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La izquierda presiona para que Pedro Sánchez no dimita
Illa ganaría con holgura y el independentismo perdería la mayoría absoluta
Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar

ANÁLISIS

10 claves para entender el resultado de las elecciones en Catalunya

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1. El ‘efecto Illa’ existía pero es difícil que sea presidente. El PSC ha ganado en votos y en escaños, con 33 diputados, 16 más de los que tenía. Los socialistas se convierten en el referente del espacio contrario al separatismo pero frente a un independentismo que mantiene la mayoría absoluta. Illa ha conseguido que los socialistas vuelvan a ganar unas elecciones en la ciudad de Barcelona, donde no se imponía en unos comicios desde las elecciones europeas del año 2009, y que recuperen el cinturón rojo del área metropolitana, después de que Ciudadanos lo tiñese de naranja. Los estrategas de la campaña de Illa, algunos de ellos venidos desde Madrid (algo inédito en las autonómicas), no supieron calcular la resistencia del voto independentista, que más o menos hastiado de las peleas entre los partidos separatistas y más o menos enfadados por la gestión del Govern, siguen siendo independentistas.

El ministro de Sanidad dejó la cartera en un momento delicado para ir a por todas en Catalunya. Ir a por todas era convertirse en presidente, como rezaba su campaña, y pese a ganar en votos y empatar en escaños con ERC no lo tiene nada fácil para lograrlo. En su primer discurso ya ha anunciado que él sí va a presentarse a la investidura. Su apuesta es un Govern con los ‘comuns’. Solo si ERC le levantase el veto –que llegó a firmar por escrito en la última semana de campaña– lo tendría hecho, algo que los republicanos han dicho por activa, pasiva y por escrito que nunca harán. Así que la de Illa es una victoria, pero tal vez una amarga victoria.

2. Aragonès depende de Junts para ser presidente. ERC nunca ha tenido tan cerca la presidencia. Cerca, pero no segura porque necesita que Laura Borràs y la CUP se lo permitan. La candidata de Junts no ha garantizado su apoyo al cabeza de cartel de ERC en caso de que fuese Aragonès el candidato a la investidura. Ahora la duda es qué precio pondrían tanto el partido de Puigdemont como los anticapitalistas a su apoyo. El expresident, en un tono conciliador, ha proclamado este domingo desde Waterloo que “solo el independentismo puede construir una mayoría de Govern”.

Los republicanos están convencidos de que no quieren iniciar aventuras unilaterales hacia la independencia cuyas consecuencias todavía están pagando ni renunciar a su apuesta por el diálogo para intentar encauzar el conflicto político. Otra de las opciones que no desagrada a ERC es la de un Govern con ERC, ‘comuns’ y CUP. Para que esta alianza fructificase requeriría que socialistas y Junts se abstuviesen en segunda votación para así obtener más votos a favor que en contra. 

3. Borràs ha pagado el divorcio con el PDeCAT. La implosión del antiguo espacio de Convergència le ha pasado factura. A la candidata de Junts le han faltado los votos del PDeCAT para superar holgadamente en votos a ERC puesto que habría tenido 70.000 más. La formación de Puigdemont vaticinaba que podría ganar a los republicanos y si no lo ha logrado ha sido por haberse presentado con tres siglas distintas, las de Junts, PDeCAT y el PNC, el partido de Marta Pascal, que no ha obtenido representación.

Ahora falta ver qué planes tiene Borràs, esto es, si va a complicar mucho o poco la vida a Aragonès, sea para darle su apoyo en la investidura o para intentar repetir una fórmula de gobierno que se ha demostrado más que compleja. Algunos de los nombres que integraban su lista, en especial Joan Canadell, provocan urticaria en las filas republicanas. La negociación entre Junts y ERC será muy complicada y no está nada claro que se pongan de acuerdo.  

4. El independentismo supera el 50% de votos. La suma entre ERC, Junts, la CUP y el PDeCAT se sitúa cerca del 51% mientras que en las pasadas elecciones se quedaron en el 47,5% de los votos. En escaños, los independentistas amplían la mayoría absoluta de 70 diputados que tenían la pasada legislatura en cuatro, hasta alcanzar los 74 representantes, dos más que su mejor resultado, los 72 que obtuvo la suma de Junts pel Sí y la CUP en 2015. El descenso de la participación entre el electorado no soberanista ha favorecido la ampliación de la mayoría independentista del Parlament.

5. El fracaso anunciado de Ciudadanos. No por esperado es menos noticia. Ciudadanos nació en Catalunya, creció en esta comunidad y ha firmado este domingo el resultado que confirma el fiasco de un partido que no supo gestionar la victoria de las anteriores elecciones. Ha perdido 30 diputados, se queda en seis. En votos significa que se ha dejado un millón de papeletas. Un batacazo que llega después de una legislatura en la que Inés Arrimadas abandonó el Parlament para irse al Congreso de los Diputados, su mano derecha, Carlos Carrizosa, no ganó las primarias pero acabó siendo el candidato porque la dirección decidió apartar a Lorena Roldán, que acabó en la lista del PP. Un enredo que, sumado a la falta de estructura de un partido que sigue sin tener ni una sola alcaldía en Catalunya, que no supo aprovechar el éxito del 21-D hace cuatro años para reforzarse, y que confirma ahora la caída libre iniciada en las generales de noviembre del 2019 cuando la demarcación de Barcelona fue la provincia de España donde más cayó al perder un 53% de los votos. Arrimadas ha convocado a su comité ejecutivo para este lunes. Otro lunes negro en la sede del partido naranja.  

6. Ya están aquí. La extrema derecha ha entrado en el Parlament. Ese es uno de los titulares de estas elecciones y una muy mala noticia. Vox se convierte en cuarta fuerza de la Cámara y ha barrido a Ciudadanos y al PP. En Girona y Lleida, ni populares ni Ciudadanos obtienen representación mientras que Vox ha conseguido un diputado por cada demarcación. En Tarragona consigue dos, el PP no entra (pese a que Alejandro Fernández es de allí) y los naranjas se quedan con uno. La extrema derecha obtiene en Barcelona el resto de diputados hasta los 11 que ha conseguido.

7. Los ‘comuns’ resisten. Jéssica Albiach no lo tenía fácil pero la candidata de los comuns ha aguantado los ocho diputados que tenían en esta legislatura. Durante toda la campaña ha evitado situarse en alguno de los dos bloques, independentista y no independentista. Su propósito es que PSC y ERC levanten sus respectivos vetos para así propiciar un Govern de izquierdas y entrar en él. Estas elecciones han demostrado que es un partido prácticamente inexistente fuera de Barcelona puesto que fuera de esta provincia solo consiguen representación en Tarragona y con un diputado.   

8. El vaso medio lleno para Sánchez. El presidente del Gobierno puede estar contento con el resultado de Illa pero si el candidato del PSC no obtiene los apoyos necesarios para ser investido, puede que se encuentre en la tesitura de tener que dar un apoyo desde fuera a ERC como mal menor para evitar una repetición electoral y garantizarse que los republicanos le aseguran una mínima estabilidad en el Congreso. Los republicanos argumentan que tienen mejor relación con dirigentes del PSOE que con los del PSC. Los puentes entre la Moncloa y la sede de ERC nunca se han roto, tampoco en campaña. 

9. Más problemas para Casado. La extrema derecha ha superado por primera vez al PP en un Parlamento. Que los populares tenían un problema con Catalunya es algo que ni ellos mismos negaban. Daría para una tesis, como reconocen en la dirección. Pero la situación es mucho peor de lo que pensaban al iniciar la campaña: el partido de Abascal casi multiplica por cuatro los escaños populares: 11 a 3. “Ha sido un resultado muy malo”, asumía Alejandro Fernández. En su camino se ha cruzado la reaparición de Bárcenas pero ese no es solo uno de los motivos y seguramente ni siquiera el principal. Se queda con tres diputados y únicamente el candidato milita en el partido. Los otros dos escaños los ocuparán Lorena Roldán, que procedía de Ciudadanos y Eva Parera, que estaba en el partido de Manuel Valls.

10. Récord de abstención. Pandemia, descontento y lluvia. Tres elementos que hacían prever un aumento de la abstención. La participación se ha quedado en el 53%, la más baja de la historia pero superior a la de Euskadi y Galicia, que también votaron en pandemia aunque con unos datos epidemiológicos mucho mejores y en el verano. La organización, con horarios extraños para garantizar el derecho al voto de todos los ciudadanos, también los contagiados, funcionó y eso es una buena noticia para todos, también para los que, por los motivos que sea, prefirieron quedarse en casa.