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Citroën C3 y ë-C3: el punto de inflexión

El Citroën C3 dispone de una suspensión relativamente firme.

Pedro Urteaga

23 de mayo de 2024 19:31 h

Como en otros tiempos no demasiado lejanos, la firma francesa Citroën se ha propuesto reventar el mercado europeo con el recién llegado a su gama. El nuevo C3 se pone a la venta desde 14.990 euros en su versión de gasolina de 100 caballos, y su variante eléctrica de 113 CV, que se adelanta a una nueva hornada de eléctricos asequibles entre los que también se contará el Renault 5 E-Tech, estará disponible desde 23.300 euros.

Tanto el C3 de gasolina como el ë-C3 llegarán a sus primeros propietarios antes del verano. El catálogo del benjamín de Citroën se completará a finales de año con otras dos versiones de precios también muy competitivos: una híbrida ligera de 100 CV y menos de 20.000 euros y una segunda eléctrica de menor autonomía que saldrá por 19.900 euros.

Una primera toma de contacto con el modelo del grupo Stellantis nos ha permitido comprobar que esta ofensiva de precios tan agresiva no se corresponde con las calidades low cost que cualquiera podría esperar. Aunque solo hayamos conducido unidades de preserie donde lo que fallaba eran sobre todo funciones relacionadas con el software, nos ha sorprendido para bien la correcta factura del coche, que se une al aire desenfadado que ya es una seña de identidad conocida de la firma de los chevrones.

Tal vez lo peor de los vehículos a los que hemos tenido acceso es el excesivamente blando mullido del asiento trasero, especialmente en sus dos extremos, que de permanecer así en los modelos de producción auguran poca comodidad a los usuarios de esas plazas en desplazamientos de cierta duración.

Nos ha llamado también la atención que el C3 disponga de una suspensión más firme que la de sus hermanos de gama. Se aprecian menos movimientos de balanceo y cabeceo de la carrocería, lo cual resulta preferible a nuestro juicio, y ello a pesar de que en teoría el esquema de amortiguación, equipado con topes hidráulicos progresivos, es el mismo que podemos encontrar en un C4 o un C5 Aircross, por ejemplo.

Inspirado en el diseño del concept Oli, el nuevo modelo presenta unas líneas muy verticales y angulosas. Con 4,01 metros de longitud, tiene el tamaño ideal para conducir por ciudad y aparcar en espacios pequeños. Sus 310 litros de maletero bastan para el uso habitual de este tipo de vehículo de vocación claramente urbana.

A pesar de esas medidas tan compactas, las plazas traseras ofrecen una notable amplitud tanto en espacio para las piernas como en altura, aunque lógicamente lo que no sobra es anchura. Como tantos otros coches -incluso mucho más grandes-, alberga mejor a dos que a tres pasajeros.

Delante, conductor y acompañante se encuentran con unos asientos más firmes que los traseros. El primero dispone de un volante de nueva factura en el que brillan por su ausencia los brazos verticales y que se halla ligeramente achatado tanto por arriba como por abajo. Un poco más alejado de su vista se encuentra un panel de instrumentos bastante particular que es, en realidad, una proyección de datos que se lanza desde la base del módulo en que se emplaza.

En cuanto a la pantalla central, Citroën suministra una de 10,25 pulgadas para el acabado más completo de los dos previstos (Max), en tanto que la básica (You) lleva un soporte donde el usuario puede colocar su móvil para utilizarlo como navegador, escuchar música y demás funcionalidades. 

Al volante del benjamín

La versión eléctrica del C3 con la que se inicia la comercialización del modelo incorpora un motor de 113 caballos alimentado por una batería de 44 kWh que le otorga 326 kilómetros de autonomía en ciclo de homologación WLTP. Su consumo homologado se sitúa en 17,1 y 17,4 kWh/100 km, en función del acabado, con lo que el alcance en conducción real puede rondar los 250 kilómetros.

Durante el recorrido realizado por carreteras de Austria donde solo podía circularse a baja velocidad, hemos obtenido un registro de apenas 12 kWh/100 km. Cabría asimilar esta utilización del coche a la que suele practicarse en ciudad, y en esas circunstancias la autonomía puede acercarse a la cifra conseguida, como media, en la prueba de homologación.

La recarga del ë-C3 admite un máximo de 100 kW de potencia en corriente continua, con la que la operación para pasar del 20% al 80% de la capacidad de la batería lleva 26 minutos. En corriente alterna, el pico se sitúa en 11 kW.

Por lo que respecta al modelo de gasolina, que -a diferencia del eléctrico- monta una transmisión manual de seis velocidades, cuenta con potencia más que suficiente para moverse por el tráfico urbano e incluso atreverse a algún desplazamiento más largo. Los recorridos de la palanca de cambios son lo bastante precisos, y los desarrollos escogidos permiten una conducción agradable, con una sexta -eso sí- muy larga para cuando es posible viajar a alta velocidad en terreno favorable. 

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