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‘Tiempo después’, de José Luis Cuerda: auto-tributo amanecista y social

Hace poco se cumplieron tres décadas del estreno de ‘Amanece, que no es poco’, esa rara avis del cine español que ha provocado, a lo largo de los años, uno de los fenómenos de fans más singulares de nuestra cinematografía: los autodenominados ‘amanecistas’. Pocos filmes patrios han conseguido aglutinar la pasión primaria de tantos hombres y mujeres de toda idiosincrasia. Y mucho menos, en torno a una historia coronada como la más surrealista y absurda del séptimo arte ‘made in Spain’. Su director, José Luis Cuerda, intentó pocos años después repetir esa genial enciclopedia tridimensional del humor absurdo en ‘Así en el cielo como en la tierra’, pero no terminó de cuajar. Era lógico. En ‘Amanece’ lo había dicho casi todo: aborda prácticamente todos los temas universales que podamos imaginar, por imposible que parezca.

El caso es que también algunos años después comenzó a fraguarse en la cabeza del cineasta la idea de una distopía. También esencialmente rural, pero no solamente rural. Sí tenía claro que en ese mundo del futuro habría una clase social dominante y otra dominada. Sin medias tintas ni explicaciones vanas. El hecho de que los gobernantes y ricos se alojaran en el mítico edificio de las Torres Blancas de Madrid, en medio del desierto del Monument Valley de John Ford; o que los marginados y parados quedaran relegados a un paupérrimo campamento en un bosque, fueron aspectos del guion que surgieron después. Mucho tiempo después. Tanto “tiempo después” que al final no le quedó más remedio al cineasta albaceteño que regalarse un tributo. Beber del amanecismo que él creó y brindárselo a los fans que durante 30 años habían estado repitiendo sin complejos sus diálogos y disparates por España y parte del extranjero.

La secuela en forma de apocalipsis

¿Por qué no? La película de 1989 siempre fue precaria en cuanto a producción, montaje y en algunas interpretaciones. Su culto traspasa su calidad, sin duda. ¿Por qué no demostrar que era capaz de montarse otra fábula con su recurrente fantasía futurista, pero repleta de guiños a ‘Amanece, que no es poco’? El post-apocalipsis, nada más y nada menos, señoras y señores. Y así lo hizo. Consiguió el respaldo financiero y un nuevo reparto de lujo, y allá que se puso. Con el resultado de una historia divertida, trepidante, nostálgica, inteligente y maravillosamente adornada (la producción artística no tiene nada que envidiar a los juegos futuristas de Hollywood) y, sobre todo, fabulosamente interpretada.

Ni uno solo de sus actores sobra. Están como recién salidos del horno de la magia del cineasta albaceteño. Destacamos desde luego a Roberto Álamo, a Miguel Rellán (la primera herencia amanecista), a Blanca Suárez, a Arturo Valls, a Carlos Areces, a Manolo Solo, a Gabino Diego (la segunda herencia amanecista), a Berto Romero, a Saturnino García (dichosos los ojos, ‘Justino’), y algunos cameos de Andreu Buenafuente y Eva Hache. Más de uno suelta algún que otro monólogo que bien le habría valido un Premio Goya. Y, por supuesto, no hay forma de entender cómo esta película ha sido tan abiertamente ignorada por la Academia. Al final de la gala, Buenafuente envió un saludo a Cuerda mencionando entre en barullo del escenario que el cineasta era “lo mejor del cine español” y seguramente por ahí iban los tiros.

Es probable que ‘Tiempo después’ no sea una película sembradora de premios. Pero no sería la primera vez que se ofrece algún tipo de reconocimiento a determinadas películas por lo que significaron en las carreras de sus directores. Cuerda ha tenido mucho reconocimiento con auténticas maravillas como ‘La lengua de las mariposas’, entre otras, y no hay que olvidar que gracias a él contamos hoy en día con ese genio llamado Alejandro Amenábar del que han bebido a su vez otros muchos. Su historia futurista es su forma de seguir soñando, de revisionar su propio mundo para darle un mensaje social del que ‘Amanece’ carecía y del que tan necesitados estamos. Es un acto de valentía.

Si un parado se desnaturaliza por vender zumo de limón, si los cantos del gallo ayudan a entrar en edificios inaccesibles, si la juventud no se compromete con las causas imposibles porque “ha quedao”, si los muertos visitan a sus asesinos para reconfortarles en sus noches de arrepentimiento y si la revolución definitiva al final será cutre y del todo bochornosa, qué más da. El mundo real, en la mayoría de las ocasiones, no ofrece cosas mejores. Mejor intentar desentrañar los discursos filosófico-humanistas de los marginados y apelar a la espiral del caos más absurdo. Disfrutar con ello. Darle la vuelta a la realidad cotidiana. Acompañar a Cuerda en su visión desmadrada del fin del mundo. Si total, hasta donde sabemos, siempre seguirá amaneciendo por donde debe.  

Hace poco se cumplieron tres décadas del estreno de ‘Amanece, que no es poco’, esa rara avis del cine español que ha provocado, a lo largo de los años, uno de los fenómenos de fans más singulares de nuestra cinematografía: los autodenominados ‘amanecistas’. Pocos filmes patrios han conseguido aglutinar la pasión primaria de tantos hombres y mujeres de toda idiosincrasia. Y mucho menos, en torno a una historia coronada como la más surrealista y absurda del séptimo arte ‘made in Spain’. Su director, José Luis Cuerda, intentó pocos años después repetir esa genial enciclopedia tridimensional del humor absurdo en ‘Así en el cielo como en la tierra’, pero no terminó de cuajar. Era lógico. En ‘Amanece’ lo había dicho casi todo: aborda prácticamente todos los temas universales que podamos imaginar, por imposible que parezca.

El caso es que también algunos años después comenzó a fraguarse en la cabeza del cineasta la idea de una distopía. También esencialmente rural, pero no solamente rural. Sí tenía claro que en ese mundo del futuro habría una clase social dominante y otra dominada. Sin medias tintas ni explicaciones vanas. El hecho de que los gobernantes y ricos se alojaran en el mítico edificio de las Torres Blancas de Madrid, en medio del desierto del Monument Valley de John Ford; o que los marginados y parados quedaran relegados a un paupérrimo campamento en un bosque, fueron aspectos del guion que surgieron después. Mucho tiempo después. Tanto “tiempo después” que al final no le quedó más remedio al cineasta albaceteño que regalarse un tributo. Beber del amanecismo que él creó y brindárselo a los fans que durante 30 años habían estado repitiendo sin complejos sus diálogos y disparates por España y parte del extranjero.