Radiografía de la COVID en la educación cántabra: tres meses después del inicio del curso la presencialidad demuestra que las aulas son seguras

El 7 de septiembre arrancaba en Cantabria el primer curso COVID de su historia. Entre el desconcierto generalizado que provocaba venir de un confinamiento en el que una de las primeras medidas que se había tomado era cerrar las aulas por su inseguridad, tanto los padres, como el personal educativo, como los propios alumnos tenían que volver a su rutina habitual sin tener claro del todo si podrían concluir siquiera las primeras semanas de clase.

Sin embargo, la enorme polémica que hubo entre Educación y docentes el pasado mes de noviembre en torno a la suspensión de las vacaciones escolares terminó por dilucidar que los centros educativos se habían convertido en lugares seguros, o al menos así lo consideraba el Gobierno de la comunidad al preferir mantener a los alumnos en las aulas a que “aumentasen la movilidad” y estuviesen “en lugares menos controlados” durante la semana no lectiva.

Pero alejados del ruido que supuso esta controversia, que terminó con una cancelación fallida de las vacaciones con la Justicia de por medio, lo cierto es que los datos de contagios demuestran que la situación en las aulas cántabras nunca ha llegado a estar descontrolada. “Había presagios muy pesimistas que anunciaban que el sistema se iba a colapsar y que el alumnado se tendría que volver a confinar, pero no ha sido así. El sistema ha funcionado”, reconoce Jesús Aguayo, portavoz del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de Cantabria (STEC).

Una opinión que comparte la Consejería de Educación del Gobierno de Cantabria: “Desde el primer momento se ha defendido que, aunque no hay hoy ningún espacio de riesgo cero, no hay lugar alternativo de sociabilización de niños y jóvenes más seguro que los centros educativos, donde se sigue un protocolo estricto”, explican a elDiario.es desde este departamento, para después afirmar que esta situación tan “controlada” en las aulas es “mucho mejor de lo que nadie preveía antes del inicio de curso”.

Asimismo, el portavoz del STEC indica que, tras estos tres meses, la conclusión es “que hay una relación muy directa entre la ratio -número de alumnos por aula- y los casos COVID”. De esta manera, los centros pequeños han tenido una incidencia menor y más controlada, mientras en los centros más grandes ha ocurrido lo contrario: “También nos hemos dado cuenta de que en Secundaria la situación es más compleja porque parten de unas ratios muy altas y con pocas posibilidades de bajarse”, señala el sindicalista.

Y una de las medidas que ha podido contribuir a mantener los buenos datos es la ventilación de las aulas, una cuestión que se ha visto favorecida por el buen tiempo que ha hecho en la comunidad hasta el momento, algo que parece que cambiará con la llegada del invierno. Pese a eso, Educación asegura que, tanto el Servicio de Prevención, como el propio Ministerio de Sanidad, han establecido que “no hay ningún sistema que pueda suplir la ventilación natural”. Algo que desde el STEC ven como un “problema”: “Vamos a ver cómo funciona la cosa cuando abrir las ventanas empiece a complicarse...”, afirman.

Los datos

Los primeros registros que marcaron las primeras cuarentenas en Cantabria datan del 9 de septiembre, solo dos días después de arrancar el curso. En ese momento, Educación trasladaba que dos aulas de dos centros educativos habían sido puestas en cuarentena tras registrarse positivos entre los alumnos.

Dos semanas más tarde, el 21 de septiembre ya eran 37 las aulas confinadas en un día en el que se cerraron nada menos que 17 clases de más de 13 colegios, y este ha sido uno de los datos más altos, ya que normalmente el número de clases cerradas no supera la treintena, o incluso la veintena, de las 2.654 que hay en la comunidad (de Infantil y Primaria).

No obstante, hay que contar con la excepción del cierre total de algunos centros educativos, ya que seis colegios e institutos de Cantabria han tenido que volver a ofrecer clases online durante unos días. Estos son el José María de Pereda, de Torrelavega (cerró sus puertas al decretarse el cordón sanitario en el barrio La Inmobiliaria), el Apostolado del Sagrado Corazón de Ceceñas, en Medio Cudeyo, el Sagrados Corazones, en Torrelavega, Nuestra Señora de La Paz, en Torrelavega también, Ocho de Marzo, en Castro Urdiales, y Torreánaz, en Medio Cudeyo.