Abascal reaparece para marcar de cerca al PP e impedir pactos con el Gobierno

Iñigo Aduriz

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El líder de Vox, Santiago Abascal, que –con la excepción del Pleno extraordinario del Congreso del pasado agosto– llevaba semanas prácticamente desaparecido y alejado de la actividad pública, ha reaparecido ahora coincidiendo con el inicio del curso político. Abascal intenta tomar posiciones en la precampaña del nuevo ciclo electoral que comienza en mayo con las elecciones autonómicas y municipales. Mientras la extrema derecha sigue cayendo en las encuestas, su estrategia para tratar de dar un vuelco a los sondeos pasa por intentar marcar el paso y atacar al PP de Alberto Núñez Feijóo por su voluntad de mostrar una imagen más moderada que la de la dirección de Pablo Casado y por abrirse a hablar con el Gobierno progresista.

Los populares vuelven a ser el gran rival de Vox de cara a esas citas con las urnas. La extrema derecha compite con ellos por el mismo electorado conservador desde hace cuatro años. Pero, paradójicamente, según las encuestas, también es previsible que ambas fuerzas se necesiten para llegar a acuerdos e impedir que la izquierda llegue al poder, tal y como ocurrió en Castilla y León, donde los de Abascal gobiernan en coalición con el PP aunque con una complejísima relación marcada por los choques y desencuentros.

En el último año de la legislatura, que coincide con el del nuevo ciclo electoral, Vox presionará a Feijóo para atraerle a sus posturas, más radicales que las de los populares. Y también para impedir cualquier acercamiento hacia el Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos que pueda facilitar al líder del PP ofrecer una imagen más institucional que le pueda ayudar a ensanchar su electorado más allá de la derecha tradicional. Por eso, uno de los grandes objetivos de Abascal es que no haya ningún acuerdo entre socialistas y populares para renovar instituciones como el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), bloqueado por el PP desde 2018, pese al duro discurso pronunciado por el aún presidente del órgano de los jueces, Carlos Lesmes, del miércoles, abroncando a los dos grandes partidos por esa falta de entendimiento que le mantiene en su puesto.

Aunque en el Pleno del Senado del martes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP dejaron en evidencia sus dificultades para pactar cualquier asunto, Abascal solo se fijó en el ofrecimiento que, entre descalificaciones cruzadas, Feijóo le realizó al jefe del Ejecutivo para retomar el diálogo en busca de acuerdos. “Busque apoyo en el partido que encarna la alternativa”, le dijo el líder del PP a Sánchez en alusión a su fuerza política. “Nunca seremos socios parlamentarios permanentes, pero siempre seremos aliados de nuestro país”, añadió. Abascal considera que, con esas palabras, Feijóo dio “un balón de oxígeno” al Ejecutivo, y advierte de que Vox va “a seguir manteniendo una posición de distancia infinita con este Gobierno”, al que siempre ha considerado ilegítimo por sus acuerdos parlamentarios.

El presidente de Vox considera, de hecho, que España se encuentra en una “situación excepcional” con un Ejecutivo “que ha pactado con Bildu, con ETA, con el separatismo catalán, y con el comunismo totalitario de Podemos”. Abascal cree, con todo, que no hay nada que hablar con Sánchez y los suyos. Por eso la extrema derecha atacará al PP si busca ese diálogo con un doble objetivo: intentar desgastar a Feijóo para frenar su alza en las encuestas y, al mismo tiempo, robarle todos aquellos votos de la derecha más radical que también reniega de cualquier entendimiento con el Gobierno.

Cuatro meses de ataques

Ese es el nicho de votos que espera recuperar Abascal, ya que la extrema derecha apenas se ha beneficiado de la paulatina desaparición de Ciudadanos, que ejercía un papel bisagra para cerrar pactos y cuyo antiguo electorado fue el que dio la mayoría absoluta al PP en Andalucía, en las elecciones de junio. Vox, encabezado por Macarena Olona –que a raíz de ese resultado dejó la política el mes pasado, aduciendo motivos de salud– no logró ser decisivo para la gobernabilidad de la comunidad, lo que agudizó su cambio de estrategia para arremeter contra Feijóo.

Los ataques de Abascal al nuevo líder del PP comenzaron, en todo caso, antes de los comicios andaluces. En mayo, en el Pleno del Congreso en el que Sánchez compareció para hablar sobre el escándalo del espionaje, el máximo jefe de Vox aseguró no entender que Feijóo ofreciera pactos al Gobierno. “Ningún colaboracionismo con este Gobierno es aceptable”, afirmó Abascal, que consideró que “los españoles quieren alternativas, pero Vox se ha quedado solo denunciando estos contubernios” del bipartidismo. Para el líder de la extrema derecha, Feijóo “realmente no quiere cambiar nada”.

Pero, a pesar de ello, Abascal no ha dejado de tender la mano al líder del PP “para no darle ni agua a este Gobierno”. En el debate del estado de la nación de julio el líder de Vox emplazó a Feijóo a una reunión para buscar “una alternativa real” y “no un simple relevo” al Gobierno de Sánchez. No obtuvo respuesta. Ambos dirigentes no se han reunido formalmente desde que el pasado 2 de abril Feijóo sustituyó a Casado al frente del PP y eso que después de la elección del expresidente gallego, una de sus primeras decisiones fue la de dar luz verde a la coalición con Vox en Castilla y León.

Las relaciones entre los dos socios de Ejecutivo en esa comunidad tampoco son fáciles. Los de Juan García-Gallardo –vicepresidente de la Junta, de Vox– han realizado sus propios anuncios en nombre de “los consejeros de Vox”, han introducido el logo del partido en los vídeos oficiales promocionales, y optan por una comunicación en paralelo a la del PP, como si no formaran un mismo Gobierno. Fernández Mañueco se ha visto obligado a asumir algunas de las imposiciones de la extrema derecha, como la tramitación de una ley autonómica de violencia intrafamiliar, mientras resiste las presiones para derogar la ley autonómica de violencia machista, que aunque sigue vigente podría quedarse sin financiación si Vox vuelve a ganar el pulso. Otra de las aristas con la que se ha topado allí el PP es la derogación de la Ley de Memoria Histórica que Vox quiere sustituir por otra de la Concordia, petición que de momento se ha quedado sin respuesta, como el propio Abascal le recriminó a Feijóo en el debate del estado de la nación.

El Festival Viva, primera gran cita del curso

Con todo, la extrema derecha quiere centrar el nuevo curso político en dejar claro que la verdadera y única fuerza de la oposición es la suya. “Solo queda Vox”, repiten sus dirigentes en todas todas intervenciones públicas. Los de Abascal culpan, de hecho, a PSOE y PP por igual de la situación económica que vive España. Socialistas y populares, sostiene Vox, son “cómplices” al haber aplicado “las mismas políticas durante décadas”. “Pedro Sánchez es solo la punta del iceberg. Los problemas que sufren los españoles son consecuencia del modelo político y económico que han traído el PP y PSOE a España durante las últimas décadas y su sometimiento a la Agenda 2030”, ha asegurado Abascal desde Twitter, la plataforma en la que suele difundir sus proclamas.

La primera gran cita del curso para Vox será la segunda edición del Festival Viva. La extrema derecha define el evento como “el gran acontecimiento político, cultural y festivo que el año pasado concentró a más de 30.000 asistentes en Madrid”. La edición actual se celebrará entre el sábado 8 y el domingo 9 de octubre, el fin de semana previo a la festividad del 12 de Octubre. El festejo culminará con “un gran acto político” que incluirá discursos de los principales líderes de Vox y de otras formaciones de extrema derecha “con las que el partido mantiene alianzas internacionales”. Durante esa jornada se presentará “un nuevo documento político” bajo el eslogan “España decide”, una consigna que evidencia que Vox ya se está preparando de lleno para someterse al escrutinio de las urnas.