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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Noticia servida automáticamente por la Agencia EFE

Arte y naturaleza se unen para rememorar el pasado del Museo del Prado

EFE

Madrid —

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El Museo del Prado ha querido rendir un homenaje a sus orígenes como Museo de Historia Natural con una exposición en la que arte y naturaleza se dan la mano, con sorprendentes piezas del mundo natural que se interrelacionan con los grandes maestros de la pinacoteca y sus obras.

Miguel Ángel Blanco, uno de los más destacados artistas españoles vinculados directamente a la naturaleza, es el artífice de esta arriesgada aventura integrada por 22 intervenciones en las salas de la colección permanente, en las que veinticinco obras entablan una estrecha relación con cerca de 150 piezas de historia natural.

Así, el esqueleto de un delfín, procedente del Museo Nacional de Ciencias Naturales, aparece suspendido del techo bajo el que descansa la escultura “Venus del delfín” (140-150 d.C.), proyectando su sombra sobre la misma, creando “una gran sala acuática”.

“El paso de la Laguna Estigia”, emblemático cuadro de Joachim Patinir, se derrama por la sala al mimetizarse con una roca gigante de azurita, el pigmento que, junto al lapislázuli, utilizó el artista para pintar el agua de la laguna.

En esta expedición científico-artística a la que invita Blanco, no podía faltar un esqueleto de serpiente, enroscada sobre sí misma, junto a las tablas de la pareja de “Adán y Eva” de Durero, una unión en la que, según el comisario de la muestra, la flexibilidad de la serpiente recuerda a la sinuosidad de las figuras del pintor alemán.

El edificio que hoy alberga el Museo del Prado fue diseñado por el arquitecto Juan de Villanueva en 1785 como Gabinete de Historia Natural por orden de Carlos III, un origen que ahora, 300 años después, Miguel Ángel Blanco, artista contemporáneo, recupera “no como Gabinete de Historia Natural, pero sí como un Gabinete de Maravillas desde un punto de vista actual”.

Para ese diálogo entre obras maestras del Prado pintadas por Goya, Velázquez, El Bosco, Durero, Rubens o Patinir y las maravillas de la naturaleza que ha llevado al museo el comisario de la exposición se vale de animales naturalizados en etanol, fósiles, esqueletos, insectos, minerales o meteoritos, procedfentes del Museo de Ciencias Naturales, el Jardín Botánico, el Museo de Farmacia y la Escuela de Minas.

“He buceado en sus almacenes intentando sacar a flote auténticas joyas para las obras maestras que alberga el Museo del Prado”, ha señalado Miguel Ángel Blanco, quien ha puntualizado que en esa selección hay piezas “realmente exquisitas y sublimes”, y frente a algunas con “mayor impacto visual”, se han buscado otras “más sutiles y poéticas; cada intervención tiene su sello”.

Entre las piezas “sublimes” ha destacado una fosilización de unas gotas de lluvia procedentes del Gran Cañón de Utah, dónde están grabados golpes de lluvia y unas pequeñas huellas de un animal indeterminado, un material que dialoga con el cuadro de Bassano “Entrada de los animales en el Arca de Noé”.

En la obra más emblemática de Velázquez, “Las Meninas”, Blanco ha apostado por una intervención “muy sutil”, en la que un pequeño gorrión albino, “una rara avis” de la naturaleza, se enfrente a “otra rara avis del arte”, Velázquez, de forma que al final “no se sabe si el espíritu de Velázquez pasa al gorrión o si éste se adentra en ”Las Meninas“.

Un enorme toro de Veragua, un “semental” y una de las piezas “de mayor impacto visual”, aparece en este recorrido por la galería central del Prado enfrentado a “El rapto de Europa”, de Rubens, mientras que un ave del paraíso, con su característico canto, dialoga con “Concierto de aves”, de Frans Snyders.

A Goya y uno de sus cuadros negros, “El aquelarre”, le reserva una “invocación satánica” con elementos propios de la brujería, como dos sapos o una salamandra, mientras que “La condesa de Chinchón” la sitúa frente a una vitrina con quina, la medicina habitual de la época.

El artista, que con sus intervenciones busca “una nueva forma de contemplación de las obras” del Prado, firma la muestra, que se prolongará durante seis meses, con uno de sus libros-caja, incluidos en su gran proyecto de “La Biblioteca del Bosque”, poniendo esta pieza que contiene elementos naturales con “Paisaje con ferrerías” de Lucas van Valckenborch.

“Con estas piezas de la naturaleza, el visitante es obligado a fijarse en detalles de las obras que normalmente pasan desapercibidos”, según Blanco, quien ha subrayado la importancia de poner en valor “primeras colecciones” de piezas naturales y la “extraordinaria labor” de los científicos.

Concha Carrón