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Autocrítica

Javier Gallego

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“Cómo no va a ganar la derecha si la ETA ha vuelto y gobierna con Perro Sanxe en un régimen totalitario que ha intentado robar las elecciones mientras a ti te ocupan la casa cada vez que sales a por el pan y no te llega ninguna ayuda porque se lo llevan los inmigrantes y los chiringuitos feministas”. Este mensaje ha calado. El poder es reaccionario, controla los medios, intoxica a la opinión pública y quiere acabar con este Gobierno de coalición. Eso es indiscutible, pero no basta para explicar la derrota de la izquierda porque si bastara, no se entendería por qué entonces ha podido ganar alguna vez, gobernar ayuntamientos y autonomías y formar un Gobierno progresista. Si gana la derecha es también responsable la izquierda.

Si se ha impuesto el relato de la derecha es también porque la izquierda no ha sabido comunicar el suyo. Si a la derecha le va mejor es porque la izquierda lo ha hecho peor. Si no conectas con las clases populares es porque no estás hablando ni su lenguaje ni de sus problemas. El cliente no siempre tiene la razón pero llamar idiota al cliente no va a hacer que tú la tengas y mucho menos que el cliente vuelva. Podemos y debemos criticar, hasta quedarnos sin saliva, el país en el que vivimos, lo malos malísimos que son los poderes fácticos y sus castas y sus mafias y sus cloacas, pero eso ya lo sabíamos, eso ya estaba, y si has perdido el favor de la gente, si has perdido a la gente que tenías cerca es porque te has alejado de ella. Hay que hacer autocrítica. 

Pero a la izquierda le cuesta. Cree tener la razón y la moral de su parte por lo que siempre acaba buscando culpables ajenos a sus propios errores. Cada vez que dice que va a hacer autocrítica acaba echando la bronca y los balones fuera. Saca el flagelo para hacer penitencia y acaba a latigazos con la parroquia. Empieza pidiendo perdón y acaba pidiendo explicaciones. Pecado original de la izquierda moralista: dar lecciones más que aprenderlas. Abroncar y aleccionar al ciudadano que no se entera, al votante que no sabe votar, al aliado que no nos da la razón, al obrero sin conciencia. La primera lección de autocrítica es mirar la viga propia antes de señalar la paja ajena. Es la humildad. 

Cada palo que aguante su vela. En este entierro la responsabilidad está muy repartida. Sumar se presentó antes de tiempo, distorsionó la campaña, desgastó a otras marcas y a su marca propia antes de nacer siquiera. Sumar restó, pero Sumar no se presentaba. Es una falacia decir que la culpa de todo la tiene Yolanda Díaz. La izquierda ya estaba dividida. Miren Madrid, Andalucía y Valencia. Miren Huesca, donde cinco formaciones distintas se quedan fuera sumando el 20% de los votos, mientras dejan paso a la ultraderecha. Segunda lección de la autocrítica: todos somos diferentes, pero hay que encontrarse en lo que nos iguala. Hay que ser generosos. Ceder en lo propio para ganar en lo colectivo.  

Ni siquiera todos estos factores explican la debacle de Podemos. Es de tal magnitud que ya no se pueden obviar las responsabilidades propias. Alguien en la dirección debería asumirlas como hizo Pablo Iglesias, como ha hecho Sánchez convocando elecciones. El partido morado ha sufrido una descomposición en las urnas paralela a su descomposición interna. Se ha ido reduciendo por fuera tanto como por dentro. Le han aislado pero se ha aislado. Se ha bunkerizado. Ha quedado reducido a un reducto. Duro e impenetrable. Les han hecho antipáticos, pero se han terminado creyendo el papel. Lo entiendo. Se han tenido que proteger del acoso. Pero por protegerse, han acabado rompiendo puentes, usando sus inmensos logros como arma arrojadiza más que como lugar de encuentro y convirtiendo a Yolanda Díaz en poco menos que una aliada del demonio, el Ibex 35 y la OTAN. Eso no lo entiende ni comparte la mayoría de los votantes de izquierdas. 

Así que la tercera lección de la autocrítica es de El arte de la prudencia de Gracián. “Los malos modos todo lo corrompen, hasta la justicia y la razón. Los buenos, todo lo remedian”. Me sumo a la autocrítica. Los periodistas tenemos la responsabilidad de contribuir a bajar el ruido de fondo y generar espacios de diálogo. Pido disculpas si alguna vez no lo he hecho. “No todo se ha de conceder ni a todos. Es una gran lección de la vida el saber negar, pero lo es mayor el negarse uno mismo. Conseguir la admiración general es mucho, pero es más ganar el afecto”, escribió Gracián. Toca cuidarse y cuidar este frágil equilibrio que es la unidad de los diversos. Con humildad, generosidad y prudencia. Una autocrítica para el votante: esto también va contigo. Puede que Sumar no sea tu mejor opción para ir a votar y que esta coalición haya tenido muchos defectos, pero la otra opción es la ultraderecha en el gobierno.

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“Cómo no va a ganar la derecha si la ETA ha vuelto y gobierna con Perro Sanxe en un régimen totalitario que ha intentado robar las elecciones mientras a ti te ocupan la casa cada vez que sales a por el pan y no te llega ninguna ayuda porque se lo llevan los inmigrantes y los chiringuitos feministas”. Este mensaje ha calado. El poder es reaccionario, controla los medios, intoxica a la opinión pública y quiere acabar con este Gobierno de coalición. Eso es indiscutible, pero no basta para explicar la derrota de la izquierda porque si bastara, no se entendería por qué entonces ha podido ganar alguna vez, gobernar ayuntamientos y autonomías y formar un Gobierno progresista. Si gana la derecha es también responsable la izquierda.

Si se ha impuesto el relato de la derecha es también porque la izquierda no ha sabido comunicar el suyo. Si a la derecha le va mejor es porque la izquierda lo ha hecho peor. Si no conectas con las clases populares es porque no estás hablando ni su lenguaje ni de sus problemas. El cliente no siempre tiene la razón pero llamar idiota al cliente no va a hacer que tú la tengas y mucho menos que el cliente vuelva. Podemos y debemos criticar, hasta quedarnos sin saliva, el país en el que vivimos, lo malos malísimos que son los poderes fácticos y sus castas y sus mafias y sus cloacas, pero eso ya lo sabíamos, eso ya estaba, y si has perdido el favor de la gente, si has perdido a la gente que tenías cerca es porque te has alejado de ella. Hay que hacer autocrítica.