Francesca Albanese es la relatora especial de Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados, incluida la Franja de Gaza, y desde el pasado 7 de octubre ha sido de las más críticas con la ofensiva de Israel contra el enclave costero, a causa de la que ya han fallecido más de 24.700 personas, incluidos casi 11.000 niños (según cifras de las autoridades locales).
Esta semana ha viajado invitada por el eurodiputado de IU, Manu Pineda, a España, un país que considera de los más progresistas de la Unión Europea por su postura respecto a la guerra en Gaza, y ha transmitido al Gobierno de Pedro Sánchez “la necesidad de que tome medidas concretas”, tal y como ha señalado en un comunicado al término de una reunión en el Ministerio de Exteriores. “Tomar medidas es una cuestión de coherencia. Si el Gobierno español quiere apoyar de verdad el derecho internacional y ayudar a lograr estabilidad en la región, debe actuar: los primeros pasos deben ser detener tanto la compra como la venta de armas y apoyar la solicitud de Sudáfrica ante la Corte Internacional” de Justicia.
“Si el Gobierno español, que tiene capacidad, tomase acciones claras, podría ser el Gobierno más popular de toda Europa; un continente donde millones de personas se están movilizando exigiendo un alto el fuego inmediato ante la indiferencia de sus gobiernos”, ha agregado Albanese.
En una entrevista con elDiario.es, la relatora asegura que Europa podría jugar un papel importante para detener la matanza en Gaza, si tomaran la iniciativa países como el nuestro. “Europa podría hacer de contrapeso a Estados Unidos, pero no lo hace. Eso es así. Hay países como España, Irlanda, Luxemburgo, Portugal o Bélgica que son más progresistas pero, de hecho, son progresistas a la hora de denunciar lo que ocurre, en conocer los hechos y reportarlos; pero no en las acciones concretas”.
Considera que, ahora mismo, “la prioridad es resolver la emergencia: cuando una casa está ardiendo, pasto de las llamas, el color de las paredes es importante, pero es mucho más importante apagar el fuego”. Por ello, el primer paso es conseguir que se declare un alto el fuego humanitario en Gaza, algo que la ONU no ha logrado hasta el momento. En diciembre, el Consejo de Seguridad aprobó una resolución descafeinada por las objeciones de EEUU, que sólo exigía a las partes beligerantes “crear las condiciones para el cese de las hostilidades”.
“El poder ejecutivo de la ONU está en manos del Consejo de Seguridad, que está bloqueado por el veto de Estados Unidos. Hasta que no cambie la política de Estados Unidos, es difícil que veamos un cambio”, explica Albanese, quien se pregunta: “¿Cuántos palestinos tienen que morir para que Estados Unidos se dé cuenta de que la línea roja ha sido sobrepasada hace meses?”.
Después de más de 100 días de guerra, la relatora describe la situación en Gaza como “un infierno”. “Lo veo analizando las imágenes, las fotografías, los informes que llegan de Gaza, de los propios palestinos, de los periodistas, de las Naciones Unidas. Las Naciones Unidas y otros equipos sanitarios que han podido entrar a Gaza para ver lo que está ocurriendo es gente que lleva mucho tiempo trabajando en zonas de conflicto, pero dicen que nunca han visto un horror similar”.
Aparte de los ataques incesantes contra edificios de viviendas y públicos, como escuelas y hospitales, la ONU ha denunciado las condiciones de insalubridad y de inseguridad alimentaria en las que se encuentran los 1,7 millones de desplazados por la guerra (cerca del 75% de la población, según la UNRWA). “Ver a la gente morir de hambre en 2024, un hambre que además es causada por el ser humano, es una monstruosidad increíble”, lamenta Albanese.
Varias agencias de la ONU han alertado de que la población de Gaza está en riesgo de sufrir hambruna porque la ayuda humanitaria y los alimentos que llegan a Gaza no son suficientes, e Israel mantiene un férreo control de todo lo que entra a la Franja, principalmente a través del paso fronterizo egipcio de Rafah. Además, los combates, los bombardeos y las carreteras destruidas impiden la distribución de esos suministros a todas las áreas, sobre todo en el norte del enclave, que ha quedado reducido a escombros.
“Si juntamos los datos de la destrucción de la infraestructura, la destrucción del espacio para seguir viviendo en ese lugar, pensar en ello es muy difícil o imposible. El número de muertos, de heridos, de niños que han perdido ambos progenitores; familias enteras, centenares de familias, hasta cinco generaciones borradas del registro civil...”, dice la relatora, visiblemente afectada. Admite que le cuesta imaginar un futuro para Gaza y sus habitantes, teniendo en cuenta las condiciones actuales sobre el terreno.
“No puedo imaginar el futuro de Gaza en este momento”
“No puedo imaginarlo en este momento. Tendrá que haber una reconstrucción física, pero antes que nada la recuperación de las almas que se han perdido en esta trituradora de carne. Para un progenitor, perder a sus hijos o recogerlos a pedazos, y para la comunidad que ve estas imágenes; niños que han perdido a toda su familia; miles de personas que han perdido su hogar... ¡Es un trauma enorme! ¿Cómo se reconstruye, cómo se supera un trauma así? No lo puedo imaginar”, repite.
Según la relatora, después de la guerra, hará falta muchísimo apoyo, pero no confía en que la comunidad internacional se vaya a volcar con los gazatíes: “Eso tampoco puedo imaginarlo porque hoy está costando pedir un alto el fuego”. Pero sus temores van más allá de la falta de apoyo para la reconstrucción de Gaza: “Temo que la vida será tan difícil que los palestinos que no hayan muerto tendrán que marcharse. Esto es limpieza étnica, a través de medios genocidas”.
Albanese habla abiertamente de “limpieza étnica”, recordando que no es la primera vez que ocurre, sino que ha sido “una constante en la vida palestina bajo ocupación” desde la Nakba, cuando 750.000 palestinos fueron desplazados por la creación del Estado de Israel en 1948. “En 1947-1949, 750.000 palestinos fueron desplazados, la mayoría del actual Israel. En 1967, cuando Israel ocupó la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, 350.000 palestinos fueron desplazados. No se les permitió regresar, a ninguno de ellos”, ha denunciado en un acto organizado este jueves por el eurodiputado de IU, Manu Pineda, y el grupo The Left de la Eurocámara.
Afirma a elDiario.es que expulsar a los palestinos de Gaza es uno de los objetivos de algunos de los ministros del Gobierno ultraderechista de Benjamín Netanyahu: “Por ello, Sudáfrica en su demanda judicial contra Israel ha hecho un análisis preciso y muy exhaustivo de la intención genocida, documentado a través de cientos y cientos de declaraciones de personas en posiciones de mando”, desde militares hasta dirigentes políticos. La relatora cree que este intento está teniendo lugar ante la mirada del mundo, sin que nadie haga nada, gracias a varios factores, incluida la tolerancia hacia “todo lo que Israel les haga a los palestinos”.
“Nosotros, los occidentales –claramente, no todos–, tenemos una herencia, no tan latente, de los siglos en los que dominamos el resto del mundo, la colonización ha dejado una huella profunda en nuestra sociedad y, en mi opinión, hoy se manifiesta en el racismo, un racismo que permite fácilmente deshumanizar al otro cuando no es como nosotros, cuando no se parece a nosotros”, explica, y agrega: “De la discriminación y de la deshumanización surgen todas las demás prácticas, y eso lleva también a cometer crímenes”.
Aparte de ese racismo intrínseco, cree que existe “un discurso racista claro: arabofobia, islamofobia, el racismo contra los palestinos, que es muy fuerte, por tanto cualquier palestino es visto, de alguna manera, como sospechoso, culpable, terrorista o escudo humano, se lo ha buscado...”. Alerta de que “son razonamientos muy peligrosos que se insertan en un sustrato cultural que tiende al racismo y a la discriminación”, y que proviene principalmente de Occidente: “Europa, EEUU, Canadá, Australia... el club de los colonos”.
Además del respaldo de los países occidentales, “Israel tiene el apoyo de las comunidades hebreas –aunque no todas– pero estas ven en Israel un refugio. Lo puedo entender, pero quizás no se den cuenta de cuánto le cuesta este refugio a otro pueblo que se está enfrentando a un peligro existencial ahora mismo”.