El presidiario que podría acabar con medio siglo de guerra en Colombia

The Guardian

Sibylla Brodzinsky- Bogotá —

Encerrado tras la puerta de acero de una diminuta celda en la cárcel más inmensa de Estados Unidos, el preso número 27896-016 sigue el progreso de las negociaciones de paz entre el Gobierno colombiano y el grupo armado de las FARC con un interés especial.

Mientras los funcionarios gubernamentales y los guerrilleros se reúnen en la Habana para llegar a un acuerdo que ponga fin a más de medio siglo de guerra en Colombia, a Ricardo Palmera le incumbe en particular el resultado. Si las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia logran su cometido, el presidiario será uno de los signatarios de ese pacto.

A pesar de permanecer aislado detrás de los altos muros y la alambrada de púas de la prisión Florence Supermax, en lo alto de las Montañas Rocosas de Colorado, Palmera se ha convertido en una cuestión de honor para las FARC. Desde el comienzo de las negociaciones en noviembre de 2012, la organización ha reclamado la participación de Palmera -conocido por ellos como “Simón Trinidad”-, portando una figura de cartón a tamaño real del detenido durante las primeras reuniones. Y aunque han rebajado sus exigencias en público, fuentes cercanas a la negociación aseguran que siguen insistiendo discretamente para que Estados Unidos lo ponga en libertad.

Palmera, antiguo asesor financiero reconvertido en miliciano, es el miembro de mayor rango del grupo rebelde que ha sido extraditado y apresado en Estados Unidos. Cumple una pena de 60 años por su implicación en el secuestro de tres empresarios norteamericanos de la industria militar en 2003 por las FARC. Pese a no participar de forma directa, un tribunal le consideró responsable por formar parte del comando central de la guerrilla.

Los empresarios fueron rescatados en 2008, junto a una docena de rehenes entre los que se encontraba la por entonces candidata a la presidencia Ingrid Betancourt. En ese momento, Palmera había cumplido seis meses de condena en la prisión conocida como el Alcatraz de las Rocas, que un antiguo carcelero describió como “una versión más limpia del infierno”.

El posible indulto de Obama

Sus paredes recluyen a los presidiarios más peligrosos del sistema federal, incluido Terry Nichols, el terrorista de Oklahoma City, el Unabomber Ted Kaczynski, el conspirador del 11-S Zacarias Moussaoui, y el cerebro del atentado de 1993 en el World Trade Center, Ramzi Yousef.

Según Sam Morison, experto en la petición de indulto en Estados Unidos, la única esperanza para la liberación de Palmera reside en el perdón oficial del presidente o en la conmutación de su condena. “Es una sentencia de política extranjera. No hay reglas”, explicó Morison a The Guardian.

El presidente Obama visitará La Habana el 21 y 22 de este mes, y se está especulando con que se ofrezca como testigo en la firma de un alto al fuego bilateral entre el Gobierno colombiano y las FARC. Ambas partes del conflicto fijaron el 23 de marzo como fecha límite para cerrar el acuerdo de paz, pero con tantos detalles aún en el aire, su cumplimiento parece menos posible.

La administración de Obama ha apoyado siempre las conversaciones de paz y designó al veterano Bernie Aronson como enviado especial a las negociaciones por parte de EE.UU. El diplomático confirmó que se estaban planteando eliminar a las FARC de su lista negra de grupos terroristas si renuncia a la violencia, abandona las armas y acaba con su hostilidad hacia los estadounidenses.

Sin embargo, Aronson y otros altos cargos de la Casa Blanca han repetido en numerosas ocasiones que el indulto a Palmera no está sobre la mesa y que el Gobierno colombiano no ha hecho una petición oficial. Pero Sergio Jaramillo, comisario de paz del ejecutivo de Colombia, declaró en una tertulia de la BBC que “ante pregunta de si Palmera formará parte del acuerdo, si este tiene lugar, la respuesta es un sí rotundo”.

Parece que hay cierto movimiento respecto a ese frente. El senador de izquierdas colombiano Iván Cepeda, que considera que su papel ha facilitado el proceso de paz, y el consejero legal de las FARC, Enrique Santiago, visitaron varias veces a Palmera en la cárcel, según fuentes de la prisión de Colorado. Cepeda se ha negado a emitir declaraciones sobre la naturaleza o el propósito de esas visitas. Pero su encuentro con Palmera es significativo porque, en condiciones normales, solo están permitidas las visitas de los familiares y abogados del preso.

La justicia de las víctimas

Obama ha usado el indulto en dos ocasiones para acelerar las metas de la políticas extranjera de EE.UU. En diciembre de 2014, Obama exculpó a tres convictos cubanos acusados de espionaje como parte del deshielo de las relaciones con el país comunista. Más tarde en enero, anuló la sentencia de tres iraníes condenados por violar las sanciones económicas, para una reconciliación con Teherán.

Pero, en ambos casos, la clemencia formaba parte de un intercambio de prisioneros. Y a diferencia de los presos cubanos e iraníes que fueron condenados por crímenes sin víctimas, en el caso de Palmera hay cuatro norteamericanos que exigen justicia.

Keith Stansell, Marc Gonsalves y Tom Howes estuvieron detenidos por las FARC en un campamento en medio de la jungla cerca de cinco años y medio, mientras que un cuarto, Thomas Janis, recibió un disparo de los guerrilleros en 2003, después de que su avión fuese derribado en la selva del sur de Colombia mientras volaba en una misión de vigilancia.

Jo Rosano, madre de Marc Gonsalves, piensa que “no debería tener privilegios, de la misma forma que los rehenes fueron despojados de los suyos”. La Associated Press informó en enero de que, en una carta dirigida al juzgado federal, los tres hombres se oponían ante la posible liberación. “No hay razones convincentes, extraordinarias o humanitarias por las que se deba redimir a este terrorista internacional”, escribieron.

Los empresarios militares fueron recompensados con 318 millones de dólares (285 millones de euros) al ganar un pleito contra las FARC, pero debido a las dificultades en la recaudación, recurrieron a los juzgados de Estados Unidos para que les entregaran parte de los activos que las FARC y sus empresas fantasma tienen congelados en el país. “Hasta ahora, las víctimas han recuperado una pequeña parte de la indemnización”, defiende su abogado Richard Rosenthal en un correo. 

La familia de Palmera teme a su liberación

Si Obama considera indultar a Palmera, asegurando a su vez algún tipo de compensación para las víctimas de las FARC, sería una estrategia bastante aceptable. “Obama buscará obtener algo a parte del acuerdo de paz”, dice Morison. Una compensación financiera para las víctimas “calmará la oposición de las familias”. 

Pero la familia de Palmera mira con recelo su posible liberación. Palmera nació en 1950 en una adinerada familia de la capital del municipio de Valledupar. Después de cursar sus estudios de economía en Bogotá, se convirtió en el gerente regional de una sucursal bancaria en su ciudad de origen, a mediados de los años 80. Se involucró en movimientos políticos de izquierda en un tiempo en el que los activistas eran acusados de asesinato por los grupos paramilitares de extrema derecha que apoyaba el ejército. 

Después de repetidas amenazas, Palmera se levantó en armas con las FARC en 1987, después de enviar a su mujer y a sus dos hijos a México. Tomó el seudónimo de guerra de Simón Trinidad después de la liberación del héroe sudamericano Simón Bolívar. 

Algunos de los amigos íntimos de Palmera y miembros de su familia fueron secuestrados en Valledupar por los rebeldes para exigir un rescate, y culpaban a Trinidad, que tenía un conocía especialmente las cantidades de dinero que manejaban las élites regionales. “Los colombianos están muy resentidos”, dice el hermano mayor del guerrillero, Jaime Palmera. “Si Ricardo sale de la cárcel y regresa a Colombia, todos los de su familia tendremos que marcharnos del país”.

Jaime Palmera, que visitó a su hermano en febrero, asegura que Ricardo “lo entiende perfectamente”. El mayor de los Palmera cuenta que su hermano pasa gran parte de su tiempo en su celda de 26 metros cuadrados siguiendo el progreso de los acuerdos de paz en la televisión y estudiando inglés. Pero no tiene muchas oportunidades de practicar porque, aunque se encuentra con otros presos en el patio de ejercicio durante dos horas al día, muchos de ellos solo hablan árabe. 

Lo más destacado de la estancia de Palmera en prisión fue cuando le trasladaron hasta la consulta médica de un pueblo cercano por un dolor de garganta. “Fue la primera vez que salía a la calle desde que entró en la cárcel. Decía que no cabía en sí mismo de la emoción solo con ver otra aldea y observar a la gente”, explica Jaime.

Uno de sus días más oscuros llegó en 2010, cuando se enteró de que su pareja Lucero Palmera -también miembro de las FARC- y su hija de 16 años habían sido asesinadas durante un ataque aéreo sobre su campamento. La adolescente, que había sido criada por la abuela materna, visitaba a su madre cuando estallaron las bombas. 

Jaime Palmera dice que su hermano tiene cierta esperanza en ser liberado como parte del acuerdo de paz, pero “no cuenta con ello”. Según dicta su condena, Ricardo saldrá de prisión el 10 de abril de 2056. Tendría 106 años.

Traducción de Mónica Zas