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Cincuenta sombras de López

Antonio López y López, más conocido como marqués de Comillas, menos conocido pero también conocido como López el Negro, amasó su fortuna con el matrimonio, la plantación de café y los monopolios de tabaco y el transporte de tropas. Todo un ejemplo de emprendimiento más de un siglo antes del 2.0. Esto es lo que dice la versión canónica, como también destaca como logros de su actividad la creación de la Compañía Transatlántica Española y la Compañía de Tabacos de Filipinas.

Su cuñado, como buen cuñado, le conocía bien y le dedicó un librito, menos canónico y por lo tanto inencontrable, que se titulaba 'La verdadera vida de Antonio López y López', en donde se relata con crudeza la relación que tuvo desde muy temprano con el tráfico de esclavos negros en la isla de Cuba. El cuñado de marras, Francesc Bru, lo describe por lo demás como hombre analfabeto y de gran crueldad, insensible ante cualquier cosa que no fueran los negocios.

Me viene el marqués a las mientes por la retirada de la estatua del ídem de su emplazamiento público en Barcelona y también por la reciente aparición del libro de un gran periodista cántabro, Diego Cobo, que se titula 'Huellas negras. Tras el rastro de la esclavitud' (La línea del horizonte, 2018).

López y bis, como verán, tenía 'luces y sombras'. Lo pongo entre comillas porque la expresión ha vuelto a salir a la palestra desde Cantabria a la hora de defender el mantenimiento de la estatua en una plaza o su cesión a su tierra natal por la alcaldesa Ada Colau, que se ha negado al requerimiento. Aunque parezca reciente, los tiras y aflojas con la estatua vienen de largo, lo que demuestra que una cosa es ser ennoblecido por la monarquía y otra que la gente te aprecie. Finalmente, el marqués ha sido despedestalizado, pero lo de las 'luces y sombras' me ha llegado cual rayo jupiterino porque revela una forma de pensar que aún sigue en el pedestal.

Relata Diego Cobo en su libro de reportajes cinco sombras más que luces (porque no hay ninguna) del tráfico de esclavos en África y América. Él ha cogido su mochila y ha recorrido dos continentes para comprobar el influjo de la esclavitud aun en el siglo XXI. Jamaica, Estados Unidos, Cuba, Colombia y, por supuesto, África. Es un libro que conecta con una admirable tradición literaria y periodística de grandes viajeros. El Hay Festival y la Fundación García Márquez le galardonaron por sus crónicas con la Beca Michael Jacobs, por lo que descarto que sea invitado oficialmente a Cantabria, en donde las sombras pesan tanto como las luces y los premios al margen del carril institucional no son una buena tarjeta de visita.

La herida aún supurante que dejamos en América y África con el tráfico de millones de seres humanos tardará en cerrar, si es que cierra. España tiene una gran responsabilidad histórica por todo el dolor que causó. Fueron los ingleses quienes primero abolieron la esclavitud (nada de romanticismos, el capitalismo se abría paso y el proletario estaba llamado a convertirse en el nuevo esclavo) y España siguió su ejemplo en 1837, aunque Cuba no lo derogó hasta 1886. Ello no impidió que el tráfico labrara grandes fortunas, no sólo en Cataluña.

Puede decirse que unos amasaron su fortuna a costa de la sangre de millones de hombres y mujeres que arrancaron de África, arrojaron al mar en caso de enfermedad durante el transporte o martirizaron con trabajos y sevicias de todo tipo en cafetales y plantaciones. Junto al ennoblecimiento, vinieron las obras de caridad y el mecenazgo, cosas a las que llamamos 'luces', pero en nada comparables a sus crímenes.

Dicho sin acritud y entre comillas, yo sí que propondría erigir una estatua en Cantabria al legado de López y López. Ahí están sus palacios, sus caprichos, sus seminarios, que hablan por sí mismos, pero falta algo. Para hacer justicia a la totalidad de su legado, echo de menos el recuerdo a esas no menos cincuenta sombras que acompañan su figura.

Erigir en mitad de la plaza principal de una localidad especialmente significada en la defensa de Antonio López y López una estatua a un esclavo afroamericano no sería una mala idea para hacer justicia a lo que fue el marqués en toda su dimensión ni para reconocer a sus anónimas víctimas que realmente fueron las que pagaron con su sudor y su sangre tanta suntuosa arquitectura.

Antonio López y López, más conocido como marqués de Comillas, menos conocido pero también conocido como López el Negro, amasó su fortuna con el matrimonio, la plantación de café y los monopolios de tabaco y el transporte de tropas. Todo un ejemplo de emprendimiento más de un siglo antes del 2.0. Esto es lo que dice la versión canónica, como también destaca como logros de su actividad la creación de la Compañía Transatlántica Española y la Compañía de Tabacos de Filipinas.

Su cuñado, como buen cuñado, le conocía bien y le dedicó un librito, menos canónico y por lo tanto inencontrable, que se titulaba 'La verdadera vida de Antonio López y López', en donde se relata con crudeza la relación que tuvo desde muy temprano con el tráfico de esclavos negros en la isla de Cuba. El cuñado de marras, Francesc Bru, lo describe por lo demás como hombre analfabeto y de gran crueldad, insensible ante cualquier cosa que no fueran los negocios.