El Supremo confirma la expulsión del primer guardia civil condenado por difundir bulos racistas

Alberto Pozas

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El Tribunal Supremo ha confirmado la expulsión de la Guardia Civil de un cabo condenado por difundir bulos xenófobos sobre menores de edad extranjeros en su cuenta de Twitter. Su conducta, dicen los jueces, “es radicalmente incompatible con la imagen de decoro y honradez que todo miembro de la Benemérita ha de mostrar”. El agente aceptó una condena de 15 meses de cárcel por publicar en Twitter un vídeo falso que atribuía a un menor inmigrante no acompañado la autoría de una agresión que en realidad había sucedido en China.

El cabo primero de la Guardia Civil se sentó en el banquillo de la Audiencia Provincial de Barcelona en 2022 acusado de difundir esta información falsa atribuyendo a menores migrantes una agresión que había tenido lugar en China. El entonces agente aceptó la condena por un delito de odio, que no implicó su entrada en prisión, además de una multa de 1.620 euros.

Una vez terminado el proceso penal con esa condena de conformidad, la Guardia Civil puso en marcha su propio proceso sancionador y dictó su expulsión por una falta muy grave. Una decisión que acaba de confirmar la Sala de lo Militar del Supremo al entender que ese bulo racista es incompatible con la imagen y trabajo de la Guardia Civil.

El guardia civil, según declaró probado la Audiencia de Barcelona, tenía un perfil claramente xenófobo en las redes sociales. Publicó “múltiples publicaciones de naturaleza xenófoba y racista con supuestas informaciones deformadas y/o falsas”. Actuó “movido por su animadversión y rechazo a los inmigrantes extranjeros de origen marroquí, y entre ellos a su sector más vulnerable como son los menores no acompañados”, según la Justicia.

Una condena por unos hechos que, según el Supremo, justifican su separación definitiva del servicio y la expulsión de la Guardia Civil. Su trabajo como cabo primero, dicen los jueces, “impone unos deberes institucionales que se extienden más allá del servicio” y su conducta fue “radicalmente incompatible” con la imagen del cuerpo al que pertenecía entonces.