Catalunya, ante un repunte del tratamiento por adicción a la cocaína tras una década en declive

Las entidades que ayudan a drogodependientes lo vienen alertando desde hace un tiempo: vuelve a crecer el consumo de cocaína. O, al menos, la demanda de tratamiento para desintoxicarse. Esto último lo acaba de constatar también el informe anual de la Agencia de Salud Pública de Catalunya, que señala que desde 2015 está subiendo el número de personas que piden ayuda para dejar esta sustancia, algo que no ocurría desde 2009.

La progresiva salida de la crisis económica, el peso de sectores como el turismo o la restauración o una mayor disponibilidad en la calle de esta droga están entre las posibles causas de un repunte sobre el que la Administración se muestra prudente, pero que alerta a asociaciones como Proyecto Hombre.

En 2017, según los últimos datos disponibles, fueron 3.041 personas las que se dirigieron a los centros de salud públicos catalanes para solicitar tratamiento, alrededor de un 25% más que hace dos años. Joan Colom, subdirector general de Drogodependencias de la Generalitat, advierte que sin embargo habría que esperar algún año más para asegurar con certeza que el consumo está subiendo. “No podemos hablar de una tendencia todavía, pero estamos alerta a su evolución”, resume.

El repunte en las cifras oficiales no ha cogido por sorpresa a oenegés como Proyecto Hombre, que han detectado en sus pacientes un patrón parecido. En 2016, la adicción a la cocaína superó el alcohol como el principal motivo de tratamiento en sus centros, un pronunciado repunte después de una década de decrecimiento. “El consumo de cocaína bajó con la crisis, que hizo que muchos consumidores pasaran a sustancias más baratas o que algunos ya ni la probaran; así que la mejora económica puede haber sido un factor influyente”, valora Oriol Escúlies, director de la entidad en Catalunya.

Más allá de los datos, las causas a las que se puede atribuir este incremento entran en el terreno de las hipótesis. Una de ellas es la citada recuperación económica, pero hay otras. El Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, dependiente de la Unión Europea, alertó en su informe de 2018 de un “aumento de la disponibilidad de la cocaína” en todo el continente. En primer lugar, debido a un mayor cultivo y producción en América Latina, pero también por el precio de venta: el gramo de cocaína cuesta ahora lo mismo que hace diez años, entre 57 y 76 euros de media, mientras que la pureza de la droga sí ha aumentado, con que las dosis necesarias para el mismo efecto son menores.

Barcelona, ¿capital del consumo?

Fue precisamente ese informe del Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanías el que hizo saltar las alarmas en Barcelona al situar la ciudad como la capital del consumo de cocaína de toda Europa. En un análisis de las aguas residuales de las principales urbes del continente, las de la capital catalana eran las que tenían una tasa más elevada de cocaína por habitante y día.

Pero Barcelona no es una excepción a su entorno. Lo desmienten los datos de la Agencia de Salud Pública de Catalunya, que sitúan la ciudad en la media de Catalunya, con 4,1 casos por cada 1.000 habitantes, superada incluso por regiones sanitarias como Terres de l'Ebre (4,3) o Camp de Tarragona (4,6). “El área metropolitana y sectores del litoral suelen coincidir con un un mayor consumo de la cocaína, debido a que tiene más peso el turismo, la restauración o el ocio diurno y nocturno, sectores históricamente más vinculados a esta droga que otros”, sostiene Escúlies.

Esto explicaría por qué Catalunya es la comunidad autónoma donde se han pedido en los últimos años más tratamientos por adición a la cocaína, aunque insiste Escúlies que se trata solo de posibles factores. De lo que no hay duda es de que, según los datos de Proyecto Hombre, en Catalunya casi el 50% de los casos que asisten son por este tóxico, mientras que en el resto de regiones el porcentaje no suele llegar al 40%.

Por último, Escúlies recuerda que un elemento que suele condicionar el consumo de drogas es si estas son percibidas por la sociedad como nocivas. “Asumiendo que la ciudadanía española considera la cocaína como una sustancia peligrosa desde hace 20 años, no está de más recordar que provoca graves problemas en la salud y la vida de las personas”, concluye.

“Llegué a gastar 500 euros al día en cocaína”

A sus 33 años, Javier lleva una década y media consumiendo cocaína. Aunque durante mucho tiempo fue de forma esporádica, asociada al ocio nocturno, en los últimos años entró en una espiral de consumo compulsivo. “Pensaba que lo tenía bajo control, aunque en el fondo sabía que no”, expresa este joven vecino de Badalona. En su caso es la primera vez que pide ayuda para dejar la droga, pero esto no suele ser lo habitual: un 60% de quienes están en tratamiento por cocaína no es la primera vez que se someten a él, según datos de la Generalitat. 

Ahora en manos de Proyecto Hombre, lleva diez meses sin consumir. Pero cuando llegó a la entidad su situación era límite. La cocaína había hecho mella ya en su trabajo y su entorno familiar y social. “Iba a trabajar solo en días concretos, para pagarme el tóxico”, relata Javier, que es electricista autónomo. “También empecé a acudir a reuniones familiares bajo los efectos, algo que siempre había pensado que no haría”, reconoce. 

En los momentos más duros, explica que llegó a gastar hasta 500 euros al día en esta sustancia. “Huyes y cuando vuelves a la realidad, esta no te gusta y vuelves a huir. Es un puñetero círculo vicioso”, lamenta.

En su caso, fue su primo el que concertó a sus espaldas una entrevista con Proyecto Hombre y luego se dirigió a él para pedirle por favor que acudiera. “La primera entrevista fue dura, la segunda un poquito menos... Y entré aquí. Fue un alivio. No me sentía a gusto, pero me di cuenta que la única ambición de estos profesionales es ayudar a gente como yo”, afirma.

Ahora sigue en tratamiento, pero asegura sentirse mucho mejor, sobre todo a nivel emocional, un factor tan clave para caer en la espiral de consumo como para salir de ella. “Es el crecimiento personal el que me llevará a tener una vida un poco normalizada. Dicen que el adicto lo es para toda la vida. No lo sé, pero tengo muchas ganas de conocerme, y si no hubiera entrado aquí jamás lo habría hecho”, celebra Javier.