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Una noche en Camallera

Una plaza con casas de piedra y una iglesia. Un escenario, una guitarra y un tipo flaco que se llama Flaco y que, según reza el título de su último disco (en directo, en el BarnaSants), está “Cada día más Flaco”. Un vecino escucha el concierto desde la puerta de su casa. Una luna en cuarto creciente da luz a millones de estrellas y cuatro mariposas danzan alrededor del artista. Todo acompaña en el segundo concierto del festival de canción de autor de Camallera, la noche del sábado 10 de agosto.

Flaco, cara de pillo, pelo largo, tocado con sombrero, barba de 15 días, camiseta negra abierta y vaqueros, con un cierto aire sabiniano, ejerce de cantautor. Defiende sus orígenes obreros de trabajo y de barrio (la SEAT y Bellvitge), critica con argumentos las vergüenzas que nos está tocando vivir y, después de la presentación, a cèrrec de “la activista y terrorista cultural” (en palabras del propio Flaco) Pere Camps, director de BarnaSants, entra en materia preguntándose: “¿Por qué nos toman el pelo los banqueros? ¿Por qué Rajoy todavía es presidente? Y tercero, ¿por qué tenemos rey? Hasta aquí, mi aportación política. Ahora hablaremos de desamores ”, dice.

Pero no es cierto. No del todo. Las letras de las canciones de Dani Flaco están rellenas de aportaciones. Nos hablan de “amores a media pensión”, de “princesas del subterfugio”, de “besos Previo pago”. Nos canta el desamor y nos dibuja una realidad que no tiene nada de reino de hadas. Una realidad real. No la de los banqueros, ni la de los políticos. Lejos, muy lejos de los desamores de la familia real.

Flaco habla con el público. Es sincero (“esto durará lo que dure mi vejiga...”, advierte), cuenta anécdotas entretenidas y apoya a la banca ética (por la tarde, dentro del festival, hubo una charla sobre este nuevo concepto de banca ). Y se permite el lujo de cantar Nos. ocupamos del mar, de Krahe (“amigo y maestro”, dice, orgullosísim), y homenajear a la “dama de poncho rojo”, la desaparecida Chavela. Y, por encima de todo, disfruta de su trabajo, de cantar (quedan lejos los tiempos en que trabajaba en la Seat): “Hace tiempo que no fumo cantante”, dice entre una canción y la siguiente, refrescando las cuerdas vocales con una copa. Hay complicidad, hay buen rollo, hay sinceridad.

Por eso puede semana que no lo graben cuando interpreta dos temas que saldrán en el próximo disco. Canciones cada vez más suyas, con un sello inconfundible. Queda Dani Flaco para rato. La realidad (desgraciadamente) continuará dándole argumentos para cantar, para protestar, para proponer. Para hacernos pensar y ver las cosas como son. Y para aprender a disfrutar de las mismas, sean como sean.

Una plaza con casas de piedra y una iglesia. Un escenario, una guitarra y un tipo flaco que se llama Flaco y que, según reza el título de su último disco (en directo, en el BarnaSants), está “Cada día más Flaco”. Un vecino escucha el concierto desde la puerta de su casa. Una luna en cuarto creciente da luz a millones de estrellas y cuatro mariposas danzan alrededor del artista. Todo acompaña en el segundo concierto del festival de canción de autor de Camallera, la noche del sábado 10 de agosto.

Flaco, cara de pillo, pelo largo, tocado con sombrero, barba de 15 días, camiseta negra abierta y vaqueros, con un cierto aire sabiniano, ejerce de cantautor. Defiende sus orígenes obreros de trabajo y de barrio (la SEAT y Bellvitge), critica con argumentos las vergüenzas que nos está tocando vivir y, después de la presentación, a cèrrec de “la activista y terrorista cultural” (en palabras del propio Flaco) Pere Camps, director de BarnaSants, entra en materia preguntándose: “¿Por qué nos toman el pelo los banqueros? ¿Por qué Rajoy todavía es presidente? Y tercero, ¿por qué tenemos rey? Hasta aquí, mi aportación política. Ahora hablaremos de desamores ”, dice.