Una lacra que no cesa: la violencia de género

Rioja2

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Ha pasado la primera semana de marzo y ya han fallecido veintidós mujeres asesinadas por sus parejas. La cifra es escalofriante y supone un lamentable récord sin precedentes. Ver los informativos, seguir los medios por Internet o las Redes Sociales implica el sobresalto de un nuevo drama que se cierne sobre unas familias que quedan destrozadas para siempre por la pérdida de un ser querido asesinado por su pareja o expareja. Especial atención merecen los huérfanos de la violencia machista, cifrados en más de 500 desde 2004, un colectivo que queda en una situación de vulnerabilidad indescriptible.

Año tras año escuchamos y leemos las mismas declaraciones, que van desde la obvia condena y lamento de la situación hasta la pregunta de turno: ¿por qué se producen todas estas víctimas? Teóricamente nuestras sociedades han evolucionado y tendrían que haber superado algunas de estas situaciones en las que el rol de la mujer y su posición era de absoluta subordinación al hombre. Queda muchísimo camino por recorrer pero la mujer ha logrado numerosos avances cuantitativos y cualitativos impensables hace sólo poco más de tres décadas. Pero la violencia de género sigue existiendo y, a pesar de todas las campañas, las medidas de prevención, los planes integrales, etc., es una lacra que no cesa.

Y es que seguimos en una sociedad machista y patriarcal donde el hombre sigue siendo el centro de la misma. Sí, decíamos que habíamos avanzado, pero todavía no hemos llegado a esa igualdad plena que se observa en cuestiones como las diferencias salariales o los techos de cristal de las mujeres. La violencia machista no deja de responder a una concepción de una relación como una situación de dominación y de propiedad, a una subordinación de uno de los miembros de la pareja, la mujer, con respecto al otro, el hombre. La cosificación de la mujer sigue siendo un hecho y que todavía haya hombres que acaben con la vida de sus parejas, en la mayoría de las ocasiones tras producirse una separación o divorcio, indica a las claras que quedan resortes muy duros de esa sociedad machista del pasado.

Superar esta situación es una labor del conjunto de la sociedad y la concienciación de la misma es un hecho. Las administraciones tienen que seguir dando pasos al frente y abordar un fenómeno complejo que está formado por víctima y agresor, siendo necesario conocer las causas profundas de esa violencia de género para poder buscar las soluciones. Una de las claves está en la Educación, donde se hace una labor fundamental y determinante, pero no es suficiente si no se acompaña de la socialización familiar. En este sentido, es altamente preocupante el aumento entre los jóvenes de procesos de control de sus parejas, especialmente a través de los teléfonos móviles, Internet y las Redes Sociales, que nos muestran que el problema está lejos de resolverse. Esta involución, en generaciones que han sido socializadas en la institución escolar en la coeducación, es uno de los síntomas que no deben obviarse. Mientras tanto, numerosas mujeres siguen sufriendo la violencia machista, algunas hasta perder la vida, y aunque la sociedad y las instituciones hace tiempo que dejaron de mirar hacia otro lado, las víctimas no cesan.