El cráneo de Tomás Moro, decapitado en 1535, podría ser exhumado por una iglesia que busca conservar sus restos antes de que se deterioren del todo

30 de julio de 2025 12:29 h

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Los cráneos expuestos en el puente de Londres no eran restos al uso. En la Inglaterra de los Tudor, el castigo a la traición pasaba por una ejecución que incluía hervir la cabeza del condenado antes de embadurnarla en alquitrán. El objetivo era que el rostro aguantara semanas sobre la pica, visible para cualquiera que cruzara el río.

Ese destino estaba reservado a quienes se atrevían a contradecir al rey. En 1535, una de esas cabezas pertenecía a Tomás Moro, el que fuera canciller de Enrique VIII y figura central en una de las rupturas religiosas más profundas del país. Casi cinco siglos después, los restos de aquel hombre vuelven al primer plano, esta vez por motivos muy concretos.

El deterioro del cráneo obliga a planificar medidas de conservación a largo plazo

La parroquia de St. Dunstan, en Canterbury, ha iniciado los trámites para exhumar los restos que, según documentos y testimonios históricos, pertenecen al célebre humanista. El motivo es doble: conservar lo poco que queda del cráneo y preparar su presentación con vistas al quinto centenario de su muerte en 2035. El proyecto, promovido por el consejo parroquial, requerirá el visto bueno de la corte comisarial de Canterbury, encargada de supervisar las intervenciones sobre el patrimonio religioso local.

En un comunicado citado por Catholic News Agency, el consejo parroquial señaló que uno de los retos será estabilizar el cráneo, ya que “tardará varios años en secarse completamente”. Además, apuntaron que la iniciativa responde al creciente interés por esta reliquia en círculos académicos y religiosos. La iglesia, explicaron, “tiene una responsabilidad con quienes veneran a Tomás Moro y también con los estudiosos que lo consideran una figura clave del pensamiento político y religioso del siglo XVI”.

La hija del humanista logró salvar la cabeza y evitar que fuera arrojada al río

Tras su ejecución, la cabeza de Moro fue clavada en una estaca sobre el puente de Londres. Poco después, su hija mayor Margaret Roper sobornó al responsable de retirarla y logró conservarla. Cuando Thomas Cromwell, figura cercana al monarca, supo de ello, acusó a Margaret de ocultar los restos con fines desestabilizadores. La respuesta fue clara. Según recoge el National Catholic Register, ella explicó que “he salvado la cabeza de mi padre para que no se la coman los peces, con la intención de enterrarla”.

Ese enterramiento se produjo casi una década más tarde, cuando Margaret fue sepultada en la tumba familiar junto a la reliquia. La historia no terminó ahí. Años después, el cráneo pasó al panteón de los Roper en la iglesia de St. Dunstan, donde sigue guardado entre restos de plomo y fragmentos óseos, protegidos por una reja metálica.

La parroquia rechaza una vitrina y plantea opciones más respetuosas para conservar la reliquia

En una entrevista con BBC News, la encargada parroquial Sue Palmer comentó que el relicario actual no resulta adecuado y que muchos visitantes han pedido una forma más digna de conservación. Según sus palabras, “lo que parece una pelota de plomo aplastada contiene lo que queda de Tomás Moro”.

El último análisis documentado del relicario se remonta a 1997, cuando un equipo arqueológico pudo observar que quedaban restos fragmentados del cráneo, un trozo de mandíbula con una cavidad dental visible y una sustancia negra no identificada, junto con una considerable cantidad de polvo. Esa intervención no se tradujo en mejoras estructurales, algo que el abogado Steven Brizek denunció en 2023 ante el National Catholic Register, al afirmar que “aunque los restos estaban claramente deteriorados y vandalizados, no se tomó ninguna medida al respecto”.

La iglesia no contempla mostrar el cráneo en una vitrina. Según Palmer, usar la palabra “exposición” daría a entender que se trata de una pieza de museo, y aclaró que la intención es preservarla como reliquia, “no como exhibición”. Las alternativas incluyen volver a depositarla en el panteón familiar, esta vez dentro de un relicario, o levantar un pilar conmemorativo en piedra en la capilla de los Roper.

Para avanzar, la parroquia necesita el permiso judicial y también tiene previsto consultar con la comunidad local. Como indicaron en una declaración recogida por Newsweek, “no podremos conservarlo solo para nosotros. Tenemos una responsabilidad global y ecuménica, tanto con la reliquia como con quienes consideran a Tomás Moro una figura esencial en la historia cristiana”.

El objetivo es que, si se aprueba la petición, el proceso se complete antes de 2035. Hasta entonces, la iglesia deberá compaginar su papel como parroquia activa con el interés internacional que genera custodiar los restos de uno de los personajes más influyentes de la Inglaterra renacentista. Aunque lo que queda de él sean apenas unos fragmentos sellados tras una reja antigua.