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Intimidades de los malos tiempos: sobre 'Teatro fantasma' de Ismael Orcero Marín

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Siempre me he preguntado qué lleva a alguien a desnudarse en las páginas de un libro, a exponerse a la vista de todo lector que se acerque. Cuando les preguntan por esas razones los escritores suelen responder que eso les hace conocerse mejor. Por mi parte creo que en realidad lo que pasa es precisamente que son escritores y que a esos seres les asalta la necesidad de contar, de contarse en lo que escriben. Suele haber un detonante, algo que hace que esa necesidad preexistente de contar se derive a sí mismo, a su vida y a la de aquellos que le son más cercanos.

Algo de esto ha pasado con el último libro publicado por Ismael Orcero Marín, recientes acontecimientos trágicos en su vida le llevaron primero a tomar notas sobre cosas que le pasaban, sobre el día a día, sobre sueños que le asaltaban y luego transformar esas notas en un libro que lo aleja de los otros publicados con anterioridad más próximos a la fantasía que a lo biográfico.

‘Teatro fantasma’ es por tanto un libro que nos habla de su autor, que nos cuenta una parte de él que tiene que ver con los cambios, con las inseguridades e incertidumbre, con las pérdidas, pero también con la esperanza, con el aprendizaje, con la lucha y con el amor. Y es por eso que se convierte en un libro que habla de muchos, casi de una generación entera.

Ismael habla de esas cosas que marcan su vida con un lenguaje directo, alejado de florituras, efectivo y lo hace con exquisita sensibilidad, evitando las estridencias de mal gusto. A veces nos habla de cosas muy personales e íntimas con cuidado de no afectar a segundas o terceras personas. Se aleja consciente y voluntariamente de una forma de contar que atraería quizás a un público más extenso, pero no es lo que busca. Ya que no puede volver atrás ni cambiar nada, le queda la memoria y la escritura, recurre a las fotografías familiares archivadas en el disco duro de un ordenador y, en la intimidad, como un tramoyista, monta el escenario de un teatro por donde desfilan personajes que han cambiado o han muerto, un teatro fantasma que le recuerda que no es alguien surgido de la nada, que viene de una familia y de un barrio de los que ya faltan muchos pero que continuará con él y su pareja en la nueva casa que habitan en un nuevo pueblo y en todas las casas que habitarán durante su vida.

He leído el libro en una época en la que escucho en bucle, una y otra vez, cuando dispongo de tiempo suficiente, los Kindertotenlieder, el ciclo de cinco canciones de Gustav Mahler. Siempre que las escucho, y ya son muchos años, me estremezco con su belleza y su dramatismo. Algo de eso me ha ocurrido leyendo alguno de los capítulos de ‘Teatro de ceniza’, creo que son los que están escritos con mayor delicadeza y ternura con lo difícil que es.

Pero más allá de todo lo personal con sus dramas, caídas y remontadas, este libro es también una autentica crónica de los últimos tiempos, donde la precariedad parece haber instalado su campamento con fuertes cimientos con la intención de quedarse y que nos acostumbremos a ella. En muchos de sus aspectos ‘Teatro fantasma’ viene a recordarnos que aceptar la situación sobrevenida, acostumbrarnos a ella es una forma de claudicación que no podemos y que no debemos permitirnos.

Durante la lectura de este libro han acudido a mi memoria otras lecturas ‘Hazañas de los malos tiempos` de Cristina Morano editado en 2015 por Newcastle Ediciones, y ‘Siberia. (Un año después)’ de Daniela Alcivar Bellolio, editado en 2019 por Candaya. Cada uno con su temática, la precariedad en un caso y la pérdida en el otro y con sus distintos estilos, son obras crudas y valientes que encajan muy bien con alguno de los temas que toca Ismael Orcero en su ‘Teatro fantasma’.

Son necesarios estos libros por lo que nos cuentan, por ser crónicas contemporáneas, además de relatos muy personales. Pero sobre todo son necesarios, son importantes este tipo de libros por ser literatura de gran altura.

Siempre me he preguntado qué lleva a alguien a desnudarse en las páginas de un libro, a exponerse a la vista de todo lector que se acerque. Cuando les preguntan por esas razones los escritores suelen responder que eso les hace conocerse mejor. Por mi parte creo que en realidad lo que pasa es precisamente que son escritores y que a esos seres les asalta la necesidad de contar, de contarse en lo que escriben. Suele haber un detonante, algo que hace que esa necesidad preexistente de contar se derive a sí mismo, a su vida y a la de aquellos que le son más cercanos.

Algo de esto ha pasado con el último libro publicado por Ismael Orcero Marín, recientes acontecimientos trágicos en su vida le llevaron primero a tomar notas sobre cosas que le pasaban, sobre el día a día, sobre sueños que le asaltaban y luego transformar esas notas en un libro que lo aleja de los otros publicados con anterioridad más próximos a la fantasía que a lo biográfico.