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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Feijóo ofrece al PP un rumbo propio sin guerras culturales, “entretenimientos infantiles” o carnés de patriotas

Sevilla —

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Alberto Núñez Feijóo no es José María Aznar, ni Mariano Rajoy, ni Pablo Casado. Mucho menos Isabel Díaz Ayuso. El nuevo líder del PP, que este sábado fue coronado en el XX Congreso Nacional, con el 98,35% de los votos de los compromisarios del partido, ofrece un rumbo propio. Sin guerras culturales, sin etiquetas. Sin carnés de patriotas. Sin hipérboles. Sin “entretenimientos infantiles” como en los que ha “degenerado la política española”. Al menos es esa su declaración de intenciones. Luego, será el tiempo quien se encargará de juzgar si lo que ahora presenta como el antídoto contra todos los males de la política se lo llevará o no el viento. De momento, lo que se percibe, entre la euforia popular por el “entierro” de Casado, es un discurso disruptivo con las formas y, sobre todo, con el fondo de la dirección nacional saliente y con la manera en que Isabel Díaz Ayuso se pavonea por la política dentro y fuera de su partido.

En la narrativa del gallego no hay rastro de batalla cultural alguna ni de conflictos ideológicos entre grupos sociales. “Este es otro partido”, solemniza un veterano popular, para quien el aterrizaje -forzoso o no- de Feijóo en la calle Génova ha logrado ya, en apenas 30 días, que “el avión despegue, vuele y aterrice”, pero sobre todo que emita señales muy distintas a las que transmitía Casado o a las que codifica en cada una de sus apariciones Díaz Ayuso. Por cierto, que el uno aguantó hasta el último minuto de un cónclave convocado expresamente para poner fin a su mandato y la otra protagonizó el saludo más frío e incómodo de los que se cruzaron en la fiesta de la familia popular cuando el presidente saliente se acercó a ella para besarla a su llegada al plenario.

“Cosas de la política”, se lamentaba un Casado que asegura que dedicará ahora la vida “a vivirla” y a alejarse del foco mientras su mujer le esperaba paciente que saludara a todo el que aún le pedía un selfie de recuerdo para, quizá, sumarlo a las imágenes de “los caídos” de la política líquida.

El sábado ya no era, en todo caso, el día de los difuntos, sino más bien el del “neonato” Feijóo dispuesto a consolidar en el PP el eje Galicia-Andalucía, que inexorablemente pasará por Madrid, con Ayuso dispuesta siempre a reivindicar el foco y el espacio que merece a su entender el kilómetro cero y su habitual desparpajo.

España, pero también el PP, “necesita cambio en los modos, el rumbo y los contenidos”, dijo un Feijóo cuyo discurso de entronización parecía dirigirse por igual a propios y a extraños con un alegato en favor del “respeto” y de la “política seria”. Respeto a la Justicia. Respeto a los trabajadores. Respeto a los autónomos. Respeto a los sindicatos. Respeto a la Constitución. Respeto a la unidad y a la soberanía nacional. Respeto a las autonomías. Respeto a las familias. Y respeto a todas las lenguas que se hablan en España. “Y no es -advirtió- una manifestación vacía, sino mi agenda de trabajo”.  En la primera fila del plenario, le escuchaban atentamente el presidente de la patronal, Antonio Garamendi, el secretario general de UGT, Pepe Álvarez, y hasta el exalcalde socialista de A Coruña, Paco Vázquez.

Si el aún presidente de la Xunta dejará en breve Galicia no es, avisó, “para presentarse a un juego, sino para hacer política seria”. Hay cosas que pasan  y han pasado en su partido que no son precisamente un ejercicio de madurez ni de altura y a ello parecía referirse de forma velada con sus palabras. “Que nadie cuente conmigo para participar en este entretenimiento infantil en el que ha degenerado la política”.

Feijóo repartió mandobles contra determinadas actitudes del PP que ahora deja Casado pero en el que sigue Ayuso, sin citar a ninguno de ellos, pero tampoco se arredró a la hora de repartir contra Vox, -su principal competidor de bloque- y contra el Gobierno de Sánchez. A ninguno mencionó por su nombre, pero no hacía falta para saber de quién hablaba en cada momento durante un discurso, ampliamente jaleado por un auditorio entregado y muy necesitado de que el “efecto Feijóo” se consolide, la marca PP se recupere y puede frenar el avance de la ultraderecha española.

A punto de morir electoralmente Ciudadanos, Vox es desde hace tiempo la madre de todas las desgracias de un PP que no levanta cabeza en las encuestas y, a tenor de lo transmitido por varios dirigentes regionales, no parece que haya tocado techo hasta el momento. “Está de moda”, lamentaba un Moreno Bonilla, en conversación informal con los periodistas, quien aún no ha decidido si llamar a las urnas a los andaluces en junio o en octubre. El presidente de la Junta de Andalucía confía en que el poder en Castilla y León, con la entrada en el gobierno de Mañueco, desgaste a los de Abascal y que la ciudadanía vire el rumbo hacia un PP, que en el sur ha disipado “por completo el miedo al cambio” tras 40 años de socialismo. 

Feijóo lo dijo de otro modo: “No somos un partido bisagra ni de aspiraciones pequeñas. Nuestra vocación es amplia e integradora. No somos ni antieuropeos, ni nacionalistas, ni independentistas. Somos el partido que defiende la España de las autonomías, la pluralidad y la diversidad”. A buen entendedor… El suyo es un proyecto - dijo en contraste con la línea del “a todo no” de Casado al Gobierno de Pedro Sánchez- “de entendimiento” que busca sacar a España del enfrentamiento, la polarización y “la hipérbole permanente”. Y para el que pidió dejar “de repartir carnés, de ser más españoles y más patriotas que nadie”. El gallego renegó de “etiquetas” que sólo los ciudadanos tienen autoridad para ponerlas, de la política de los insultos y “de polémicas forzadas”, entre las que mencionó la igualdad, el terrorismo, la violencia y resumió en “la búsqueda del enfrentamiento por cualquier asunto”, que ha sido la estrategia de la anterior dirección popular.

Primera reunión con Sánchez esta misma semana

Y con todo ello también quiso advertir, en esta ocasión a Pedro Sánchez que la moderación no es tibieza; que el diálogo no es “sometimiento” y que “los intereses de España no son los de este Gobierno” para dejar claro, a renglón seguido, que “nadie le intimidará ni dirá lo que tiene que pensar, decir o decidir en cada momento” en su labor de oposición. De momento, La Moncloa ya ha contactado con el nuevo líder del PP para cerrar su primer encuentro con el presidente del Gobierno, que tendrá lugar el próximo martes o el jueves. Una cita que marcará el pistoletazo de salida institucional del nuevo estilo de oposición.

Sin insultos y sin estridencias, se erigió en alternativa a Sánchez, aseguró que en España hay “hambre de cambio” y que el nuevo Partido Popular saldrá a ganar, y no a esperar que los partidos de gobierno pierdan. Su receta: “Fiabilidad, madurez, sentido de estado y un rumbo claro”, que resumió en “trabajar como adultos”. ¿Ha vuelto con él la madurez que le faltó a Casado? A saber, si bien dijo que él es un gallego “con ya 60 tacos, que no está para bromas” y sabe que que es en los últimos cuartos del partido donde “se decide el resultado”.

Su primer discurso como presidente del PP no fue ni ideológico, ni programático ni probablemente el más estructurado de cuantos se le han escuchado, pero este sábado marcó sin duda un cambio en la narrativa desplegada, hasta ahora, por la derecha conservadora. Para hoy domingo, se reserva los nombres de los vicesecretarios que integrarán su comité de dirección. Tras la designación de Cuca Gamarra como secretaria general del PP y el consejero andaluz Elías Bendodo, coordinador general, el organigrama debe completarse con los vicesecretarios. Los “elegidos” ya lo saben, pero según el propio Feijóo, “es un borrador sujeto a cambios” que podría reservar un puesto “importante” para Madrid para contentar a una Ayuso, ávida del poder orgánico que Casado le negó. Todo sea por la unidad y por contentar a quien tanto ruido como malestar provoca en las entrañas populares.