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Exarchia, el barrio alternativo de Atenas que no se rinde ante la gentrificación

Resulta imposible pasear por el barrio ateniense de Exarchia y no preguntarse tanto por su historia como por su presente. Abarrotado de pintadas reivindicativas, locales autogestionados y, desde hace algo más de un año, policía, este baluarte anarquista es sinónimo de lucha vecinal y acogida. Es este el mismo barrio en el que, en 1973, los estudiantes de la Universidad Politécnica dijeron 'basta' al régimen de los Coroneles (1967-1974). Su rebelión, conmemorada el 17 de noviembre de cada año, fue la punta de lanza para la caída de la dictadura.

Durante la crisis económica de 2008, especialmente dura para el país heleno, Exarchia se convirtió en uno de los epicentros de las protestas, pero también en el kilómetro cero de la ayuda y la solidaridad con aquellos que más sufrían las embestidas de la crisis. También entre 2015 y 2016, cuando se produjo la llegada de casi un millón de personas migrantes a las costas griegas, el barrio mostró su solidaridad. Centros sociales, asociaciones y vecindario se volcaron con aquellos que más lo necesitaban.

Ahora, sin embargo, el barrio vive unos días difíciles a causa de un nuevo plan urbanístico que tiene como pilar central la construcción de una estación de metro en Plateia Exarcheion, la plaza del barrio. El rechazo de los vecinos al proyecto ha tenido como consecuencia un despliegue policial que no pasa desapercibido para quien pasea por estas calles, custodiadas las 24 horas del día, todos los días de la semana, por dos cuerpos policiales distintos.

Rechazo a la ubicación de la nueva estación

Desde que se valló la plaza, a principios de agosto de 2022, pero también antes, cuando se supo sobre la aprobación del proyecto, la plataforma No Metro in Exarchia Square ha organizado numerosas protestas para mostrar su rechazo al proyecto, que está previsto que dure unos ocho años. Ese verano, aprovechando que parte de los residentes del barrio se encontraba fuera de la ciudad, de vacaciones, el Ayuntamiento —en aquel momento en manos de Kostas Bakoyannis, sobrino del actual primer ministro Kyriakos Mitsotakis— aprovechó para amurallar la plaza con láminas de metal y dejarla sin acceso. La tala de los árboles, la acción más simbólica del proyecto, sin embargo, se empezó a llevar a cabo el pasado 6 de noviembre.

Desde entonces, varios vecinos se reúnen cada día a las 6:00 horas de las mañana para increpar a los operarios y a la policía que protege las obras y para intentar hacer fotos de ellas. Estefania Misara, una de las portavoces de No Metro in Exarchia Square, explica que durante los primeros días, se reunían de 30 a 50 personas, pero que ahora son pocas las que continúan al pie del cañón. “Quiero que quede claro que no estamos en contra del metro, sino de la ubicación que se le ha dado, porque responde a una actuación política, no urbanística”, dice.

“Limpiar Exarchia” y “restablecer el orden” fueron dos de las promesas electorales de Mitsotakis en 2019, cuando ganó las elecciones por primera vez. Estas calles se convirtieron en su obsesión durante su primer mandato y durante estos años ha hecho lo posible por borrar su identidad: se han cerrado centros autogestionados, se han paralizado iniciativas para acoger a personas migrantes y se han vendido terrenos públicos a empresas privadas, entre otras acciones. Exarchia se ha convertido, en los últimos años, en un claro ejemplo de gentrificación acelerada y destrucción del tejido vecinal que, según la plataforma, tiene un claro objetivo: acallar el barrio más contestatario de la capital helena.

La plaza, todo un símbolo, era uno de los pocos espacios verdes de titularidad pública en Exarchia. Si bien hasta el inicio de las obras era un lugar de trapicheo habitual, también era el eje que articulaba la vida de estas calles. Ahora esto ha desaparecido. Una de las decisiones más polémicas ha sido la tala de árboles del enclave. “Nosotros no solo protestamos por la tala de los árboles, que obviamente no se van a replantar como se nos ha prometido, sino que queremos poner sobre la mesa el uso que se hace de los espacios de públicos y su privatización”, dice Estefania. “¡Las obras durarán ocho años y hasta entonces no tendremos ninguna plaza!”, exclama.

Desde el pasado octubre, cuando se celebraron elecciones municipales, el Ayuntamiento de Atenas ha cambiado de color y ahora está en manos de Haris Doukas, del Pasok. Ambos partidos —tanto los conservadores de Nueva Democracia como los socialistas del Pasok— han asegurado que el metro fomentará la movilidad y no cambiará la configuración del barrio.

Sin embargo, los vecinos están convencidos de que estas obras son la estocada final para una gentrificación irreversible. “No necesitamos este metro aquí, y por eso nos manifestamos, hacemos asambleas y luchamos desde la legalidad. Hemos presentado varios recursos para que se paralicen las obras”. Quien habla es Marietta Simegiatou, del movimiento antiautoritario Alpha Kappa, muy activo en Exarchia. Las diferentes plataformas y asociaciones en contra de las obras argumentan, entre otros motivos, que no se ha hecho ningún estudio de impacto ambiental o que los edificios colindantes, en mal estado, corren el riesgo de derrumbarse.

De momento, ninguno de los recursos ha prosperado y no se ha podido paralizar el proyecto. Una de las propuestas de las plataformas era emplazar la futura estación de metro cerca del Museo Arqueológico, también en el barrio. La idea fue rechazada por las autoridades municipales, que alegaron dificultades de construcción y conflictos con el presupuesto.

La gentrificación avanza

Aris, de origen albanés, regenta un restaurante en el corazón de Exarchia desde hace más de 15 años. Explica que estas calles han cambiado mucho desde que él se instaló aquí. “Los alquileres han subido muchísimo, porque hay [mucha vivienda] Airbnb y porque hay muchos extranjeros comprando las casas clásicas antiguas y abriendo hoteles boutique. No lo veo mal, porque había muchas casas en ruinas, pero, indudablemente, comprar ahora un piso por aquí resulta imposible. Valen cuatro veces más que hace unos años”.

El restaurador asegura que, a pesar de que clientela principal continúa siendo griega, sí que ha visto un aumento del número de comensales extranjeros en los últimos años. A él, sin embargo, no le parece mal la construcción de la estación de metro: “Creo que es una buena idea, pero entiendo que los vecinos se opongan. Creo que, más que del metro, la polémica viene del emplazamiento donde se quiere construir: la plaza era el único lugar verde del barrio”.

Los problemas de los vecinos de Exarchia no se terminan con la construcción del metro. La segunda batalla se libra en Lofos Strefi, una colina del barrio. Se trata de un espacio de reunión emblemático para las diferentes asambleas y un sitio de recreo para los niños del barrio. Esta colina, salvaje, con numerosos espacios verdes y una pista de baloncesto para la ciudadanía, también está en el punto de mira de los inversores. De hecho, el inicio de las obras del metro coincidió con el inicio de las obras en esta colina tan querida por los vecinos, después de que, en 2019, el Ayuntamiento llegase a un acuerdo con la inmobiliaria Prodea Investments con el objetivo de llevar a cabo una supuesta rehabilitación del terreno.

El vecindario cree que la intención de esta rehabilitación es privatizar los terrenos. “El estado llevaba años sin hacer nada por Strefi, ni siquiera regaba los árboles. Era un sitio abandonando y los vecinos lo hemos cuidado. Ahora nuestra misión es parar los proyectos, y lo conseguiremos, estoy segura. El movimiento es muy fuerte y está muy interconectado”, dice convencida Marietta Simegiatou.

En Exarchia, donde antes se veían kafeneios (tabernas tradicionales) y pastelerías griegas, ahora se ven barber shops, bakeries, laundries y toda una serie de comercios que se asocian de manera directa a los procesos de gentrificación. Grecia, de hecho, es uno de los destinos más populares de Europa entre los nómadas digitales, quienes encuentran en el país heleno un nivel de vida muy asequible, una temperatura agradable —a pesar de que los veranos cada vez son más extremos— y una geografía interesante gracias a la proximidad de las islas. Sin ir más lejos, el pasado mes de abril, el Gobierno impulsó una ley para facilitar la entrada y la residencia de extranjeros que se dediquen a empleos altamente cualificados. Estas facilidades para con los extranjeros procedentes de países ricos contrastan fuertemente con el trato que se da a las personas que llegan por vía marítima o a través de la frontera grecoturca, víctimas, a menudo, de la vulneración de sus derechos más básicos.