Opinión

¿Le preocupa que un robot se quede con su trabajo? ¡Qué tontería!

Al parecer, estamos condenados. Los robots se van a llevar nuestros trabajos, los algoritmos se van a apoderar de nuestros hijos, y la inteligencia artificial va a pervertir nuestro libre albedrío. Terminaremos siendo esclavos de las máquinas.

El economista jefe del Banco de Inglaterra, Andy Haldane, ha advertido de que “enormes sectores” de la clase trabajadora desaparecerán cuando la inteligencia artificial tome el poder. Aunque ‘enormes sectores’ no sea precisamente el ejemplo de exactitud que se espera de un hombre que vive entre estadísticas, son las mismas lamentaciones que recibieron la invención de los ordenadores, las cosechadoras, las máquinas de tejer y, probablemente, las hachas de la edad del hierro. Claro que nadie sale en el matutino The Today Programme de la BBC por predecir que, tal vez, la inteligencia artificial sea una buena noticia.

¿Cómo se explica que haya tanta gente desesperada por conseguir personal? En la actualidad hay 90.000 vacantes en servicios sociales y otras 24.000 en puestos de enfermería. Hace seis años, la escasez crónica de mano de obra en los servicios sociales británicos era del 7%. Hoy ese porcentaje es de 11%. La educación también está sufriendo la falta de gente. En los sectores de la salud, la construcción, la agricultura, los viajes y la hostelería los empresarios claman contra el Brexit, por la catástrofe de empleo que supone el cierre del grifo de inmigrantes de la Unión Europea.

Es una tontería eso de que los algoritmos, los robots y la impresión 3D harán desaparecer a estos sectores en auge. Claro que las nuevas tecnologías mecanizarán un montón de actividades. Es cierto que a lo largo de la historia, las innovaciones siempre han provocado cambios en los mercados laborales y exigido reconversiones a los trabajadores, o a sus hijos. La historia económica demuestra que, en el corto plazo, la tecnología y el comercio producen alteraciones. Lo mismo ocurrió en la década de 1880 con el transporte refrigerado y con la cosechadora combinada del período de entreguerras. Pero logramos sobrevivir y prosperar a medida que nuevas necesidades y empleos fueron surgiendo. Con el pesimismo de Andy Haldane lo único que se logra es justificar las nuevas políticas proteccionistas y chovinistas.

El último cliché, la “cuarta revolución industrial”, es la supuesta nueva era de los algoritmos. Pero si en efecto va a haber una cuarta revolución, será todo lo contrario, un retorno a la economía de las experiencias humanas. La era digital se encargará de las tareas rutinarias de la vida, dejando tiempo libre para actividades que ya tienen mucha demanda como la salud, la belleza, los viajes, la alimentación, las artes y el entretenimiento. Por no hablar de la psicoterapia, el trabajo social o el cuidado de los niños y los ancianos. Son actividades del sector servicios que descansan en las relaciones humanas. Los robots o las máquinas no las pueden desempeñar, necesitan mucha mano de obra, cuestan mucho (tanto si son responsabilidad del sector privado como del público) y también están en auge. Sólo los servicios financieros generan más negocio que el ocio y los viajes.

Lo mejor que pueden hacer los economistas obsesionados con las estadísticas fabriles es ver a la inteligencia artificial como una forma de liberar trabajadores para el desarrollo de la economía de las experiencias. Lo que hay que debatir es cómo vamos pagar por esos servicios, en especial los del sector público. Deberían dejar de buscar titulares fáciles alentando el proteccionismo laboral y chovinista entre las personas que ahora están sufriendo la regresión de Trump y del Brexit.

Traducido por Francisco de Zárate