Cantabria se suma a la indignación por la sentencia de 'La Manada': “No es abuso, es una violación”

Centenares de personas, en su mayoría mujeres jóvenes, se han concentrado este jueves frente a la sede de la Delegación del Gobierno en Cantabria para mostrar su rechazo a la sentencia del caso 'La Manada'. Ataviadas con pancartas en las que se podían leer mensajes como “¡Ni una menos, vivas nos queremos” o “No es abuso, es una violación” , han manifestado su “rabia”, “impotencia” e “indignación” por un fallo judicial que condena a los acusados a nueve años de prisión por un delito continuado de abuso sexual a una joven de 18 años durante la celebración en 2016 de las fiestas de San Fermín en Pamplona.

Los magistrados han considerado que no hubo intimidación ni violencia por parte de los cinco hombres y, por tanto, han estimado que no se trata de una violación sino de un abuso sexual, lo que ha rebajado considerablemente la condena. La Fiscalía pedía para los acusados 22 años de cárcel: 18 por un delito de agresión sexual, 2 años por delito contra la intimidad y otros dos por el robo con intimidación del móvil. Las penas que solicitaba la acusación particular ascendían a 25 años.

Este dictamen, que será recurrido por todas las partes implicadas, ha desencadenado una oleada de protestas en multitud ciudades de España, entre ellas Santander, donde esta tarde se han concentrado varios centenares de personas de forma espontánea. Ya en la mañana de este jueves cerca de una treintena de mujeres se habían citado en el mismo punto para conocer conjuntamente el veredicto y ante el “jarro de agua fría” que han recibido, han cortado espontáneamente el tráfico durante unos minutos. 

La presidenta de la Comisión 8 de Marzo, Ana Bolado, ha asegurado que la sentencia es “totalmente injusta” y parte de un sistema patriarcal. “Estos señores -los jueces- en lugar de decir a 'La Manada' que cuando se encuentren a una mujer en cualquier situación, a cualquier hora y en cualquier calle no pueden agredirla, lo que han hecho es reafirmar el recado que damos constantemente a nuestras hijas de ten cuidado con lo que haces, con cómo vistes, de a dónde vas, a qué hora vuelves...”, ha señalado.

“No se trata de vigilar a las mujeres, se trata de educar a los hombres”, ha insistido Bolado en declaraciones a eldiario.es, al tiempo que ha considerado que los magistrados “no se han creído” el relato de la denunciante. En este sentido, ha tachado de “especialmente insultante” el pronunciamiento particular de uno de los tres jueces, Ricardo González, quien ha defendido que habría que absolver a los acusados al considerar que la joven no opuso resistencia. “Es terrorífico”, ha afirmado escandalizada Bolado.

Impunidad y sesgo patriarcal

En esta misma línea se ha manifestado la Asamblea Feminista de Cantabria, que ha convocado esta nueva acción de repulsa tras la sentencia de la Audiencia de Navarra sobre el caso de 'La Manada' al considerar que supone “una cuota de impunidad muy alta para quienes perpetran este tipo de violencias machistas” y “ha supuesto un duro golpe a la reivindicación que se venía haciendo de una condena por violación”.

Este colectivo ha defendido que esta sentencia “deja a las mujeres desamparadas, invisibiliza las otras formas de resistencia ante una agresión sexual como el de quedarse paralizada ante el miedo y el horror, y muestra que la justicia en este caso tiene un claro sesgo patriarcal”.

Durante la protesta, que ha invadido la carretera y ha cortado el tráfico durante varios minutos ante la gran afluencia de manifestantes concentrados, se han escuchado gritos como “no son arrebatos, son asesinatos”, “estamos hasta el culo de tanto machirulo”, “yo sí te creo” o “no quiero ser valiente, quiero ser libre”.

Manifiesto contra la sentencia

“La Justicia española dice que no es violación, es abuso. Por lo tanto, 9 años de prisión, de los cuales ya han cumplido 2. Absueltos de agresión sexual.

Vivo en un país en el que no se considera agresión sexual que 5 hombres me metan de noche en un portal, agarrándome de las muñecas, cuando estoy en estado de embriaguez, aprovechando su evidente superioridad física y numérica. No se considera agresión sexual que me penetren simultáneamente –a mí y a mis 18 años– por la boca, por el ano y por la vagina mientras me graban con sus móviles. No se considera agresión sexual que, en esas condiciones, eyaculen dentro de mí y lo hagan sin preservativo. No se considera agresión sexual que ellos estén tan cachondos como eufóricos, jaleándose y pidiendo a gritos turno para metérmela, mientras yo no hago ni la más mínima muestra de estar disfrutando de la situación. Vivo en un país en el que no hay ni rastro de agresión sexual en que los que hablaban de que 'hay que llevar burundanga, que luego queremos violar todos' difundan vídeos con contenido sexual en los que yo aparezco. Siete vídeos explícitos en los que se ve cómo me humillan y me vejan. No hay rastro de agresión sexual cuando, después de su fechoría, ellos se van a seguir la fiesta y a mí me dejan tirada en el portal, sin ropa, robándome el móvil antes de marcharse para que no pueda ponerme en contacto con nadie. Nada hace pensar que haya sufrido un agresión sexual aunque esté sola de madrugada, llorando en un banco de una ciudad desconocida, hasta que una pareja me encuentra y llama a la Policía. No hay agresión sexual aunque los guardias, el personal médico y mi estrés post-traumático digan lo contrario. No hay agresión sexual aunque, dos años después, siga necesitando asistencia psicológica. No hay agresión sexual porque la educación sexual en mi país nos la ha enseñado el porno.

Vivo en un país en el que la Justicia da carta blanca a violadores y asesinos y me dice que si siento que me van a violar, no puedo entrar en estado de shock. Tengo que gritar mucho, patalear una barbaridad y oponer toda la resistencia física que mi cuerpo me permita para que me hagan daño. Para que se me note después. Sangre, moratones y alguna fractura, como mínimo. Para que controle ese instinto de supervivencia que me sale en situaciones de pánico y, en vez de enfrentarme a esas bestias contra las que sé no puedo, decida volverme tan loca que mi asesinato pueda ayudar a que alguien ahí fuera crea mi versión. Vivo en un país en el que aceptar ser violada para poder seguir con vida no se entiende. 'Si no quería que la penetraran entre cinco, ¿por qué no se marchó de allí?'. De aquella ratonera. No puedo con uno, estando en plenas facultades, y quieren que pueda con varios, sin estarlo. Pero también vivo en un país en el que enfrentarme a mi violador, sabiendo las consecuencias fatales que puede tener, tampoco se entiende. '¿A quién se le ocurre plantarle(s) cara sabiendo que tiene todas las de perder?'. Además, si les denuncio, me dicen que es mentira. Que les quiero joder la vida, aunque no les conozca de nada. Y si no les denuncio, me dicen que por qué no lo hago si es verdad. Que cómo soy tan tonta.

Vivo en un país en el que, haga lo que haga, las preguntas siempre me las hacen a mí. Supongo que la sociedad se centra en lo que yo hago (o dejo de hacer) porque todavía no tienen el valor suficiente para preguntarse a sí mismos qué estamos haciendo mal para que lo que me hicieron a mí, se lo hagan –con total certeza– a tres mujeres al día en España. Qué estamos haciendo mal para que sólo una de cada 8 mujeres violadas en nuestro país decida presentar una denuncia. Qué estamos haciendo mal para que sigamos siendo objeto de uso y consumo. Vivo en un país en el que todavía le debemos nuestro cuerpo a ellos. Se nos cosifica hasta la saciedad y, al final, somos eso. Sólo un cuerpo. Inerte. Un cuerpo. Sin vida. De hecho, mira hasta qué punto se nos cosifica que, aunque parezca increíble, muchos aún no tienen claro cuándo estamos disfrutando y cuándo estamos sufriendo. Les importamos tanto que no lo saben diferenciar. Sólo somos un cuerpo. Sin más.

Vivo en un país en el que sé que antes de tener 25 años, podré volver a encontrármelos en cualquier calle, en cualquier fiesta, en cualquier ciudad. A José Ángel Prenda, Alfonso Jesús Cabezuelo, Jesús Escudero, Ángel Boza y Antonio Guerrero. Podré cruzármelos de nuevo y será entonces cuando todos los pedazos que intento reconstruir a diario, vuelvan a tambalearse. Por mí y por todas mis compañeras. Pero seguiré luchando con objetivo muy claro. Como decía la yaya, 'que lo que no tuve para mí, sea para vosotras'. Hermanas“.