones que debe tener la apertura al público de esas cuevas. Tenemos que estudiar el impacto de la presencia humana y dimensionar la presencia humana a los requerimientos técnicos. Luego, hay criterios genéricos de gestión. Lascaux y Altamira han tenido historias muy similares de apertura con gestión defectuosa y cierre. En Francia han optado por no replantearse la apertura al público y sin embargo en Altamira se ha optado por mantenerla abierta al público, siquiera en una cantidad mínima.

Que no tiene nada que ver con un tipo de turismo de masas, por supuesto.

Ese modelo desapareció escarmentando nosotros en cabeza ajena porque, gracias a que en Lascaux los problemas se plantearon primero, en Altamira supieron lo que tenían que hacer. En Altamira la historia pasó 10 años después [1973]. Hemos tenido que ver las orejas al lobo para actuar. También es verdad que los estudios de conservación de cuevas se han desarrollado exponencialmente.

Recientemente ha saltado la alarma por la situación de la cueva de El Juyo tras un desprendimiento de tierra en la superficie de la colina que la acoge. Aunque todavía no hay informe oficial, ¿hasta qué punto la situación es grave?

Creo que el problema de El Juyo, sopesando lo que ha pasado, va a ser un problema legal y administrativo. Hay que esperar al informe de los geólogos, pero creo que el daño se hubiera producido en una escala de tiempo mayor. Es jurídico por lo que ha pasado, pero que hay que revertir el terreno a la situación anterior es de cajón. Aquí lo que falta es el papel de coordinación y da lugar a situaciones como esta. Ha pasado en El Juyo por una actuación de una junta vecinal pero pasa en proyectos de construcción de carreteras, de infraestructuras... y Patrimonio siempre va la última. Cuando hay un proyecto, los últimos [en tener conocimiento] son los de Patrimonio.

¿Ha habido daños dentro de la cueva? Sé que usted ha estado dentro y lo ha visto.

El Juyo hace como un sumidero de una pequeña cuenca endorreica y esas alteraciones iban a haber afectado a la cueva, bien como aumento de inundaciones, bien de escorrentía, pero a día de hoy no hay un daño grave.

A día de hoy no hay un daño grave en El Juyo

Sin embargo, hubo un argayo de terreno en la superficie.

Ha habido un hundimiento del terreno cerca de la cueva, pero en una cota superior, en una zona en donde hay una masa de sedimentos que no están directamente relacionados con la cueva, pero muy cerca del arroyo que se sume en la cueva. Por eso protegemos no solo la cueva sino su cuenca endorreica, allí donde puede caer una gota que pueda acabar en el interior de la cueva.

elDiario.es/Cantabria

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