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Gracias presidente; hasta siempre, amigo

José Ramón Medina y Adolfo Suárez

JOSÉ RAMÓN MEDINA MARICHAL

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La primera vez que vi a Adolfo Suárez personalmente fue en un ya lejano día de octubre del año 1982. Sin tener edad de votar todavía, asistí a un mitin organizado por el CDS en la antigua recova de Santa Cruz de Tenerife con motivo de las elecciones generales, aquellas del arrollador triunfo de Felipe González y el PSOE apelando al cambio político.

Al salir del mitin, me aposté en un semáforo de la calle y justo allí paró el coche donde iba el Presidente Suárez. Tímidamente lo saludé con la mano y, para mi sorpresa, abrió la ventanilla del coche, me estrechó la mano y me dedicó una cálida y cariñosa sonrisa. Yo apenas tenía 17 años.

Tres años más tarde, con ocasión del I Congreso Federal del CDS-Canarias, participé en una cena coloquio en el hotel Reina Isabel en el paseo de las canteras en Las Palmas de Gran Canaria. Me lo presentó el que sería elegido Presidente Federal del CDS y posterior jefe del ejecutivo autónomo Fernando Fernández. No recuerdo ni una sola de las palabras que hablé con él en los apenas 3 ó 4 minutos coincidimos. Solo recuerdo que me temblaban las piernas al estar frente al hombre que unos años antes había sido el presidente del Gobierno de mi país, por voluntad de S. M. El Rey en 1976 y por decisión del pueblo español en 1977 y 1979.

Con motivo de su visita a La Gomera en la precampaña electoral de 1987, lo recibí en el muelle de San Sebastián de La Gomera. Bajó la escala, se me acercó y, después de darme un abrazo, me dijo: “No sabes todo lo que te agradezco que estás haciendo por mí. Muchas gracias”. Ese día lo acompañé en el coche durante toda la jornada, donde recorrimos toda la isla de La Gomera. Siempre he dicho que ese día más que del político quedé prendado de la calidad humana de Adolfo Suárez

Tendría ciento de anécdotas que contar. En Madrid, asistí a una conferencia del presidente del Gobierno Canario Lorenzo Olarte en el Club Siglo XXI. Al bajarme del taxi y entrar a coger el ascensor estaba allí con el Secretario Nacional del partido José Ramón Caso y miembros de su seguridad. Al cerrarse el ascensor y, mientras esperaba por el otro, se volvió a abrir la puerta y apareció allí y dijo “Oye, que tu cabes también, sube con nosotros.” Era así de atento y educado. O al recibirnos en su despacho en Madrid después de regresar de un viaje que hicimos con los compañeros de La Gomera al Parlamento europeo alguien le preguntó y se pasó más de una hora contando incidencias del 23F. De pronto dice: “ Dios mío, ¿Por qué les estoy contando yo esto?

O aquel día que al presentarle la chica con la que estaba saliendo me dijo: ¿Se llama Amparo? No sabes dónde te metes. Son difíciles, pero buenas personas, verás cómo te acostumbras. Son mujeres con carácter, te lo digo yo que llevo media vida con una Amparo, la mitad de mi vida ya.

No creo que hoy sea el mejor momento para contar anécdotas. Pero por lo especial de la situación me acuerdo de una. En las elecciones generales de 1989, el CDS perdió 7 escaños en el Congreso de los Diputados, pasando de 19 a 12, si bien se mantuvo la representación canaria. El partido reunió al Comité Federal con los presidentes insulares y cargos públicos para analizar la difícil situación. Después de algunas horas de reunión se hizo un pequeño descanso. El presidente Suarez estaba en la mesa sentado y me acerqué a él. Me dijo: “Tu qué piensas, honestamente”. Le dije, “presidente no coincido con el planteamiento de José Ramón Caso, secretario Nacional del partido”. Me contestó: “Lo que más me gusta de José Ramón Caso es cómo analiza los resultados electorales. Parece que ganamos las elecciones”. Lo miré y le dije: “presidente, estoy convencido que el CDS saldrá adelante pero si no es posible y Adolfo Suarez decide crear otro partido de centro te aseguro que yo seré el segundo afiliado”. Me miró, me dio un fuerte abrazo y me dijo: “muchas gracias por tu lealtad, no sabes cómo en este momento te agradezco esas palabras”.

La última vez que nos vimos personalmente fue con motivo de las elecciones municipales y autonómicas de 1991. Al despedirnos le dije: “¿Hasta cuándo Presidente?” Dijo, “Dios dirá. Ahora queda mucho por hacer”. Estaba allí el entonces vicepresidente del Gobierno Canario Vicente Álvarez Pedreira (Q.E.P.D) y me dijo: “Pepito, invítalo a tu boda”. Nos reímos y me dijo, “Si me invitas vendré”. Le dije “ok, y serás mi padrino de boda”. Me miró muy serio y me comentó: “Si quieres y me invitas por supuesto, será un placer. Y aquí está Don Vicente de testigo”.

Los resultados electorales precipitaron su dimisión como presidente del CDS y el abandono de la vida política. Durante esos años seguimos manteniendo algún contacto esporádico; todos los años nos enviábamos postales de navidad. La grave enfermedad de su esposa que empezaba a manifestarse impidió que asistiese a mi boda. Se disculpó con una atenta carta que conservo .

Hoy Dios ha querido que nos deje definitivamente. Como español y como demócrata solo puedo decirle alto, gracias Presidente. Como persona, hasta siempre, amigo.

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