Tras la sequía, la tormenta: lluvias muy esperadas que llegan con violencia destructora

Raúl Rejón

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Coches atrapados. Calles anegadas. Cascadas dentro de un hospital. Clases suspendidas. La lluvia, tan esperada debido a la sequía, ha llegado de manera destructora: precipitaciones cortas y violentas incrustadas en una secuencia de meses muy secos.

Menos agua en general, que además cae concentrada en pocas jornadas y con más violencia. Es el patrón que conlleva la alteración del clima provocada por las emisiones de gases invernadero. Un patrón previsto hace décadas por los científicos que los datos van confirmando de año en año.

“El incremento del riesgo en la cuenca Mediterránea” se caracterizará por “la menor disponibilidad de agua para una población con demandas crecientes –menos recursos– y el desarrollo frecuente de fenómenos de torrencialidad pluviométrica –lluvias muy fuertes–”. La descripción es de Jorge Olcina, catedrático de Análisis Meteorológico del Instituto Universitario de Geografía de la Universidad de Alicante. La fecha del escrito: 2010.

Mayo de 2023. La DANA –que va a durar tres días, aproximadamente– ha llegado tras el cuatrimestre de arranque de año más seco jamás registrado. El este de Andalucía, la Región de Murcia y Alicante han recibido el peor impacto. La AEMET ha extendido los avisos a Catalunya, partes de Aragón, Navarra, La Rioja, Soria y Albacete. En Cartagena se registraron 60 litros por metro cuadrado en una hora. En Ontinyent (Valencia), Cabo de Palos (Murcia) o Albox (Almería) la lluvia superó los 100 l/m2 en un día.

Las regiones mediterráneas de la península ibérica y las islas Baleares, más expuestas a las inundaciones, reciben un 19% más de precipitación en los episodios de lluvias torrenciales que en los años 60

Las zonas tradicionalmente más expuestas a las lluvias torrenciales y, por tanto, a las inundaciones y riadas, son las regiones mediterráneas de la península ibérica y las islas Baleares. Allí actualmente “reciben un 19% más de precipitación en los episodios de lluvias torrenciales que en los años 60”, según describen los meteorólogos de la AEMET Rubén del Campo y Beatriz Hervella en su análisis sobre efectos observados del cambio climático en España.

Además, “se ha observado un incremento de la frecuencia con la que se producen”, abundan estos científicos. De hecho, han aumentado las borrascas de gran precipitación de origen mediterráneo y atlántico. Los registros meteorológicos muestran que de los 10 episodios de lluvia más extremos observados en las cuencas mediterránea y cantábrica hasta 2020, seis se dieron en el siglo XXI y el 50% se concentró en los últimos siete años estudiados. En el resto del territorio, cuatro de los diez se produjeron entre 2012 y 2020.

En España, la crisis climática está cambiando la forma en que llueve. El otoño se está convirtiendo en la estación más lluviosa en lugar de la primavera en zonas como el este de las mesetas y el valle del Ebro, según el análisis del catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona Javier Martín Vide.

Territorio más árido, más vulnerable a la avenidas

Estos cambios están influyendo en que España sea un país cada vez más árido. Entre 1961 y 1990, las zonas de clima árido y semiárido ocupaban el 6,5% del territorio. En 2010 eran el 13%, según la AEMET. Desde 1950, estos climas han ganado 1.500 km2. Los lugares donde el cambio ha sido más significativo son el sureste peninsular, la meseta sur y la cuenca del Ebro.

Y el territorio árido es luego más vulnerable a la erosión que causan las mismas precipitaciones torrenciales y su escorrentía de agua que desborda cursos y viaja a toda velocidad. Esas avenidas arrastran el propio suelo y facilita la desertificación. Cuando afecta a zonas urbanizadas, se producen las imágenes de calles convertidas en ríos, casas anegadas y evacuados.

Este patrón de escasez de lluvias seguido de unas precipitaciones muy fuertes que terminan en avenidas de agua es lo que –en un grado mucho mayor– ha ocurrido los últimos días en Italia.

Una sequía de intensidad no vista desde 1800 ha dado paso a un episodio de lluvias torrenciales en la región de Emilia-Romagna, con 14 muertos y 25.000 desplazados. El investigador del Instituto de Investigación para la Protección Hidrológica Mauro Rossi, explicaba a Greenpeace: “Existe una relación entre lo que está pasando y el cambio climático”. Rossi abundaba en que “el aumento de la temperatura intensifica los episodios de sequía y endurece el terreno, lo que modifica su permeabilidad”. Luego, al caer la lluvia “con mucha intensidad, el exceso de agua baja por las laderas hacia los ríos que responden desbordándose, cavando y modificando su lecho”.

¿Alivia al menos la sequía?

Una vez admitido que las lluvias torrenciales van asociadas a daños, Rubén del Campo cuenta que “estos días van a ayudar a frenar el avance de la sequía y compensar algo el déficit de precipitaciones sobre todo en el sureste peninsular”. Pero no es el fin del problema ni mucho menos.

Entre el 1 de marzo y el 21 de mayo ha llovido, en general, 48 l/m2. Eso implica que “seguimos en la primavera más seca hasta esta fecha”, dice Del Campo. Con las precipitaciones hasta final de mes “podría superarse en algo los registros de la estación completa más seca que fue la de 1995 con 86 l/m2”. Aún así, añade, “lo que está claro es que será una primavera muy seca ya que el promedio normal son 180 l/m2”.

Sin embargo para el conjunto de España, en el año hidrológico que empieza el 1 de octubre, se han acumulado 360 l/m2 cuando lo normal son 504 l/m2. “Para llegar a los 640 l/m2 de media de un año hidrológico entero debería caer, desde ahora hasta el 30 de septiembre, unos 280 l/m2 cuando lo normal son 135”, advierte el meteorólogo. Tendría que llover más del doble de lo normal. “Y nunca ha ocurrido”.