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Elecciones en Francia

Los barrios populares, olvidados en la campaña de las elecciones en Francia

Amado Herrero

París —

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Seis millones de habitantes viven en los más de 1.200 barrios “prioritarios” designados por el Ministerio de Política Territorial francés. El principal criterio para calificar esos territorios es la media de la renta: “Alejada en relación al resto de zonas urbanas de su región o bien alejada en relación con la renta de la Francia metropolitana, en el caso de los territorios de ultramar”.

Si a esos barrios se les suman los de los departamentos y territorios de ultramar y las “zonas rurales en grave declive”, el resultado es que casi diez millones de franceses –de una población total de 68 millones– viven en áreas de gran desigualdad. Zonas que rara vez aparecen en el debate político.

Sus habitantes han sido los grandes olvidados de esta campaña, que culmina en la segunda vuelta de las presidenciales este domingo. Solo Jean-Luc Mélenchon, eliminado en la primera vuelta, ha ofrecido un discurso audible gracias al concepto de criollización, que defiende desde hace años, y que aboga por la identidad compartida de las comunidades de un mismo territorio.

Del resto de candidatos, Valérie Pécresse y Éric Zemmour han hablado de ellos en sus discursos, en referencia a la criminalidad, el extremismo religioso o para denunciar, dicen, la “falta de integración”. Emmanuel Macron eligió Aubervilliers, en plena banlieue parisina, para presentar su programa electoral, pero la situación de los barrios prioritarios estuvo ausente de aquel discurso. Y el presidente apenas la ha mencionado desde entonces.

Con estos antecedentes, se esperaba una gran abstención en la primera vuelta. Sin embargo, en la periferia de Lyon, Marsella y París los habitantes se movilizaron y fueron una pieza clave en el impulso final que llevó a Mélenchon a las puertas de la segunda vuelta.

Alrededor de la capital francesa, en un feudo tradicional del Partido Socialista, el candidato de Francia Insumisa (LFI) estuvo muy por encima de sus rivales: en el departamento Sena-San Denís, logró el 49% de los votos, muy por delante de Macron (20%) o Le Pen (12%). Ahora, esos votantes dudan entre el voto a Macron o la abstención.

Descontento con Macron y rechazo a Le Pen

Dos ambientes muy distintos conviven en el centro de San Denís los domingos. Delante de la basílica –que sirvió de necrópolis a los reyes de Francia desde la Edad Media–, unos pocos clientes disfrutan en la tranquilidad de las terrazas. A la vuelta de la esquina, el mercado dominical está en plena ebullición y hay tanta gente que cuesta avanzar entre los puestos que ocupan las calles delante del Ayuntamiento. Los gritos desde los puestos de fruta –que anuncian la barqueta de fresas a un euro– se elevan por encima de las conversaciones.

“Da un poco de vergüenza que esta sea la imagen que damos en el extranjero”, dice Nathan. Lamenta la presencia de la extrema derecha en la segunda vuelta. No votó a Macron en la primera ronda, pero sí lo hará en la segunda. “No voy a correr ningún riesgo”.

A unos pasos de allí, en una de las terrazas, Sophie explica que en la primera vuelta dudó “hasta el último momento entre Hidalgo y Mélenchon”. De cara a la segunda, admite que no le gusta Macron, pero irá a votar el domingo. “No podría mirarme en el espejo el día siguiente si no voy a votar y Le Pen gana”.

En la periferia de las grandes ciudades la estrategia de 'desdemonización' de Marine Le Pen se encuentra con sus límites. El apellido familiar genera demasiado rechazo. A todo lo que aspira la candidata de la Agrupación Nacional es a que sus habitantes no se movilicen contra ella.

Para eso, esta semana ha modificado el discurso sobre uno de los grandes caballos de batalla de su partido desde finales de los 80: la cuestión del velo musulmán. En unos días ha pasado de querer prohibir el, dice, “uniforme de los islamistas” en el espacio público a matizar que se trata de un “asunto complejo”, que debe estar sujeto a “discusión” en el Parlamento y luego al veredicto popular. Esta semana, ha asegurado que los ciudadanos “podrían derogar la ley que prohíbe los símbolos religiosos” a través de un referéndum de iniciativa ciudadana.

La amenaza de la abstención

La abstención podría ser una tentación para los habitantes de la banlieue, especialmente por la falta de discurso de Emmanuel Macron sobre los barrios populares. Si el pasado martes Macron eligió Marsella para su gran mitin antes de la segunda vuelta, la ecología fue la gran protagonista del discurso.

El último barómetro de Ipsos augura una participación históricamente baja a nivel nacional –alrededor del 71%, tres puntos menos que en 2017–. En la banlieue, la abstención es normalmente mayor que la media. En realidad, el actual presidente ya explicó en 2018 que es contrario a un plan especial para los barrios prioritarios y que prefiere un “nuevo método” basado en la creación de una Agencia Nacional de Cohesión Territorial.

Desde entonces ha evitado tratar el problema de los barrios prioritarios de manera directa. “El desplazamiento del centro de gravedad del 'macronismo' hacia la derecha se refleja en estos territorios, que esperan que el presidente dé un giro en las medidas económicas y sociales y también a la cuestión del islam en Francia”, dijo Jérôme Fourquet, experto del IFOP, en una entrevista con Le Figaro en 2018. Este giro no se ha producido desde entonces.

Mientras, las asociaciones y los cargos electos de los barrios populares se han esforzado en imaginar nuevas formas de implicar a los candidatos en el debate sobre los problemas de sus localidades.

En marzo, un grupo de alcaldes publicó un llamamiento para que los candidatos expusieran sus sugerencias de forma “accesible” y “no tecnocrática” a los habitantes. La mayoría envió a miembros de su equipo. El lunes 28 de marzo, seis asociaciones de cargos electos propusieron también una “contribución conjunta” sobre el tema.

Pero, a pesar de estos esfuerzos, pasada la primera vuelta, las asociaciones lamentaban la ausencia de temas como la vivienda, el empleo de los jóvenes o el acceso a la educación entre las declaraciones de los candidatos. También el derecho al voto de los extranjeros no comunitarios en las elecciones municipales y europeas, o la regularización de los trabajadores inmigrantes sin documentos con contrato de trabajo, medidas que, sin embargo, cuentan con un importante respaldo social, según las encuestas.