El rastro de un escritor es casi siempre imprevisible, y más aún cuando se trata de uno tan prolífico como Francisco Umbral. Una de las más acreditadas estudiosas del periodista y escritor madrileño, Bénédicte de Buron-Brun, tiene por costumbre buscar en el Rastro y en librerías de lance y anticuarios en busca de textos suyos. Y las sorpresas no son infrecuentes. Hace algún tiempo coincidió en la Fundación Francisco Umbral con Alex Prada, médico y novelista sevillano, y le comentó su sospecha de que la revista de medicina Jano podría haber publicado en un periodo más o menos extenso colaboraciones del autor de Mortal y Rosa y El Giocondo. “Tú te dedicas a eso, seguro que puedes encontrar cosas”, le dijo. Y en efecto, había un tesoro por descubrir.
“Fue así como descubrimos que, entre 1971 y 2006, unos treinta años en total, Umbral participó de manera muy activa en la revista Jano, aportando entre diez y doce artículos al año”, explica Prada, quien recuerda que se trataba de “una revista de suscriptores, con mucha potencia de conocimiento. La gente de ciencias ha ido cada vez más compartimentando su ámbito de conocimiento con las Humanidades, pero no siempre fue así. Jano ponía de manifiesto la capacidad de este gremio de compartir saberes”.
Para Prada, la publicación insinuaba su espíritu desde el mismo nombre, “como la cabeza de Jano, miraba hacia la medicina con artículos muy serios y muy potentes, pero también contaba con las mejores firmas para el arte, desde Quino o Forges a un Bolaño super joven, pasando por Camilo José Cela, Miguel Delibes, Rosa Montero, Antonio Gala, Bryce Echenique, el primer Millás… Artículos de todo tipo con nombres de primera línea”.
Sentimental y afable
En sus pesquisas en la hemeroteca del Colegio de Médicos de Madrid, Prada confiesa haberse divertido con “la evolución del márketing en los anuncios de fármacos, con cosas muy locas, machistas, burdas… Pero lo importante fue que salieron 400 artículos de Umbral, si bien algunos ya estaban publicados en otros libros suyos, como Mis paraísos artificiales, aunque no aparecieran con referencia a la revista”.
Con tal volumen de textos, se imponía hacer una criba, y Prada decidió quedarse con los que se refieren expresamente a la medicina, reunidos bajo el título El corazón y la luna, mientras que Buron-Brun eligió los relativos a su vida íntima, titulándolo Yo, Umbral. Ambos verán la luz a la vuelta de vacaciones con la editorial Renacimiento.
Entre los temas que el madrileño aborda en El corazón y la luna se encuentran el sistema nacional de trasplantes, su amistad con médicos concretos, su tendencia a la hipocondría o sus experiencias con la enfermedad y la muerte. “Él mismo reconoce que le piden muchos artículos en todas partes, pero en Jano, como lo leía poca gente, se dejaba ver más en aspectos que no trataba en otras publicaciones”, apunta Prada. “Encontramos ahí a un Umbral sentimental y afable que habla de minorías, de niños, de pediatría… Alguien mucho más cercano que cuando escribe, por ejemplo, de política. También lo vemos ocuparse más de sí mismo, de su casa, su mujer y sus gatos, pero de pronto nos sorprende con un retrato divertidísimo de David Bowie. Entre mis favoritos está el artículo en el que habla de las manchas de su piel que descubre con la edad, o cuando se hace una herida y hace un seguimiento personalísimo de su propia sangre”.
Pegada al pie
El título El corazón y la luna, según explica Prada, “quiere hacer un parangón entre la astronomía y la lírica. Los científicos y cirujanos han desmontado los grandes mitos, ya no se puede hablar del corazón a la mujer, porque los cardiólogos lo han explicado tan bien que ha perdido su halo poético, como la luna, que después de ser hollada ya no puede ser un símbolo romántico”.
Lo que Álex Prada encuentra inmutable es el estilo inconfundible de Umbral, que vuelve a hacerse patente en estos escritos. “He intentado encontrarle el fallo y no falla nunca. Siempre la lleva pegada al pie, como diría un futbolista. Aunque es un trabajo para un tipo de lector muy concreto, no como cuando escribe para un millón de personas en El País, se da entero, mantiene esa capacidad de emocionar al máximo. Y cuando se tropieza con alguna piedra, lo explica y sigue hacia delante. En este caso hay más sorpresas en la temática que en la forma, ya hable de Proust o Baroja o Maupassant, como de Gina Lollobrigida, Grace Kelly o el estreno en Madrid de Chicago con Liza Minelli”.
Otra cosa que no pasa desapercibida al compilador es el hecho de que “muchos de los temas que Umbral aborda sobre la sociedad española siguen estando de moda, incluso se anticipa a algunos que hoy son portada”, dice. “Los lectores van a encontrar un Umbral super moderno, actual y muy cercano, que rompe con la figura obsoleta del hombre antipático y rudo que le asignaron”.
Por último, el autor lamenta que ya no haya revistas como Jano, donde las ciencias y las humanidades pudieran convivir en armonía. “Había mucho dinero de los discursos de los fármacos, y eso permitía fichar a primeros espadas y publicar con fotos a color de gran calidad”, concluye. “Ahora algunos laboratorios tratan de acercarse tímidamente a las humanidades, pero no hay continuidad ni seguimiento. Y los propios profesionales de la medicina aseguran que no tienen tiempo de leer. Para mí es todo lo contrario, soy consciente de lo valioso que es para mi profesión leer. ¿Qué me ha enseñado más como médico, un tratado de fisiología o Madame Bovary?”.